El traidor y el héroe: una rivalidad legendaria
Reyes, heroínas y guerreros se enfrentan a cobardes, villanos y delatores de manera subterránea en la historia y los mitos fundacionales de nuestro país
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Desde la edad antigua, la vieja piel de toro ha estado transitada por crónicas legendarias que corrían a la par de la historia oficial y evenemenecial, de la política y las formas de gobierno, de la sociedad, los gobernantes, las legislaciones, los conflictos bélicos, la evolución de la economía y sus modelos. Era esta una historia subterránea, algo más intangible, pero no menos verdadera, y desde luego influyente, que refería el desarrollo de una manera de estar en el mundo bastante peculiar. Era la forma de ser europeo y occidental que se conformaba en la mentalidad hispánica, de forma acaso algo extrema y siempre en los extremos. Los mitos historiados hablan de héroes y heroínas, reyes justos y tiranos, traidores de leyenda, personajes semidivinos, criaturas híbridas y montaraces, y un sinfín de arquetipos y lugares comunes que recorren nuestra geografía legendaria, situada en los extremos del mundo conocido, a veces en paisajes yermos y otras en vergeles exuberantes.
Podríamos hacer un ensayo de taxonomía de los elementos básicos que constituyen la dimensión mítica de España hablando en primer lugar de las inevitables dicotomías, pues los protagonistas de su historia son capaces de las hazañas más altruistas y benefactoras, pero también artífices de la más nihilista desolación, en un esquema cíclico y recurrente. Vemos pares que son arquetípicos, que se presentan ante nosotros en composiciones binarias, al modo de ceros y unos, con los elementos marcados y no marcados del estructuralismo, que van conformando la historia de esta tierra de extremos: la del Finisterrae antiguo, la del Oriente en Occidente del exótico siglo XIX, la de la confrontación fratricida de las dos Españas. Ahí están las grandes parejas de nuestra mitología patria.
En primer lugar, y como siempre, está presente el traidor frente a la figura del héroe, don Julián (Goytisolo lo trata), frente a don Pelayo o El Cid. En suma, el que vendió su país contra el que ayudó a ganarlo de nuevo. Lo que ocurre es que sabemos desde Borges que una figura es seguramente una versión de la otra, dos caras del mismo medallón. «Tema del traidor y del héroe», cuento célebre del autor argentino, evoca esta idea en el caso de la historia política, al hilo de la fundación de un país con ímpetu nacionalista, en este caso irlandés. La narrativa mítico-histórica lo puede trastocar todo de tal modo que haga del vendepatrias un héroe que, por diversas vicisitudes, ha acabado encumbrado a los altares del recuerdo colectivo como prócer de un país determinado.
Y es que hay opuestos que puede que sean narrativamente la misma figura, como ocurre en el caso del maligno y del mesías en los ciclos del folklore y la mitología. No es más, en este último caso, que el punto de vista de la comunidad de origen ante la figura de héroe que vuelve después de su peripecia y trae un determinado don o elixir: nadie es profeta en su tierra. Según sea el héroe bienvenido por los compatriotas originarios con hospitalidad como una figura salvadora o bien sea mal recibido, como un intruso que trae un peligroso elemento disturbador, cabe hablar en los ciclos narrativos de un mesías o un maligno. Igualmente en cuanto a la dualidad héroe y traidor.
Otro cuento aún de Borges nos ilumina acerca de la correspondencia mítica de los opuestos, la vieja «coincidentia oppositorum» de la sabiduría antigua aplicada a la narrativa, y es este el cuento de «Los teólogos». Dos eruditos religiosos de la tradición tardoantigua y medieval, de animadversión mutua y rivalidad enconada, expuesta en una doble obra en torno a las esencias de los dogmas teológicos, en breve, descubren en el más allá que son una y la misma persona.
Pues quizá esta sea una de las claves de las figuras de héroes y traidores de nuestro solar patrio, la intercambiabilidad de sus ciclos. Piénsese en cómo tratan a héroes y villanos de la historia las diversas mitologías, las nacionalistas periféricas frente a las centralistas, las hispanoamericanas frente a las iberistas o las imperiales hispánicas frente a las muchas postrimerías y rivalidades de la leyenda negra en Europa y, notablemente, en el mundo anglosajón. Ahí se da la consabida inversión de roles que tenían cada uno, con héroes que son traidores y viceversa, con un Pizarro o como un Cortés mitificado y demonizando, un virrey denostado o un pirata redimido, un renegado que se vuelve caudillo emancipador, un idealista revolucionario devenido en tirano o un inquisidor beatificado. Un esquema básico de la historia mítica iberoamericana.