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Crítica de teatro

"Miércoles que parecen jueves": La imaginación al poder

De la mano del director Mario Gas, el escritor Juan José Millás se adentra en los vericuetos del teatro con un monólogo en el que pueden rastrearse algunas de sus obsesiones más puramente literarias

Clara Sanchis en una escena de "Miércoles que parecen jueves"
Clara Sanchis en una escena de "Miércoles que parecen jueves"Archivo

Autor: Juan José Millás. Dirección: Mario Gas. Interpretación: Clara Sanchis. Teatro Quique San Francisco. Desde el 15 de noviembre hasta el 17 de diciembre de 2023.

Por tercera vez en su carrera el escritor Juan José Millás se adentra en los vericuetos del teatro. Y lo hace con un monólogo en el que pueden rastrearse algunas de sus obsesiones más puramente literarias, las cuales, en los últimos tiempos, parecían encubiertas entre otras preocupaciones que podríamos llamar más periodísticas. Esas obsesiones podrían concentrarse casi en una sola, común a otros narradores de la generación de Millás, que es la destrucción del antagonismo con el que tendemos a considerar algunos conceptos como la cordura y el delirio, el yo y la otredad, el sueño y la vigilia o, por supuesto, la imaginación y la realidad. Miércoles que parecen jueves trata de mostrar, con razonamientos ingeniosos, y muy atractivos desde el punto de vista literario, la imprecisión que rige las fronteras entre esos conceptos mencionados.

La obra, dirigida por Mario Gas, se contextualiza argumentalmente de la siguiente forma: en un centro educativo donde se espera la llegada de Juan José Millás para impartir una conferencia titulada “Realidad y ficción”, aparece, en lugar del autor, una mujer –a quien da vida Clara Sanchis- que dice ser él y que amenaza con una pistola a todo el que se atreva a ponerlo en duda. A partir de ahí, este único personaje -muy apropiado para las cualidades interpretativas de Sanchis- tratará de justificar esa ‘verdad’ y convencer de ella a su auditorio, que no es otro que el público que ocupa el patio de butacas.

El punto de partida es potente, sin duda. Y permite explorar grandes cuestiones que Sanchis expone, bien enfundada en su personaje, de una manera desenfadada y, al mismo tiempo y sin que se note, muy profunda. ¿Qué es más importante –se pregunta el autor en boca de su protagonista-: lo que ocurre o lo que se nos ocurre? Y termina concluyendo, con no poca lógica, que “lo que se nos ocurre nos pone a salvo de lo que nos ocurre”, porque

esto último “suele ser una mierda”.

Asimismo, hay otras muchas e interesantes reflexiones a lo largo de la función relacionadas con la ficción como instrumento que nos permite entender la realidad. Algunas de ellas se aplican de manera concreta, por ejemplo, a la fe como única garantía del valor que tienen el oro o el dólar, o a las palabras como signos intangibles que hemos inventado para conformar y ordenar, curiosamente, todo el universo tangible. Lo bueno es que, a pesar de este aparente poso discursivo y casi metafísico, el autor, el director y la actriz consiguen que la función discurra ágil y entretenida de principio a fin, aunque haya, eso sí, ciertas fallas dramatúrgicas que lastren la cohesión y la verosimilitud del agudo planteamiento. No están bien justificadas dentro de la trama, por ejemplo, las proyecciones en las que Juan José Millás habla con la protagonista, y que aparecen y desaparecen sin mucho rigor; ni está bien explotada la idea de colocar como rehén a un espectador que, en verdad, no llega nunca asumir esa condición en el juego teatral que le están proponiendo.

  • Lo mejor: Sin perder su apariencia de disparate, la función aborda grandes cuestiones con precisión argumentativa.
  • Lo peor: Algunas de las circunstancias que permiten que la trama avance están colocadas de forma un poco caprichosa.