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ARTE

La importancia de una raya

El último lustro está siendo un tanto fatídico para la integridad de las obras exhibidas en los museos. EL rayajo de un niño, ha sido la última prueba de ello

La obra dañada de Rothko
La obra dañada de Rothko Boijmans Van Beuningen Museum

Como si se tratara de un episodio de la exitosa serie “Bellas Artes”, el pasado 25 de abril, un niño rayó la obra “Gris, naranja sobre marrón, nº 8” (1960), de Mark Rothko, expuesta en el museo holandés Boijmans Van Beuningen. En un momento de distracción -informa un portavoz de la institución-, el niño “interactuó” con el icónico cuadro, causando daños superficiales en su parte inferior. Los conservadores del museo neerlandés han recabado la opinión de conservadores de diferentes países para subsanar el impacto de esta gamberrada en una pintura que -según la última tasación- se encuentra valorada en unos 50 millones de euros.

El artista Mark Rothko
El artista Mark RothkoConseulo KanagaWikimedia Commons

A decir verdad, el último lustro está siendo un tanto fatídico para la integridad de las obras exhibidas en los museos. Los diversos actos de vandalismo que los activistas contra el cambio climático han perpetrado contra algunas obras maestras expuestas en instituciones artísticas de todo el mundo pusieron en jaque a los servicios de seguridad de los museos. Aunque -como es fácil inferir de esta breve descripción de lo sucedido-, el “rayado” del Rothko tiene poco que ver con lo político y mucho con lo que podríamos denominar el “paradigma Mr. Bean”. De hecho, la travesura de este niño -probablemente aburrido y nada empático con la estética del expresionismo abstracto- recuerda a aquel otro acaecido en 2022, cuando un vigilante de seguridad del Centro Yeltsin de Ekaterimburgo añadió, con bolígrafo, unos ojos a la obra “Las tres figuras” (1930), de Anna Leporskaia. Como en el caso del niño del museo holandés, su decisión de intervenir una obra de arte moderna parece el resultado de ese peligroso cóctel surgido de la unión del aburrimiento y de esa idea juguetona que ronda sin embridar por la cabeza, y que podríamos formular en términos de “aquí falta algo”. Es dable pensar que, ante el ascetismo cromático de Rothko y las grandes áreas monocromáticas que estructuran sus piezas, el inquieto niño debió sentir un súbito “horror vacui”. Y, aprovechando el despiste sincronizado de sus padres en babia y un lamentable servicio de seguridad, no dudó en garabatear sobre aquel desierto estético.

La obra dañada de Rothko
La obra dañada de Rothko Boijmans Van Beuningen Museum

Que los niños dejan su impronta en cualquier superficie “pintarrajeable” que se encuentren por delante es algo que sabemos todos los padres. Igualmente, y consciente de esta pulsión infantil, el artista colombiano Óscar Murillo comenzó, en 2014, una serie que, bajo el título de “Frequencies”, ha procurado la participación de decenas de miles de escolares de todo el mundo. Esta obra colaborativa consiste en situar lienzos sobre los pupitres del alumnado para que, en los momentos de fuga mental de las explicaciones del profesor, este realice todo tipo de grafitis. Cuando las telas están plagadas de dibujos, son retiradas para su posterior exposición. A tenor de la precisión de muchos de estos dibujos, los alumnos atienden poco a sus profesores. Y, como tantas veces ha sucedido en la historia reciente del arte, una obra ya de por sí icónica que ha sufrido algún tipo de daño o accidente termina por multiplicar su precio inexorablemente. Quizás, el travieso niño acabe por pedir al museo holandés un porcentaje del seguro incremento del valor de mercado del Rothko.