Polémica

Garzón, de charco en charco: la carne “de mala calidad”, la “huelga de juguetes”, el turismo “precario”...

El Gobierno se desmarca del ministro de Consumo, siempre en el ojo del huracán. Su ataque al sector cárnico es solo el último ejemplo de una larga lista de polémicas

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, visita una explotación ganadera en Asturias
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, visita una explotación ganadera en AsturiasELOY ALONSOAgencia EFE

Para el Gobierno, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, se ha convertido en ese familiar o compañero de trabajo al que hay que ir disculpando porque «no era su intención ofender a nadie», «le pierden las formas» o «solo habla por él, no por nosotros». El último charco en el que ha metido la pata el titular de Consumo ha sido afirmar en el rotativo británico «The Guardian» que las granjas españolas de gran tamaño exportan«carne de mala calidad de animales maltratados». Ayer, un día después de que saltará la polémica, la ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y la ministra de Educación, Pilar Alegría, no dudaron en afirmar que sus palabras eran «a título personal», no como Gobierno. Esta táctica para desvincularse de las declaraciones de Garzón ya se popularizó en el Ejecutivo cuando el ministro relegó la ingesta de carne roja a las «barbacoas» con su campaña «Menos Carne Más Vida» y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ninguneó asegurando que «a mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible».

No es la primera vez, ni probablemente la última, que las opiniones de Alberto Garzón colocan al ministerio de Consumo y al Gobierno de coalición en el ojo del huracán. Esta cartera, que nunca antes había existido, le fue asignada al líder de Izquierda Unida, lo que generó serias dudas y reticencias ideológicas que polémica tras polémica han acabado por confirmarse. En verano, con su campaña para reducir el consumo de carne porque, en su opinión, «perjudica a la salud y al planeta», puso el foco en las bandejas «baratas provenientes de macrogranjas» que se encuentran en los supermercados. La opinión pública no tardó en recriminarle que las familias humildes no tienen dinero para permitirse un menú diario como el que sirvió en su boda, allá por 2017, en el que destacaba el carpaccio de ternera, el solomillo de ternera a la brasa, el bogavante o el foie, entre otros platos.

Sin embargo, una de sus primeras polémicas en el sector agroalimentario surgió cuando al lanzar el sistema de etiquetado Nutriscoreel jamón ibérico, el aceite de oliva o los quesos, productos típicos de la dieta mediterránea, se colaron entre los productos menos saludables. Las críticas dieron sus frutos y finalmente garantizó que el aceite de oliva no tendría que poner etiquetas que trasladasen que su consumo es malo.

Las bebidas azucaradas y los dulces, en cambio, sí que entraron en la lista de productos indeseables. El ministro de Consumo fue uno de los grandes impulsores del la subida del IVA a las bebidas azucaradas o con edulcorantes añadidos, del 10% al 21% desde enero de 2021, lo que también repercutió negativamente al sector remolachero. Esta defensa dejó para el recuerdo una de sus campañas más sonadas: «El azúcar mata». La reducción de la obesidad infantil fue otro de los principales argumentos con los que respaldó este incremento impositivo y que volvió a esgrimir al anunciar su intención de prohibir la publicidad de chocolates, bollería industrial, galletas y dulces dirigida a niños y adolescentes en televisión, radio, periódicos, redes sociales, webs, aplicaciones y cine.

Para demostrar la ineficacia de la normativa publicitaria actual llegó a posicionarse en contra de que las Galletas Príncipe patrocinaran a la selección española de fútbol. La medida en ciernes fue criticada por algunos y alabada por otros, pero la fijación del ministro por dictaminar la dieta de los españoles le trajo otro aluvión de críticas tras publicar su recetario de «Comida rápida, barata y saludable», donde ni la carne roja ni las recetas tradicionales tienen hueco, pero sí los productos caros y pocos respetuosos con el planeta, como vasitos de arroz.

Ahora le ha tocado el turno al sector agroalimentario, estratégico para la economía española, pero prácticamente no hay ningún tema que no haya sido objeto de las declaraciones envenenadas de Alberto Garzón. Coincidiendo con las fiestas navideñas, Consumo gastó 80.000 euros en publicidad para llamar a las familias a una «huelga de juguetes» contra los «peligrosos estereotipos sexistas», y planteó «erradicar» los anuncios que perpetúan los roles de género, una iniciativa que fue criticada por los fabricantes jugueteros por instrumentalizar a los niños y por el sector publicitario por lastrar su competitividad.

Declaraciones «impecables» y como ministro, no a título personal

No obstante, uno de sus ataques más sangrantes fue cuando en mayo de 2020 calificó el turismo español –hasta el 13% del PIB– como un «sector estacional, precario y de bajo valor añadido», lo que también le costó una petición de dimisión o rectificación por parte del sector. Publicar un tuit afirmando que el tiroteo de Orlando fue culpa de la «lacra del heteropatriarcado», defender que Cuba era el «único» país con un «modelo de consumo sostenible» (un tuit de 2012 que borró) o comunicar su deseo de que fracasara el «golpe de estado» de Juan Guaidó en Venezuela (otro tuit eliminado) son otras perlas que ha dejado el ministro. En cuanto a la controversia de la carne de «mala calidad», Garzón aseguró en una entrevista en la SER que sus palabras fueron «impecables» , culpó al «lobby» de las macrogranjas del «bulo» y defendió que habló como ministro y no a título personal, como aseguró la portavoz del Gobierno.

Silencio sobre los precios récord de la luz

2021 fue el año con el precio de la luz más caro de la serie histórica, con un coste medio de 111,4 euros/MWh, más del triple que en 2020, el más barato en los últimos 17 años por la pandemia. El 23 de diciembre la luz alcanzó su máximo histórico, con una media de 383,67 euros/MWh, un 828% más que el mismo día de 2020, cuando costaba 46,3 euros/MWh. En 2017, aún en la oposición, Garzón se rasgaba las vestiduras y denunciaba que «ningún Gobierno decente debería tolerar» que la factura estuviera un 10% más cara que el año pasado por Navidad, pero ahora guarda silencio o descarga de responsabilidad al Gobierno.