Johnny Depp: "El artista de hoy es un animal distinto"
El actor se pone por segunda vez detrás de la cámara como director para retratar en esta quinta jornada, una exploración de la vida del pintor Amedeo Modigliani a través de "Modi, tres día en el ala de la locura"
San Sebastián Creada:
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El alargamiento de los rostros que pintaba, la configuración rasgada de la mirada y las bocas pequeñas de sus musas pronto se convirtieron en elemento característico e identificable de su obra, en elemento definitorio de su concepción artística. Decían que cuando Modigliani pintaba los ojos de sus retratados sin pupilas, era porque no había sido capaz de captar su alma, pero esta mañana, después de casi una hora y media de retraso en el encuentro concertado y habiendo tenido que sortear la ingente amalgama de adeptos que se agolpaban a las puertas del Maria Cristina entregándose a la catarsis colectiva de un nombre, hemos podido vislumbrar parte de la de Johnny Depp.
Y a pesar al lodazal mediático generado durante todo el proceso judicial de separación con su ex mujer Amber Heard hace un par de años y el ensombrecimiento de su figura, en sincero ejercicio de honestidad subjetiva, debemos reconocer que se intuye de un color bastante blanco, como de lección aprendida. Escoltado por los actores protagonistas de la película que dirige y un numeroso séquito de equipos de prensa y representación que se encargan de que su paso por el certamen donostiarra sea perfecto, Depp nos recibe a varios compañeros de Prensa con una calidez extrema propia de alguien que no está nervioso y que se parapeta detrás de sus emblemáticas gafas viniladas que dejan entrever el paso del tiempo, su mítico sombrero Homburg, varias cadenas abrazadas a su pecho semiabierto y un pañuelo atado a la cintura que desciende lúdico por el vaquero no por una cuestión de distancia pretendida de super estrella, sino por una querencia puramente esteta que le empuja, con sus 61 años, a seguir pareciendo y siendo un pirata.
En «Modi, Three Days on the Wing of Madness», la película presentada dentro de la Sección Oficial del certamen pero fuera de competición, el actor se pone por segunda vez el traje de director –la primera fue en 1997 con una suerte de neowestern independiente, «The Brave»– colocándose detrás de la cámara para narrar el devenir torturado de la vida del pintor y escultor italiano, Amedeo Modigliani y culminar, de paso, una suerte de resucitación profesional tras el revuelo pasado. Depp habla reflexivo, cadencioso, como si quisiera reivindicar el ejercicio de la pausa y recordar el milagro de la conversación en cada frase pronunciada. «Creo que los propios actores se han dado cuenta de que yo era como un niño pequeño gigante. ¿Sabes uno de esos niños pequeños de dos o tres años que intentan mantener el equilibrio? Pues ese era yo», inquiere lúdico sobre su rol de realizador.
"Hoy en día todo el mundo es famoso durante quince minutos"Johnny Depp
Caso paradigmático del artista maldito, Modigliani representaba algo que parece seguir rodeado de mitificación por parte del mundo cultural actual: el tormento interior del genio resulta indispensable para engrandecer su talento. Sin trauma no hay éxito y sin vida disoluta, no hay reconocimiento. «Me parece bien que se haya romantizado la figura del artista en general porque significa que estamos haciendo algo puro. Hoy en día es un animal distinto el artista, todo el mundo es famoso durante quince minutos. Los niños que hace años miraban realities ahora tienen veinte años más y realmente es muy extraño cómo cambian las cosas. El arte ha evolucionado hacia caminos muy distintos, también con la inteligencia artificial y todas estas cosas que se consideran hoy en día arte. Aprecio enormemente el talento de Brancusi atacando una escultura con la única ayuda de un par de utensilios muy sencillos. Aprecio a Modigliani diciendo “ojalá tuviera más rojo”, eso era lo único que necesitaba. El arte se convierte al final para él en el último sueño», reconoce en respuesta para LA RAZÓN cuando le preguntamos por la romantización contemporánea de la figura del artista antes de ejemplificar con una comparación. «A un artista digital por ejemplo, le tengo respeto, pero ese tío nunca dirá “ojalá tuviera más rojo” porque lo tiene el ordenador, no sé si me explico. Yo prefiero algo más básico, un trozo de madera, pintura, un lienzo. Prefiero la simplicidad como forma de expresión artística».
