Opinión

Pegada de carteles

Sabemos que existe la política porque nos lo dicen, pero no tenemos claro para qué la usan a estas alturas del asombro

GRAFCAT4150. TARRAGONA, 09/05/2024.- Vista de carteles electorales pidiendo el voto en las elecciones catalanas del 12 de mayo en el centro de Tarragona. EFE/Enric Fontcuberta
Carteles electorales de las pasadas catalanasEnric FontcubertaAgencia EFE

El Congreso es un carrusel sobre el que los caballitos giran y giran, a veces desconcertadamente, en un sentido u otro sin ningún tipo de importancia. Al final, después de un buen rato la mirada se nubla y te dan mareos, que es lo más natural que te pueda suceder. Los partidos insisten en que la campaña para ganar el centro europeo arrancó esta medianoche, pero saben que es mentira. Te lo sueltan mientras te miran con media sonrisillas en el rostro, sabiendo que ya soportas todo y tienes la papeleta en la mano. "Querido tonto, trabajamos para usted", le susurran. Enhorabuena, aunque la conclusión es que la campaña no acaba desde que Pedro Sánchez se puso a los mandos en aquella sesión del bolso y el escaño.

Pongan el retrovisor, miren hacia atrás y observen la ristra de cuerpos en la cuneta que cayeron por el camino desde aquella tarde. Cualquiera podría preguntarse dónde estuvo el epicentro de ese terremoto que derribó a tantos como figuritas de cera sobre el tapete verde donde juega un niño. Pero no hay respuestas, porque se trata precisamente de eso que no nos quieren contar, de un entretenimiento remunerado hacia ninguna parte, como un tango desordenado sin fin, vuelta tras vuelta, giro a giro de un lado a otro de la pista.

Milei le ofreció con naturalidad al presidente el argumentario perfecto de las europeas para que lo venda un PSOE, agitado como un avispero sin avispas, mientras el cuento es que le tratamos de ganar el partido a Argentina, otra vuelta, y nos cagamos sobre la dignidad de Israel reconociendo un estado que ni existe. "Saquen la kufiya que hay cámaras en la costa". Sabemos que existe la política porque nos lo dicen, pero no tenemos claro para qué la usan a estas alturas del asombro, mientras la vida real florece y muere en las afueras, lejos de las consignas que nos lanzan los carteles pegados, al margen del relato; pegada a la ajena realidad.