El 9 de septiembre de 1914, en la página siete de «La Vanguardia», se publicó un artículo que Jordi Amat, ensayista y crítico especializado en la cultura española de los siglos XX y XXI, define como «el que cambió la historia del periodismo español». Era la primera entrega de una serie titulada «Diario de un estudiante en París», y lo firmaba un joven Agustí Calvet Pascual, más conocido por su seudónimo Gaziel. Fue testigo del arranque de la Primera Guerra Mundial en la capital francesa, y lo que vio, lo que sintió, lo apuntó en unas notas que después se convertirían en dicha cadena de publicaciones, «que fueron un gran éxito, las leían desde Azaña a Companys, y rápidamente se recopilaron en un libro», apunta.
Escritores y periodistas coetáneos a Gaziel, de la talla de Josep Pla, coincidían en que se trató de la figura más señera del periodismo peninsular durante un cuarto de siglo. Aportó escritos con tal profundización, con tal nivel narrativo, que le hicieron único en su especie. Una mirada que, explica Amat, se debe a su alto nivel cultural: «En el año que empezaron aquellas publicaciones, él venía de París, donde estaba ampliando estudios. Leía a Proust, buceaba en archivos. Tenía un bagaje que los periodistas de su tiempo no poseían. Si no hubiese leído a Balzac no habría escrito igual», asegura. Y este legado incomprendido, perseguido, pero también brillante y ciertamente pionero, se enfrenta al silencio y al olvido a través de una nueva publicación.
La Fundación Banco Santander añade a su colección Cuadernos de Obra Fundamental el título «Prácticas literarias», de Gaziel. La antología y el prólogo del libro están a cargo de Francisco Fuster, profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia y especialista en la cultura española de la Edad de Plata. Explica que Gaziel, cuando murió, «dejó varias antologías de textos periodísticos suyos preparadas. Dos de ellas las ha editado Jordi Amat, y había una nueva posibilidad: la de las críticas literarias». Bucea, por tanto, en una faceta de un periodista que «no era un crítico al uso, sino que empleaba este género como una excusa para hablar de algo de mayor interés general. Era un crítico muy atento a los acontecimientos culturales, a nivel europeo, español y catalán», apunta Fuster.
Fuster ha realizado una selección de artículos que muestra tres caras de Gaziel. Está, señala Amat, «el intelectual que piensa su tiempo desde una óptica catalana», presentando figuras como Jacint Verdaguer, Joan Maragall o Pompeu Fabra. «Piensa también en la cultura española de la Edad de Plata, donde se encuentran Baroja, Azorín, Marañón o los Álvarez Quintero», continúa el ensayista, «y después está el Gaziel que piensa en la tradición literaria occidental. En Shakespeare, Goethe, Dostoievski, Tolstoi...». Ya no se trata de un autor culto y que abarca la literatura desde una óptica general y universal, sino que Amat subraya asimismo su fina perspectiva. «Este año celebramos 130 desde el fallecimiento de Lord Byron. Cuando fue su centenario, Gaziel escribió sobre ello. No se va a publicar un mejor artículo en España que ese, que aquella potente reflexión», ejemplifica.
Ante tal maestría periodística y literaria, ¿cómo se entiende el olvido de su obra? Para Fuster, Gaziel perteneció a una época en la que «si no formabas parte de los tres grandes géneros, que son novela, poesía y teatro, ya partías con desventaja». Además, «era catalanista, pero no independentista, lo que hace que en Cataluña no se haya valorado tanto su obra. Hilando más fino, también hay que tener en cuenta que el estilo de Gaziel es un poco denso para el lector actual. Vivimos en un tiempo en el que mientras más exiges al lector, más lectores pierdes. Gaziel es un autor exigente. No es que esté olvidado, es que su obra merecía mucho más, y hay que sacarle de Cataluña para el resto de España y América Latina», concluye.
EL HUMANISTA MÁS ALLÁ DE NACIONALISMOS
Gaziel fue, más que periodista o crítico, filósofo. Francisco Javier Expósito, responsable de Literatura de la Fundación Santander, le define como «un humanista que fue más allá de los nacionalismos y tuvo una visión compasiva de la realidad y, por eso, sufrió la persecución de la dictadura y del nacionalismo catalán». Amat añade que «era un liberal catalán con una idea reformista de España y sobre la política de su tiempo». Iba, por tanto, a contracorriente, y a esa independencia se le unía un carácter «de rara avis. Tenía un alto concepto de sí mismo, lo que le ayudaba a sentar opiniones que iban a contracorriente en su tiempo». Se atrevió, por ejemplo, tal y como se refleja en «Prácticas literarias», a tachar la propuesta artística de Picasso de impostura en una época «en la que era considerado el Messi de la pintura. Gaziel lo enfrenta con Durero, y perfila la función social del arte y del artista», apunta Amat.