LITERATURA
Philippe Collin: "El exterminio judío es una mancha para Francia"
El autor de "El barman del Ritz" retrata en su novela la convulsa París en la etapa de la ocupación nazi
En 2024, la novela “El barman del Ritz”, la primera escrita por el guionista de cómics, periodista y productor de la radio France Inter, Philippe Collin, se convirtió en un fenómeno editorial en Francia con más de 300.000 ejemplares vendidos.
El autor, que ha visitado España después de que el pasado 19 de marzo su libro viera la luz en lengua castellana, en nuestro país, a través de la editorial Galaxia Gutenberg, ha hablado para LA RAZÓN sobre el misterioso protagonista de sus páginas, Frank Meier, el barman del Hotel Ritz de París, y sobre el convulso marco histórico en el que ejerció su profesión, la ocupación nazi de Francia.
El Petit Bar, como antiguamente se conocía a este emblemático espacio del parisino Hotel Ritz, se convirtió, durante ese periodo, en una especie de extraña burbuja de lujo en la que se respiraba una atmósfera que parecía ajena al drama que estaba aconteciendo fuera de sus muros. Su clientela era una radiografía de aquella Francia. Artistas y personajes célebres de la época, como Coco Chanel o Jean Cocteau, se entremezclaban en el bar del Ritz con oficiales nazis, espías, colaboracionistas y miembros de la resistencia, ocupando sus sillas como en un gran tablero de ajedrez por el que Meier se movía con discreción.
A todos ellos, el barman, de un más que probable origen judío, escuchó, observó mientras agitaba la coctelera y sirvió bebidas, siendo testigo de información privilegiada.
¿Cómo supo de la existencia de Frank Meier?
Fue en 2003. Trabajaba para la radio pública France Inter y me enteré de que Yoko Ono estaba en la ciudad para presentar su obra. Pedí una entrevista y resulta que estaba alojada en el hotel Ritz, así que se la hice allí. Por la tarde fui al bar del hotel. Solo pedí lo que podía permitirme, una cerveza, que costaba14 euros. Detrás de la barra estaba Colin Field, que era el barman del Ritz y que se jubiló hace tan solo un año. Era muy simpático y empecé a hablar con él. Esa misma tarde le pregunté por la época de la guerra, durante la ocupación en París. Ahí fue cuando me habló de Frank Meier, el barman que trabajó en el bar del Ritz entre los años 40 y 44. Me fascinó y ya entonces me interesé por su historia.
¿Es verdad que nunca llegó a saber si realmente era judío?
Es verdad. No lo pude demostrar, pero tengo muchos elementos que me dejan pensar que lo fue. Tengo la prueba de que los alemanes tenían sospechas que él era judío. No lo consiguieron demostrar, pero también hay testimonios de los años 90 que afirman que Frank les había dicho que era judío. Con todo esto, creí que podía hacer de él un personaje judío.
¿Cómo definiría a Frank Meier? ¿Un superviviente, un héroe, un cobarde?
Es uno de los motivos por los que quise escribir esta novela. Es un personaje complicado. Es un héroe patético. Al mismo tiempo es un poco resistente y un poco colaboracionista. Protege a las personas que ama, pero al principio no quiere tomar una posición. En el fondo es terriblemente humano. Me pregunto si yo, en su lugar, habría tenido las mismas actitudes, y no tengo la respuesta. Él se mueve en una zona gris. Es un héroe que nos puede gustar y que al mismo tiempo puede resultar pesado porque nos gustaría que fuese más noble y menos cobarde.
¿Esa fue su intención, retratar el bar del Ritz como una especia de tierra de nadie, como una realidad paralela donde todo y nada pasaba a la vez?
Sí, el Ritz fue un lugar único en París y en Europa durante la guerra por un motivo muy sencillo: los alemanes decidieron dejar abierto una parte al público. Por eso, el hotel se convierte en un pequeño teatro, un tipo de modelo reducido de la París ocupada. Están al mismo tiempo los resistentes, los espías, los cortesanos, agentes de la Gestapo, oficiales alemanes.... Frank Meier es el primer espectador de ese pequeño espectáculo de mentiras.
No sólo es un reflejo del comportamiento de una sociedad en un determinado momento histórico, sino también de los instintos más humanos. ¿Este libro podría sacar los colores a la sociedad de cualquier época, también a la de hoy?
Sí, porque el mundo de hoy también se parece a la Francia de la ocupación. El Ritz alojaba a alemanes mientras muchos artistas franceses venían al bar a tener una vida que se pareciese a la de antes de la ocupación. Querían tener la sensación de que la vida era normal cuando no lo era en absoluto. Quería mostrar que cuando vives en ese mundo de lujo, estás cegado. Hay dos mundos: el del interior del hotel, donde no se tiene hambre, miedo o frío; y el del exterior, en la que hay terror y deportados. Esos dos mundos viven en la misma ciudad y están muy cerca.
Si hay algo que deja claro esta novela es que los judíos sufrieron una cruenta persecución en una Francia donde casi nadie los protegió.
Así es. Eso es lo que cuenta el libro. Vamos a empezar por decir que hay solidaridades nacionales que han permitido proteger a los judíos, pero el Estado francés de Philippe Pétain no protegió en absoluto a los judíos. Al contrario, participó en la deportación de los judíos extranjeros y franceses hacia los campos de exterminio en Alemania y en Polonia. Es una mancha para Francia y es un hecho histórico infame para nuestra historia nacional que hay que contar.
A pesar de lo claro que deja este libro lo corruptible o vil que puede ser el ser humano, usted sigue creyendo con fuerza en la bondad humana y en su poder. Es optimista.
Me identifico completamente con lo que dice. Creo realmente en ello. Hay una novela de Vasili Grossman, “Vida y Destino", en cuyo centro se coloca la bondad como ese pequeño gesto humano hacia el otro. Es un gesto que no es ni político ni publicitario, sino que se realiza en la intimidad y que nos define como seres humanos. Vasili Grossman dice que ni los nazis ni nadie pudieron destruir esta bondad durante la Segunda Guerra Mundial. Y yo quiero creer en ello, en esa bondad indestructible.
Entre los nombres de personajes célebres en el Ritz destaca el de Hemingway, al que usted le da una presencia muy simbólica. ¿Por qué decidió incluirlo?
Es importante porque se ha mantenido la leyenda de que Hemingway liberó al Ritz el 25 de agosto de 1944. Eso es falso. Lo que sí que es verdad es que fue el primer americano aliado y hombre libre que entró en el Ritz cuando los alemanes ya se habían ido y ya había mucha liberación. Entró con una pistola en la mano y se hizo el héroe. Desde el punto de vista simbólico es muy fuerte, porque Hemingway encarna el mundo de antes, el de Frank Meier, cosmopolita y bohemio, un mundo que los nazis habían eliminado. Es ahí donde procede a parar el libro porque es el fin de la ocupación.