"El cuerpo más bonito...": El opresivo mundo rural en modo flemático ★★☆☆☆
La Abadía abre el ciclo que le dedica estos días a Josep Maria Miró con un texto con el que el dramaturgo catalán obtuvo, entre otros, el Premio Nacional de Literatura Dramática
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Autor: Josep Maria Miró. Director: Xavier Albertí. Intérprete: Pere Arquillué. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 18 de febrero.
La Abadía abre el ciclo que le dedica estos días a Josep Maria Miró con "El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar", un texto con el que el dramaturgo catalán obtuvo, entre otros, el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2022.
La aparición, en un pueblo, del cadáver mutilado de un joven de diecisiete años llamado Albert es el punto de partida argumental de este espectáculo que tiene de thriller solo su apariencia, puesto que a su término el espectador comprenderá que la identidad del autor del crimen es lo menos importante.
La obra, desde el punto de vista literario, es ante todo un drama rural que traza un camino inteligente y plausible desde lo concreto a lo universal explorando asuntos consustanciales al ser humano en su dimensión social, como son la envidia, el prejuicio, los deseos, la intolerancia, las frustraciones, la libertad, la tradición...; una función que muestra muy bien esa ambigua cualidad de la civilización, desbordada de crueldad y de ternura al mismo tiempo, cuando la comprimimos en los márgenes de un pueblo. Pero este texto de Miró, tan crítico y afectivo a la vez en su mirada interior, presenta además no pocas audacias formales. El cuerpo más bonito se estructura como una sucesión de cinco monólogos en boca de otros tantos personajes concebidos para ser interpretados por un único actor. Para rizar el rizo, en algunas partes de la obra se cuelan también otros personajes que toman su propia voz.
El hecho de que el primero de esos monólogos lo pronuncie el personaje fallecido de Albert confiere a la obra un aura de irrealidad que el director Xavier Albertí parece haber querido exprimir tal y como hiciera con la recientemente estrenada En mitad de tanto de fuego. Para ello ha vuelto a colocar a su actor, en este caso Pere Arquillué, totalmente estático en un espacio vacío –bajo un foco de pie– sin dejar que pueda hacer otra cosa que "decir", en lugar de "interpretar", las palabras de Miró.
Pero la cosa no termina de funcionar porque la naturaleza del texto de Alberto Conejero es radicalmente distinta a la de este que nos ocupa. Si aquel se caracterizaba por tender a la abstracción simbólica y poética, el de Miró es un texto eminentemente narrativo, repleto de descripciones, personajes e, incluso, de diálogos que se insertan en los monólogos. Si la falta de emoción interpretativa era, dentro del intelectualizado contexto de aquel espectáculo, un pequeño defecto, en el montaje de El cuerpo más bonito, que parte de materiales más expositivos y contiene una evidente pluralidad de acentos, el relato adquiere una monocorde gelidez que hace difícil que uno en su butaca no desconecte una y otra vez. Tal vez el propósito sea privilegiar la palabra, pero se consigue más bien lo contrario: desaprovecharla. Nadie quiere ir al teatro para escuchar una crónica, sino para ver cómo un buen actor puede dar vida y alma a los acontecimientos y personajes que esta reúne. Y Pere Arquillué, desde luego, es uno de los grandes; por eso no se entiende que no le dejen interpretar. Es tan desconcertante como que un entrenador saque a Messi al campo de fútbol con aletas de submarinista en los pies so pretexto de querer potenciar así su juego con la cabeza. En un entrenamiento –es decir, en un ensayo–..., el experimento podría tener su gracia; pero en un partido oficial –o sea, en una representación con espectadores que pagan– el abucheo no se haría esperar.
- Lo mejor: El texto de Miró tiene hondura y plantea retos formales interesantes
- Lo peor: El espectáculo no aporta absolutamente nada a la lectura que cada espectador pueda hacer por sí mismo del texto.