
Tribuna
Yo, con la democracia
La manifestación de este domingo en Madrid es un «basta ya» al deterioro institucional y una exigencia de que la política sea decente

España se encuentra en una encrucijada. No es una hipérbole ni una figura retórica más en el fragor del debate político.
Es una realidad que nos convoca, como ciudadanos conscientes del futuro de nuestra nación, este domingo en Madrid.
Será el punto de encuentro para miles de españoles, no bajo el color de un partido, sino con la única bandera que nos representa a todos: la defensa de la democracia.
Entendemos la democracia como algo que trasciende con mucho el ejercicio del sufragio. Es un entramado de valores y principios innegociables: la primacía de la ley para todos, una separación de poderes efectiva y real, el máximo respeto a la integridad de nuestras instituciones, la exigencia de transparencia en la gestión de lo público, la obligación ineludible de rendir cuentas, una prensa libre como pilar fundamental y la riqueza que emana del pluralismo político.
Este es, ni más ni menos, el valioso pacto de convivencia que nos legó la Transición, el cimiento sobre el que hemos edificado nuestras décadas de mayor progreso, mayor bienestar y libertad.
No olvidemos que la fortaleza de la democracia liberal radica en su complejo sistema de equilibrios. Son estos contrapesos, y la vigilancia activa sobre ellos, los que nos defienden de la peligrosa concentración de poder en pocas manos y los que garantizan que los derechos de cada individuo prevalezcan ante cualquier intento autoritario o cualquier deriva populista que amenace nuestro marco de convivencia.
Es un edificio complejo donde cada pilar es fundamental. Si uno se debilita, toda la estructura se resiente. Y hoy, algunos de esos pilares fundamentales de nuestra democracia están siendo erosionados, no por un cataclismo repentino, sino por una acción persistente, casi metódica, del Gobierno de Sánchez que busca transformar la arquitectura institucional y moral de nuestro país.
Yo denuncio las actuales derivas del Gobierno de España, que lo alejan peligrosamente de estos principios.
Denuncio una concepción del poder que parece entender las instituciones no como un servicio al ciudadano, sino como un instrumento al servicio de un proyecto partidista y personalista.
Denuncio la falta de transparencia que se ha instalado en la toma de decisiones fundamentales, arrebatando a los ciudadanos el derecho a conocer y fiscalizar la acción de sus gobernantes.
Los escándalos se suceden, y se intenta taparlos con el siguiente, generando una atmósfera de sospecha letal para la confianza pública. La llamada «guerra sucia», con maniobras que recuerdan a épocas que creíamos superadas, no hace sino confirmar esta deriva intolerable.
Denuncio la estrategia de fomentar una polarización artificial y tóxica que dinamita los puentes de diálogo y consenso, elementos consustanciales a cualquier democracia madura.
Se busca al adversario, no al interlocutor, en una espiral que dificulta la consecución de acuerdos básicos para el bien común.
Denuncio la quiebra del principio de igualdad entre españoles y una cesión constante ante quienes no creen en el proyecto común de España, debilitando la cohesión nacional y la fortaleza del Estado.
Denuncio una gestión donde la palabra dada parece tener fecha de caducidad, donde los compromisos se desvanecen y donde la improvisación y la falta de rumbo definen un Ejecutivo sin presupuestos, rehén de mayorías parlamentarias volátiles y más preocupado por su supervivencia que por el interés general.
Un Gobierno muy débil, rodeado de interrogantes que afectan a su credibilidad y a la propia dignidad de la política.
Ante esta deriva, la pasividad no es una opción. Defender la democracia es un deber de todos, no de un partido. Cuando los cimientos tiemblan, la sociedad debe levantarse para proteger nuestro legado.
La manifestación de este domingo en Madrid va más allá de los partidos. Como dijo el presidente Feijóo, «esto no va de siglas, va de decencia».
Es un grito de la conciencia cívica de quienes aman la libertad y exigen un gobierno al servicio de todos, con transparencia. Es un «basta ya» al deterioro institucional y una exigencia de política decente.
Queremos restaurar la confianza y la moral en la vida pública, con instituciones independientes y un gobierno que responda ante los ciudadanos, y no al revés.
Yo estaré mañana en Madrid. Y hago un llamamiento a aquellos que, independientemente de su ideología, sientan que nuestra democracia está en juego y elijan estar «con la democracia». Espero que seamos cientos de miles.
Porque cuando un pueblo se une pacíficamente para defender sus libertades y la integridad de sus instituciones, envía un mensaje poderoso e inequívoco.
Madrid debe ser un clamor sereno, pero firme, una demostración de que la sociedad española está viva, despierta y dispuesta a proteger el legado que nos une.
Porque la democracia no se defiende sola; la defendemos los ciudadanos. Y mañana tendremos la oportunidad de demostrarlo. Nos vemos allí.
Alicia García es portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Senado
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