Diligencias secretas

Sin rastro de antecedentes psiquiátricos en el autor del atropello de Torre Pacheco

La investigación no ha hallado ningún informe médico que acredite unos supuestos trastornos que alejarían la hipótesis del atentado terrorista

Así quedó el coche con el que el autor del atropello arrolló la terraza de un bar causando la muerte de una persona en Torre Pacheco
Así quedó el coche con el que el autor del atropello arrolló la terraza de un bar causando la muerte de una persona en Torre PachecoMarcial GuillénEFE

El autor del atropello mortal de Torre Pacheco (Murcia) el pasado 17 de septiembre no había sufrido ningún trastorno psiquiátrico. Así lo ha acreditado al menos la Guardia Civil en un informe remitido recientemente a la Audiencia Nacional en el que, según las fuentes consultadas, apunta que no hay constancia hasta el momento de ningún informe médico que así lo acredite.

La posibilidad de que el conductor -que arrolló con su coche la terraza de un bar en la citada localidad murciana causando la muerte de un ciudadano británico y dejando dos heridos leves- sufriese algún problema psiquiátrico, y actuase por tanto enajenado mentalmente, es precisamente una de las hipótesis que alejaría la consideración del suceso como un atentado terrorista, que es lo que en estos momentos investiga el juez de la Audiencia Nacional Santiago Abascal, titular del Juzgado de Instrucción número 1.

Según esas mismas fuentes, los agentes han rastreado los expedientes de la atención médica recibida en la sanidad pública por Abdellah Gmara, de nacionalidad marroquí, desde que llegara a España con doce años como menor extranjero no acompañado (mena). Pero, por ahora, la Guardia Civil no ha encontrado ni rastro de un documento médico en ese sentido.

Además, añaden las fuentes consultadas, tampoco ninguno de los testigos que han sido interrogados en el marco de la investigación han hecho alusión a que el autor del atropello tuviese problemas psiquiátricos. “Lo definen como una persona tímida, introvertida, pero sin aparentes trastornos psiquiátricos”, aseguran.

Diligencias pendientes

Por ahora, la investigación continúa secreta, y así seguirá a la espera de que se conozca el resultado de varias diligencias ordenadas por el instructor, que una vez concluidas deberá decidir si mantiene la instrucción de la causa en la Audiencia Nacional, o la remite a los juzgados de San Javier (Murcia) si finalmente descartase la existencia de indicios suficientes para considerar el atropello un atentado yihadista.

Lo cierto es que la Audiencia Nacional tardó menos de 24 horas en reclamar la investigación. El atropello se cometió a las 14:30 del viernes y el mismo sábado el tribunal especializado en delitos de terrorismo ya se había puesto en contacto con los juzgados de guardia de San Javier (que asumieron en un principio el procedimiento) para tomar las riendas de la investigación.

Por ahora, los indicios que apuntan en esa dirección son fundamentalmente el hecho de que Gmara dejó una carta escrita en la que habría anunciado su intención de cometer un atentado. Pero en esa misiva también figuran alusiones que hicieron pensar a los investigadores que el autor del atropello podía no estar en su sano juicio, como que sus problemas de integración en la sociedad occidental y el trato recibido en un centro de acogida de menores de Mislata (en Valencia) constituía para él “un asesinato telepático”. De ahí que la Guardia Civil haya buscado -hasta ahora, sin éxito- algún antecedente médico que apunte que hubiese padecido en el pasado algún tipo de trastorno mental.

Otros indicios que abonan la tesis de un supuesto atentado yihadista son la declaración de testigos presenciales de que Gmara -que habría fallecido clavándose un cuchillo en el pecho tras arrollar a los clientes del bar Honey´s del citado municipio murciano- habría realizado el símbolo de la unicidad el Tawhid, habitual entre los terroristas yihadistas antes de cometer sus acciones.

El autor del atropello (que supuestamente se rasuró el cuerpo antes de llevar a cabo el atropello) no era, como informó LA RAZÓN, una persona especialmente religiosa, pero dos semanas antes de los hechos experimentó un cambio radical y se encerró en el apartamento que había alquilado para enfrascarse en la oración.