Política
Pablo Echenique, de dóberman a caniche con bozal
Como respuesta y aprovechando su futuro incierto, las redes se han llenado de memes sobre su retirada
Pablo Echenique siente morriña y en su desasosiego ha cambiado la portada en sus redes sociales por una imagen en la que Iglesias, aún desmelenado, encabeza la vieja comitiva morada. Anhela al líder, anhela la coleta y anhela la provocación que se le permitió en su modo de descargar contra quien osara opinar diferente a él. Ha sido en la formación morada el dóberman incisivo y de dientes afilados con el que amedrentar al personal. Si ahora le ponen un bozal, ¿qué va a ser de él? Esa parece ser la intención de Yolanda Díaz, que ha entrado como elefante en chatarrería barritando «más política y menos tuits». Todos parecen muy nerviosos mientras Ione Belarra toma el poder y dé la estrategia a seguir.
Echenique lo retuitea. Vale. Renuncia a Satanás y a sus derroches y se compromete a seguir el mandato, pero le pierde la fogosidad y ya van varias cargas de bilis negra, el peor de los humores corporales en la antigüedad. En sus cuentas vierte su credo, iras y sarcasmo. Exigirle templanza es tanto como pedirle que se olvide de sus atributos. Lejos de cumplir su promesa, sigue desembuchando improperios y ofensas al narrar una crónica diaria que en su cerebro se torna tragicómica, rayando incluso en el ridículo debido a su insistencia: «Este es el resultado de la amplificación del discurso de odio de la ultraderecha desde ciertos poderes mediáticos, justificándolo y blanqueándolo. Estáis envenenando un país hermoso y decente. No sé cómo os podéis mirar en el espejo por la mañana», escribía esta semana respondiendo a una usuaria que hablaba de lo ocurrido en Ceuta.
Nada nuevo. Fuera de su universo morado, solo muestra su evidente enojo con la vida. Esto decía en 2013 en su blog «De retrones y hombres»: «Se te debería pudrir la mano si votas a según qué partidos, y se te debería salir el cerebro por las orejas si te crees la propaganda». ¿Escalofriante? Puede serlo más si nos detenemos en los nombres escogidos para sus perras, Luffy y Leela. El primero lo toma de un personaje de manga que se ha tragado la fruta del diablo. Le atraen las cosas raras y, a pesar de su escasa inteligencia, urde perversas estrategias. El nombre Leela responde a una mutante de alcantarilla de la serie «Futurama». Después de ser idiotizada por los succionadores de cerebro, solo exuda maldad pura.
Dice que con una limitación física como la suya hay más tiempo para leer y pensar. Si esta es la cultura que le inspira, se entiende el reguero de expresiones y avisos que, de forma recurrente, va dejando en sus discursos y redes a lo que él llama «poderes mediáticos que difaman», «fascistas que mandan balas», «basura mediática para amañar las elecciones», «aguas fecales del periodismo» o «fábricas de estiércol para amañar la democracia». En sus últimos tuits ha bajado el tono, pero no la frecuencia ni el contenido. Como respuesta y aprovechando su incierto futuro, las redes se han llenado estos días de memes que escenifican su retirada, alguno arrastrando las maletas con su silla de ruedas.
De momento, todo sigue igual. Madruga y desayuna café bien cargado de azúcar con las galletitas saladas que le compra su mujer, la microbióloga venezolana Mariale Nelo. Con ella y sus perras comparte un bajo adaptado de 63 metros cuadrados en el distrito de Fuencarral-El Pardo por el que paga 700 euros mensuales, como avanzó LA RAZÓN. Desde allí se dirige al Congreso y trata de acomodarse en medio de ese gineceo morado que han conformado Díaz, Belarra y Montero. Acostumbrado a hablar a calzón quitado, se le ve en una posición de desamparo si la procacidad puede ser castigada.
Gesto inerte
Él mantiene su mirada altiva y esa sonrisa inquietante y fría, como si solo riese para sí mismo. Si Iglesias nos acostumbró a sus lloriqueos, él contiene el gesto inerte. Solo alguna vez se ruboriza, sobre todo cuando el exlíder morado le besa la frente. Admite que está algo «cascao» y usa su atrofia muscular tomando un tono inquisidor o mártir según la ocasión, tal y como hizo con Santiago Abascal hace unos días en el Congreso a cuenta de su dificultad con una mascarilla. «Yo a los matones les sostengo la mirada» le retó. «El campeón de la desvergüenza», le respondió el líder de Vox.
Es posible que su melancolía amaine al saberse uno de los elegidos por Ione Belarra, la aspirante que se postula como favorita para liderar Podemos. Son siete candidatos, muchas ambiciones y demasiada incertidumbre. Hasta que llegue el momento, Echenique tiene en sus manos, como científico, el saber de la entropía, unos de los conceptos más asombrosos de la física que le ayudará a elucubrar lo qué está por llegar midiendo el grado de desorden en su partido, que, al parecer, es mucho.
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