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El Museo Picasso Málaga contradice la historia del artista: ni periodo azul ni cubismo

La reordenación de la colección personal del Palacio de Buenavista aborda al autor de "Las señoritas de Avignon" desde un punto de vista que rompe con todo

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Olvídense de las etapas de Picasso. Son historia. Adiós al periodo azul, al rosa, al neoclasicismo, al expresionismo, al cubismo... Nunca existió ese personaje con tantas caras como nos contaron. Solo hubo uno. O, al menos, esa es la propuesta que hace desde hoy el museo malagueño del artista. «El objetivo es crear un sentido de la unidad. Otra forma de mostrar su colección», asegura Michael FitzGerald, responsable del nuevo recorrido del Palacio de Buenavista (Pablo Picasso: estructuras de la invención. La unidad de una obra).
Su apuesta es clara: se ha decidido «contradecir», afirma tajante, la norma establecida. El MPM sugiere que «el proceso de Picasso era más complejo» de lo que las supuestas fases han transmitido. «No segmentó» su trabajo. Incluso se apoya el comisario en la propia palabra del artista: «Él mismo dijo que se movía de una época a otra para volver en cualquier momento», explica FitzGerald –profesor de Historia del Arte de la Familia Kluger en el Trinity College de Hartfor, Conneticut–.
La propuesta del Museo Picasso Málaga recoge, de primeras, 144 obras «ambiguas» en el estilo y el tema (durante los siguientes tres años pasarán un total de 202 piezas). «Van y vienen entre el cubismo, el clasicismo o el surrealismo». Cuadros, esculturas, dibujos o cerámicas que formaron parte de la colección personal de Picasso «hasta su fallecimiento». «Las mantuvo en su poder durante toda la vida. Son tan importantes que se las quedó», cuenta el comisario de este «regalo de la familia al museo». «Es la forma en la que Picasso podía volver a ver sus primeras obras y utilizarlas para posteriores trabajos. Literalmente las tenía a la vista. Vivía con esta mezcla de estilos y periodos para revisitarlas».
Así, la exposición que durará hasta la primavera de 2027 invita al espectador a seguir algunos de los caminos creativos que el artista utilizó para entrelazar diferentes momentos «ofreciendo la oportunidad de contemplar a Picasso como un todo», presenta el inicio de una muestra que, al mismo tiempo, recoge cinco «focos» o secciones temáticas que abordan en profundidad varias fases «especialmente significativas» (escultura africana, pinturas sobre madera, esculturas en yeso, su arte tras la liberación de París y el mural de la Unesco).
Pero es la infancia del malagueño la que abre el recorrido: Lola con una muñeca (la hermana del artista) (1896) recibe al visitante como muestra de su buen hacer con solo quince años. En esa misma sala, Maternidad (1970) puede dar la impresión de que Picasso repudia las tradiciones de su juventud, sin embargo, advierten, «el tema del cuadro, una mujer con un niño, es fundamental en la tradición del arte religioso español». Entre una y otra pieza, un Niño (1960) de bronce enseña que, en sus últimos años, el malagueño volvió a menudo a la infancia como símbolo de rejuvenecimiento en la vida y en el arte.
El orden cronológico es otra de las rupturas de esta retrospectiva que persigue demostrar esa «unidad». Más adelante, Retrato de un hombre barbudo, de 1895, refleja la precoz habilidad de Picasso en el retrato realista y demuestra su dominio de la técnica descarnada de Velázquez, una rama del arte español que retomará constantemente, por ejemplo, en los toscos rasgos, el traje y el sombrero flexible de Cabeza de hombre (1972).