Sección patrocinada por sección patrocinada

Cine

Jafar Panahi y su venganza contra el régimen: "No tengo miedo de no poder volver a Irán: siempre será mi casa"

Aterriza en las salas "Un simple accidente", el último trabajo con el que el aclamado cineasta iraní ganó la Palma de Oro en la última edición de Cannes, un drama orquestado al más puro estilo Beckett

Un fotograma de "Un simple accidente"
Un fotograma de "Un simple accidente"Imdb

Detrás de los cristales tintados de unas gafas de sol graduadas se esconde la mirada de un hombre que ha experimentado la privación de libertad hasta en dos ocasiones simplemente por el hecho de hacer películas. La última de ellas, "Un simple accidente", relato involuntariamente tragicómico –tal y como reconoce él mismo– con pinceladas surrealistas en la configuración del arco dramático de los personajes que se sirve de un variopinto grupo de damnificados por las torturas del régimen iraní para trazar un rocambolesco viaje lleno de improvisación y oportunidad de venganza con el que consiguió alzarse con la Palma de Oro en la última edición de Cannes y que presentó en Donosti el pasado mes con el empático respaldo tanto del público como de la crítica.

Aplicando la manoseada referencia históricamente feminista acuñada por Carol Hanisch de que lo personal es político, cuando extrapolamos esta afirmación al campo de creación de un cineasta como Jafar Panahi, el subrayado de la literalidad que encierra esta idea, se vuelve más urgente que nunca. "Un gobierno como este, tan estricto, tan religioso, en el siglo XXI, es el mejor ejemplo de surrealismo que se me ocurre. Si viviéramos en la edad media, podríamos decir que es natural, pero en el siglo XXI, tener un régimen así es absurdo", clamaba antes de sentarse con LA RAZÓN para hablar en el marco del festival sobre todo lo que dice a través de su cine, pero aún más, sobre todo lo que todavía necesita ser dicho.

¿Elección voluntaria?

Preguntado por la oscilación entre perdón y venganza que recubre la trama y su relación personal con ambos conceptos, el también director de "El círculo", cinta por la que ganó el León de Oro en Venecia o "Taxi en Teherán", con la que repitió reconocimiento internacional pero con el Oso de Oro en Berlín considera que "en esta película me parecía importante utilizar estos dos sentimientos que mencionas para hablar del futuro, de lo que va a pasar en mi país en los próximos años, del rumbo que tendremos que elegir. ¿Ese futuro va a seguir inundado de violencia? Eso es lo que nos toca decidir", indica antes de proseguir: "Te voy a plantear un un ejemplo sencillo para que veas ese latigazo de humanidad que comentaba al principio. Durante el ataque aéreo que ocurrió en junio de este año por parte de Israel, uno de los misiles lanzados cayó en la cárcel principal de Teherán, Evín. Como consecuencia del impacto, se rompieron las puertas, las paredes, todas las estructuras de contención y los presos salieron. Al salir de las celdas vieron que parte de los carceleros, de los torturadores, estaban malheridos y lo que hicieron muchos de los condenados fue ayudar a los heridos que eran, como digo, carceleros y torturadores, sacando a estas personas de los escombros a estas personas. ¿Esto quiere decir que les han perdonado? ¿O simplemente estamos hablando de un ejercicio de humanidad?".

El nivel de compromiso político adquirido por Panahi desde hace años, integrado de manera consciente en su identidad como cineasta, se materializa en esta ocasión con el homenaje velado que propone a los que fueron sus compañeros de celda durante su segunda condena, periodo durante el cual llevó a cabo una sonada huelga de hambre. "Desde que salí he pensado en ellos, siempre los tengo en mi recuerdo y pensé que se merecían que hiciera algo por ellos. En cierto modo esta película lo es, sí, sin duda. Es como cuando haces un viaje con amigos y disfrutas o no de la experiencia, pero pasa el tiempo y un día te das cuenta de que llevas años hablando de aquel viaje con aquellos amigos. Yo he convivido siete meses en celdas con estas personas, es imposible olvidarlas".