Esa admiración por la pureza de la creación sin artificio se refleja de manera directa en la configuración de un personaje, interpretado aquí por el actor italiano Ricardo Scamarcio, con el que según el director «no hay manera de no sentir conexión. Para mí es una de esas personas que entran en la categoría de héroes. Venía de la nada casi más absoluta, fue un niño con tuberculosis y después siempre estuvo perseguido por las adicciones. Solo puedes admirar la determinación de esa persona y el hambre que él tenía por expresarse, sin ningún tipo de compromiso, en una época en la que había muchas tendencias distintas y sin embargo él se mantuvo fiel a sus ideas, sólido en sus cimientos y sobre todo fue alguien que hizo las cosas a su manera. Eso es absolutamente admirable, en cualquier ser humano», reconoce sensible.
Resulta curioso rescatar toda la cronología de gestación de la película ya que en este caso, el germen llevaba brotado muchísimos años por inspiración directa del propio Al Pacino, que aparece en esta versión como marchante de arte, y quien en la década de los 70 ya se planteó dirigir una película sobre la vida del artista basándose en la obra homónima de Dennis McIntyre con Depp como protagonista. Sin embargo, en fatua carambola del destino, los rumbos y las intenciones cambiaron, pero la sinergia de las conexiones intervino.
"Sea lo que sea que pasó durante unos años, siento que he aprendido mucho de todo aquello acerca de la gente y acerca de la fuerza de las personas que creen en mí y me apoyan"Johnny Depp
«Está claro que Al Pacino está loco y esto es algo que estuve manteniendo durante años sin que antes me creyeran. Recuerdo que ya en “Donnie Brasco” hablamos de eso, de Modigliani y de que él iba a dirigir una película sobre su figura entonces, pero yo estaba a otras cosas. Hasta que un día, pasados los años, me llamó y me pidió que hiciera yo la película y le pregunté ¿pero por qué quieres que la haga yo? Y me dijo “bueno, porque tú entiendes muy bien al personaje, me parece que tienes la visión correcta para hacerlo y acepté. Hay una parte de mí que sabe que Al Pacino está totalmente loco, pero hay otra parte de mí que lo admira profundamente y después de haber trabajado con él, más. Está por encima de todo, es uno de los grandes personajes creadores en la historia del cine. Ha sido una bendición extraña porque no tenía ningún sentido, pero acepté el reto y aquí estoy ahora, presentándolo», recalca entre risas.
Hay, en el tramo final de la película, una ligera sensación de redención a través de una obra de arte nueva creada con la intención de encarnar la luz del comienzo, del cambio. «Hay un momento en el que tienes que soltar algunas cosas que eres incapaz de procesar o al menos tienes que encontrar un terreno común para para poder entender que hay cosas en la vida que no dependen de nosotros y creo que todo el mundo en mayor o menor medida pasa por una época así en su vida, con la diferencia de que la mía fue retransmitida en directo. Sea lo que sea que pasó durante unos años, siento que he aprendido mucho de todo aquello acerca de la gente y acerca de la fuerza de las personas que creen en mí y me apoyan. Al final, cómo lamentar un solo segundo de mi vida, si puedo estar aquí sentado siendo yo, sea lo que sea que soy. Educación, educación, educación...al final da sus frutos y al final todos nos enfrentamos a pagar la misma cuenta, solo es importante leerla antes», se despide un Johnny Depp purgado y renacido al que hemos sido capaces de verle las pupilas.