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Obituario

Maryse Condé, la voz maltratada por el colonialismo que nunca quiso escuchar el Nobel

La autora de "La Deseada" ha fallecido hoy a la edad de noventa años en la localidad francesa de Vaucluse

La escritora, que siempre optó al galardón más prestigioso de las letras internacionales, falleció ayer a los noventa años
La escritora, que siempre optó al galardón más prestigioso de las letras internacionales, falleció ayer a los noventa añosImpedimenta

Apuntó Derek Walcott en uno de sus ensayos que «las biografías de poetas difícilmente son creíbles. No bien se publican se convierten en ficción, están sujetas a la misma simetría de trama, incidente y diálogo que la novela». Le llegó la muerte tras una larga enfermedad, en su casa de la isla británica de Santa Lucía, en el extremo periférico y recóndito del Caribe (en las Antillas Menores), en Castries. Sólo hablar de su origen ya sería un tema fecundo, pues el hecho de ser descendiente de africanos hizo que él mismo reflexionara en estos términos: «Habitantes de las colonias, partimos de esta debilidad palúdica». Es una frase esta que cifra la vivencia de todos los antillanos y de su mestizaje, de las islas colonizadas del Caribe por parte de los europeos, asoladas por la invasión y sus consecuencias: el deterioro humano y económico que arrastra un pueblo desde el tiempo remoto en que se inició su esclavitud.

Es, por otra parte, la expresión que sin duda confirmaría otro “compatriota” nacido en la francesa Guadalupe y diplomático exiliado en Estados Unidos, otro premio Nobel como lo fue Walcott, pero en 1960, Saint-John Perse, que no en vano en unos versos reclamaba al poeta declinar su nombre, su nacimiento y su raza. Y, finalmente, se trataría de algo que también podría firmar el tercer antillano galardonado por la academia sueca, V. S. Naipaul, nacido en Trinidad, descendiente de indios y residente en Inglaterra, es decir, otro escritor nómada, sin raíces ―excepto las africanas que defendió para sí Walcott― e incómodo en su entorno político, incapaz de identificarse con un lugar determinado. Maryse Condé, también natural, en 1937, de Pointe-à-Pitre, en el archipiélago antillano de Guadalupe y fallecida hoy a la edad de noventa años en la localidad francesa de Vaucluse, fue sin embargo otra habitual candidata al famoso galardón, pero en su caso sólo recibió, en 2018, el llamado Nobel alternativo de Literatura por el conjunto de su obra.

Compromiso social y feminista

Antes, ya había obtenido el Premio nacional de Literatura sobre la Mujer y el Premio Anaïs-Ségalas de la Academia Francesa, y fue, en 1993, la primera mujer a la que se le otorgó el Premio Putterbaugh, en Estados Unidos, destinado a reconocer la trayectoria de escritores francófonos. Tales premios ya indican la relevancia de esta autora que se ganó la vida como profesora de literatura francófona en la Universidad de Columbia, en Nueva York y cuya vida estuvo marcada por el compromiso feminista y política. De hecho, presidió el Comité por la Memoria de la Esclavitud en Francia (2001), que generó en una ley que explicita que la esclavitud constituye un crimen contra la humanidad.

El lector interesado encontrará a Condé en español gracias a la editorial Impedimenta, que se hizo eco de su prestigio internacional y ha llegado a publicar, de entre las más de treinta obras narrativas, teatrales, infantiles, biográficas y ensayísticas, seis títulos: sus memorias de infancia y juventud “Corazón que ríe, corazón que llora” y “La vida sin maquillaje”, más las novelas “La Deseada”, “Yo, Tituba, la bruja negra de Salem” y “El evangelio del Nuevo Mundo” e “Historia de la mujer caníbal”. Nombres que remiten a su paso por Mali, donde llevó a cabo una serie narrativa llamada “Ségou” (1985), todo un superventas. Por supuesto, su literatura se fundamenta en lo femenino, enmarcado en la aberración esclavista, la diáspora negra y lo que tiene que ver con el colonialismo.

La biografía de Condé, parafraseando a Walcott, se acaba de convertir en ficción por cuanto quedan sus obras por encima de todas las cosas: sus estudios en París a los dieciséis años, su descubrimiento de la editorial Présence Africaine y de los escritores de la negritud, su maternidad en solitario, su matrimonio por el cual adoptó el apellido Condé, su vida en Costa de Marfil, su deportación y vida en Londres, Senegal… hasta volver a la tierra que la vio nacer y reflexionar sobre su identidad guadalupeña, antes de establecerse hasta el día de hoy en Francia y contribuir a dignificar a aquellos que sufrieron el maltrato colonialista y dejar una última novela en 2017.