"Las mujeres iraníes que no se ponen el velo a pesar de que el régimen las obliga a ponérselo para cubrir su pelo porque si no te tapas vas al infierno, son otra muestra más de resistencia"

Jafar Panahi

A diferencia de otras cintas anteriores en las que la introducción de humor negro no parecía tener cabida ni lugar, en "Un simple accidente", se percibe alrededor del contexto de un epicentro narrativo crudísimo, doloroso y explícito en términos de denuncia, la generación de escenarios y situaciones con marcado carácter cómico que el director, lejos de resaltar como un ejercicio de voluntad creativa, asocia con la realidad consustancialmente ridícula de su país.

"¿Cuántas veces la propia vida no resulta absurda?", cuestiona en voz alta antes de que le preguntemos por una posible modificación en el sentimiento de arraigo desarrollado hacia Irán tras haber sufrido innumerables rechazos, coacciones y censuras estatales por parte de los representantes políticos de su lugar de origen. "No, yo siempre he considerado Irán mi hogar y nunca he pensado en quedarme en un lugar alejado de sus márgenes. No tengo miedo de no poder volver a Irán porque siempre será mi casa. No lo digo desde una perspectiva nacionalista ni patriótica porque nunca lo he sido, sino desde el sentimiento de los orígenes: conozco la cultura, conozco los olores, conozco los ruidos, las calles, conozco la gente, es donde yo me he formado y siempre seré de ahí. Aquí me siento extraño", admite.

Film - Jafar Panahi
Film - Jafar PanahiScott A Garfitt/Invision/APAgencia AP

Toda su obra está atravesada por una concepción del cine como espacio de resistencia. ¿Sigue teniendo sentido hoy en día, con el contexto de agitación social y política internacional tan opresivo y preocupante que estamos viviendo pensar el cine desde este lugar?. "Sí. Pero cualquier gesto que se haga, cualquier motivo que tenga que ver con la vida de los humanos, pueden convertirse en ejercicios de resistencia contra la opresión, en una protesta contra los regímenes totalitarios. Una manifestación en la que sales a la calle para expresar tu descontento por lo que está pasando, una prenda de vestir que desafía normas impuestas, una obra, un libro, una película: todo sigue siendo un elemento contestatario de protesta. Incluso una prenda de vestir: todos los dictadores quieren que la gente se vea igual, ande igual, coma igual, viva igual. Por ejemplo, las mujeres iraníes que no se ponen el velo a pesar de que el régimen las obliga a ponérselo para cubrir su pelo porque si no te tapas vas al infierno, son otra muestra más de resistencia. El cine en este sentido no es una excepción".

"Desde que salí de la cárcel durante mi segunda condena, he pensado en mis compañeros de celda"

Jafar Panahi

Sin embargo, la aproximación del foco mediático a su trabajo en forma de premios, es algo de lo que sólo es capaz de disfrutar cuando lo entiende como un elemento de comunión con la gente. "Siento que este último trabajo ha propiciado una ruptura de barrera cultural importante, he sentido mucho calor y muy buena acogida en Asia, en Europa y en Estados Unidos. Para mí, como he dicho en otras ocasiones, lo importante de esto es haber sido capaz de comunicarme con mi cine, de hablar de las cosas que tienen que ser habladas. Los premios en este sentido abren caminos, por supuesto, pero cuando tú contactas, conectas, comunicas y te acercas al espectador porque consigues que lo que haces les interpele, no hay mayor satisfacción que esa. Saber que mi película, con independencia del idioma o de la temática, ha podido impactar en la vida de alguien, aunque sea durante las horas que haya durado, es lo más importante para mí y lo que creo que da sentido a lo que hacemos", se despedía Panahi con un alegato hermoso y sensible que hoy, más que nunca, pretende resignificar el alcance cultural de las películas. Su disimulado aparataje de despertador de conciencias.