Sección patrocinada por sección patrocinada

Objetos universales

El pasaporte o un mundo sin fronteras

Sus antecedentes se remontan a los salvoconductos medievales, autorizaciones que permitían viajar con seguridad y que en Castilla llegó a regular Alfonso X, anticipándose así a las licencias de viaje

Pasaporte de Federico García Lorca ( 1929) expedido por su viaje a New York, Granada.
Pasaporte de Federico García Lorca ( 1929) expedido por su viaje a New York, Granada.Archivo

En el Diccionario de la Lengua española se atribuye origen francés a la palabra pasaporte, “passeport”, cruzar la puerta haciendo eco de sus orígenes medievales, cuando las ciudades estaban amuralladas y era necesario tener un permiso que permitiese a los viajeros entrar en la villa, hospedarse, o atravesarla. Una de sus acepciones más frecuentes alude a sus orígenes “licencia o despacho por escrito que se da para poder pasar libre y seguramente de un pueblo o país a otro” apareciendo por primera vez en el diccionario de 1791 aunque el concepto sea previo. Desde la Antigüedad existen los salvoconductos, un documento expedido por la autoridad competente que protege al viajero bajo su potestad, aunque no se hayan conservado hasta nuestros días sabemos, gracias a historiadores como Tito Livio, que el salvoconducto era necesario en ocasiones para entrar o salir de la Roma republicana.

También sabemos que en los reinos medievales era frecuente la necesidad de obtener un salvoconducto, expedido por una autoridad regia, señorial, eclesiástica o concejil, para efectuar desplazamientos de todo tipo. Los salvoconductos más antiguos otorgados por los reyes en España que han llegado hasta nuestros días son del siglo XIII y se conservan en el Archivo de la Corona de Aragón. En la Corona de Castilla fue Alfonso X quien se encargó de regular el uso del salvoconducto en las Siete Partidas, particularmente en la Partida tercera, título XVIII, diferenciando entre carta de encomienda et defendimineto, en caso de que el viajero realizase los viajes dentro de los límites del reino, “el rey recibe en su encomienda y en su defensa a tal hombre, que manda que ande salvo y seguro por todas las partes del reino, con mercancías y todo cuanto trajese”; y carta de guiamineto, para los viajes internacionales, destinada a mensajeros del rey dentro de sus labores diplomáticas. Debían ser redactadas en latín, lengua franca en la Edad Media, ya que todas las cancillerías europeas se inspiraban en la cancillería pontificia.

En los salvoconductos internacionales de cualquier reino debía figurar: el título de la autoridad que lo expide, persona o grupo de personas que están bajo la protección de la autoridad que expide el documento y amparan a los viajeros; nombre y categoría del viajero, itinerario y motivos del viaje, penas para quienes no acaten la orden real o agradecimientos en su caso. Los salvoconductos pontificios tenían como ámbito de actuación toda la cristiandad e incluso fuera de la misma. Son muy frecuentes los salvoconductos pontificios expedidos a frailes mendicantes que visitaban de norte de África y otros lugares gobernados por emires y sultanes. El mayor número de salvoconductos conservados en los archivos son de los siglos XIV y XV, pertenecientes tanto a civiles, romeros, peregrinos a Santiago, comerciantes que desarrollaban su actividad en diferentes reinos, escuderos que portaban caballos y enseres a sus señores y una gran variedad de viajeros; como pontificios, ya que éstos se copiaban en un registro especial denominado Letras de Curia, ya que provenían de decisiones políticas tomadas por el papa y sus cardenales. En el siglo XVI, los viajeros que embarcaban a América necesitaban licencias de viaje que se conservan en el fondo de la Casa de Contratación del Archivo General de Indias, esta documentación es un antecedente de lo que serán posteriormente conocidos como pasaportes.

Normalizando el movimiento

En el siglo XVIII ya se conservan documentos expedidos por diferentes autoridades como el Juzgado de Arribadas de Cádiz o la Secretaría de Gobernación de Ultramar, registrándose el nombre, fecha de nacimiento, procedencia, profesión, motivo del viaje para tener un control aproximado de las personas que embarcaban a América. Antes de la Gran Guerra el pasaporte no eran obligatorio para todos los viajeros, servía como herramienta de viaje más que como instrumento de control fronterizo. En muchas ocasiones los ciudadanos no eran conscientes de la existencia del cambio de soberanía de un país y viajaban libremente, fundamentalmente los intelectuales europeos, como se pone de manifiesto en la biografía de Goethe quien en 1876 realiza un viaje de Trento a Venecia saliendo de los límites de Italia siendo reprendido por las autoridades por dibujar una torre en ruinas que hacía de frontera entre Italia y el Imperio austrohúngaro.

El pasaporte se impone de manera generalizada después de la conferencia de la Sociedad de Naciones en 1920, después de la Primera Guerra Mundial, una guerra de dimensiones continentales que convirtió las fronteras en lugares rígidamente marcados y vigilados. Ir de Moscú a París atravesando el antiguo Imperio austrohúngaro podía convertirse en un problema si los ciudadanos no estaban identificados correctamente con su fotografía, datos de procedencia y profesión siendo éstos necesarios para evitar la llegada de espías.

A partir de 1980 se produjo la normalización de todos los pasaportes siguiendo las normas de la OACI, Organización de Aviación Civil Internacional, con una zona impresa con caracteres alfanuméricos que permite el reconocimiento óptico de caracteres a los controladores fronterizos y otros agentes de la ley y poder procesar estos pasaportes más rápidamente, sin tener que introducir la información manualmente en un ordenador. Hoy no necesitamos salvoconducto para viajar fuera de nuestras fronteras, desde el 2008 el pasaporte es electrónico con un chip que contiene los datos biométricos relativos a la imagen facial del titular del documento además de los datos personales que se contienen en las líneas OCR de lectura mecánica, podemos viajar a 189 países sin visado fuera del espacio Schengen según la lista Henley&Partner y está entre los cinco primeros de la lista internacional.