Estreno en Madrid

Pío Baroja, el autor odiado por un bando y otro, regresa a Madrid

Ramón Barea y José Ramón Fernández llegan a la capital con un ambicioso montaje sobre la trilogía del autor donostiarra. Las cifras del proyecto hablan solas: 100 personajes, 10 actores, casi 3 horas, 60 escenas...

Los diez actores que aparecen en la escena de "La lucha por la vida" se desdoblan hasta interpretar a un centenar de personajes
Los diez actores que aparecen en la escena de "La lucha por la vida" se desdoblan hasta interpretar a un centenar de personajesE. Moreno Esquivel

No las tenía todas consigo Ramón Barea (Bilbao, 1949) cuando estaba a punto de estrenar La lucha por la vida, de Pío Baroja (San Sebastián, 1872-Madrid, 1956), en el Teatro Arriaga de Bilbao. Tocaba madera ante las desgracias que el escritor había sufrido en ese mismo escenario: La leyenda de Jaun de Alzate se intentó montar hasta en dos ocasiones (con Adolfo Marsillach y Luis Iturri), pero en ambos proyectos fue imposible seguir adelante. Esta vez, la cosa funcionó, aunque alejados del título «maldito». Fue con la trilogía compuesta por La busca, Mala hierba y Aurora roja, y se ciñeron a las pautas de Baroja, «un prófugo del teatro. No entró en el de la época, como Valle y otros contemporáneos. No le gustaba lo que se hacía para contentar al público o el que buscaba ser económicamente rentable», señala el actor (que se mete en la piel del propio escritor) y director de esta pieza que, tras un año de gira, desembarca en Madrid, en la Sala Principal del Español. Durante todo el viaje han estado muy presentes aquellas palabras del miembro de la Generación del 98 en las que sentenció, en 1902, que «si el drama en sí es bueno, no necesita de nada, ni aun siquiera de decoraciones. Una compañía de actores excelentes representando a Hamlet en camiseta creo que haría estremecer al público».

Asegura Barea (Premio Nacional de Teatro 2013) su curiosidad por saber qué pensaría el escritor de la función que presentan, aunque, ante la evidente imposibilidad de conocer la respuesta, se ha aliado con José Ramón Fernández (Nacional de Literatura Dramática 2011 y responsable de la versión) para levantar un montaje con cifras de peso: 165 minutos, descanso incluido, 60 escenas, 100 personajes para diez actores (Ramón Barea, Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas)... «¡Para eso somos de Bilbao!», bromea el adaptador, nacido en Madrid en 1962.

Además de dirigir, Ramón Barea interpreta al propio Pío Baroja
Además de dirigir, Ramón Barea interpreta al propio Pío BarojaE. Moreno Esquivel

Un espectáculo que tiene «algo de homenaje, de osadía, cariño y reconocimiento –hacia el autor–. Lo planteamos como un juego teatral con un elenco generoso y eficaz», advierte Barea. Se mete así Fernández en otra labor de condensación similar a la que realizó en El laberinto mágico que dirigió Ernesto Caballero en el CDN. Entonces, seis novelas se licuaron hasta lograr un muy buen resultado de hora y media; en esta ocasión, la función es algo más larga pero el espíritu es el mismo. Una labor nada sencilla: «Desde luego que no –resopla Barea–, pero sabíamos que por el camino se pierden cosas». «Sigo picando piedra», le contestaba Fernández tras un primer texto de nada menos que 500 páginas «porque te enamoras de todos los personajes», defiende el intérprete. Sin embargo, el trabajo de recorte siguió hasta lo esencial: «Y nos quedamos con solo 100», como el que destila en un alambique, añade Fernández.

No esconde Barea el atrevimiento que supone convertir las novelas de Baroja en material de teatro. Un autor que considera como «un memorialista, pero que fue vilipendiado, odiado y querido» por poner en entredicho el modelo de república que se estaba formando. «Aguantó el chaparrón de uno y otro lado».

La lucha por la vida que proponen Barea y Fernández es una versión muy cinematográfica, explica el bilbaíno, en la que utilizan «el ritmo vertiginoso de las novelas de Baroja» para organizar «escenas cortas y rápidas».

Su adaptador define esta trilogía que se publicó después de reescribir los 59 capítulos publicados en el diario El Globo, en 1903, como «un Lazarillo del siglo XX» en el que se suceden los pícaros y la tensión dramática. La acción se centra en las afueras de un Madrid triste que trata de recomponerse de las derrotas de Cuba y Filipinas. Una crisis de Estado que lleva a sus habitantes al empobrecimiento y que llena la ciudad de «perdedores». Cuenta Barea que, «si en Valle empatizas con Max Estrella, aquí no. Te pueden hacer reír, pero no más», añade del protagonista, Manuel Alcázar (Puertas), y las figuras satélite de su alrededor: «Es un chavalillo de pueblo que se pega a su madre, la que se encarga de buscarle la vida; una especie de Lazarillo sin códigos éticos ni moral. En la novela es más silencioso y observador, en el teatro está más presente, es de carne y hueso». La pobreza marca a este joven emigrante de Soria que empieza a residir en la capital de finales del XIX en un entorno rodeado de personajes que le invitan a vivir una existencia honrada y, otros, que le incitan a lo contrario. Ya lo dijo Cervantes: «Es muy difícil ser decente siendo pobre».

La misma ciudad

Señalan que el autor de «La busca» tuvo una mirada meticulosa para analizar y presentar a personajes que vivían en barrios y en el extrarradio de un Madrid que todavía hoy distingue Fernández: «Ha cambiado mucho, pero hay zonas que reconoces», explica quien tuvo una bisabuela cigarrera en la calle Embajadores y cuyo padre nació en la glorieta de Pirámides. «Pese a la nube de contaminación, los atardeceres son los mismos; o las colas por comida que vemos en la plaza de Jacinto Benavente, junto al cine Ideal, también nos recuerdan a aquel Madrid».

Pío Baroja dejó constancia «de un sector de la sociedad en un momento determinado» que es extensible al presente, sostiene Barea, «culpable» de introducir a Baroja en escena como un personaje más, una manera de «marcar distancia de lo trágico»: «Pensamos en que fuera más coral hasta que nos dimos cuenta de que él mismo se incorpora como autor, hablando de sí mismo, en la novela». Trasladan así ese juego al escenario, «como un demiurgo o director de escena».

  • Dónde: Teatro Español, Madrid. Cuándo: hasta el 14 de abril. Cuánto: de 6 a 22 euros.