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Deudas y soledad: la negra Navidad de Isabel Pantoja

Distanciada de sus hijos y acuciada por los problemas con Hacienda, se presentan unas fiestas complicadas en Cantora

La cantante española, Isabel Pantoja se presenta en la tercera noche de la 58 versión del Festival internacional de la canción de Viña del Mar en la Quinta Vergara.
La cantante española, Isabel Pantoja se presenta en la tercera noche de la 58 versión del Festival internacional de la canción de Viña del Mar en la Quinta Vergara.MARIO RUIZEFE

Ni Papá Noel ni los Reyes Magos, protagonistas ilustres de estas fiestas navideñas serían capaces de encender el animo de Isabel Pantoja en esta época tan familiar del año.

La tonadillera, que perdió a su madre, doña Ana, fallecida a finales de septiembre de este año, no tiene ganas de celebraciones.

Aislada de todo y de casi todos en Cantora, sufre su penitencia en silencio, acuciada por las deudas con Hacienda y por los desencuentros con sus dos hijos.

Una fuente cercana a la artista, una de las pocas personas que ha podido verla en los últimos meses, desvela a La Razón que “Isabel está sumida en un estado de desánimo total, no tiene ganas de nada, la finca ya no le es indispensable en su vida y por primera vez se plantea deshacerse de ella, aunque antes tiene que llegar a un acuerdo con su hijo Kiko, con el que, hoy por hoy, no mantiene la menor relación. Su intención es abandonar el campo, sacar un buen dinero, que le servirá para hacer frente a sus deudas, y regresar con su hermano Agustín a Madrid, para asentarse en la capital de España”.

Se rumorea que Agustín Pantoja, el hombre que mece la cuna en las decisiones de su mediática hermana, ya estuvo en algunas urbanizaciones madrileñas tanteando el terreno. No hay dinero para comprar pero sí para un alquiler razonable.

Pero es una empresa harto difícil porque los hermanísimos no se conforman con cualquier inmueble, sino que buscan alojamiento en lugares tan exclusivos como La Finca o La Moraleja, donde los alquileres más bajos rondan los tres mil euros mensuales.

Pocas cosas ilusionan a Isabel en estas fechas tan entrañables. Pero no faltará a su costumbre de comprar décimos para el sorteo de la lotería nacional del 22 de diciembre. Como ya contamos en exclusiva en nuestro periódico hace apenas unos día, la Pantoja es muy aficionada a los sorteos, y se gasta lo suyo para tentar a la suerte en el de la semana que viene. No tiene dinero para hacer efectiva su deuda con la pobre quiosquera Loli, a la que debe más de setenta mil euros, pero sí para derrochar en décimos navideños. Para eso no le falta parné.

Estos días, Cantora está más sola que nunca. Se ha llegado a publicar que su inquilina ha despedido al servicio y que el cortijo se encuentra más descuidado que nunca.

Uno de los antiguos empleados, que prefiere mantenerse en el anonimato, recuerda que “doña Isabel pasaba más tiempo encerrada en su cuarto que en cualquier otro lugar de la casa. Un día escuché que le daba por hablar con los gatos de la finca, que se confesaba con ellos de todas sus desdichas”.

Isabel y su hijo en Saint Moritz
Isabel y su hijo en Saint MoritzLa RazónGTRES

En los felinos encuentra interlocutores mudos, que no pueden contradecir sus palabras. Porque la Pantoja es mucha Pantoja, y enseguida pone la cruz a cualquiera que le lleve la contraria.

En el camino quedaron tumbados en las cunetas del olvido muchos de los que fueron sus incondicionales, desde Luis Rollán, a Chelo García Cortés, Las Mellis, María del Monte, Falete, Charo Reina, Maite Pulpón, Cristina “la piloto”… hasta sus propios hermanos, Juan y Bernardo, y su hijo Kiko.

Ninguno cenará en Nochebuena, ni tomará las uvas de fin de año, con Isabel Pantoja, y todavía está en el aire la comparecencia de su hija Isa, habida cuenta de la animadversión que siente su madre hacia su novio Asraf, que siempre ha demostrado, sin esconderse, escaso apego hacia su futura suegra.

Tampoco se ha confirmado que, al igual que en otros años, venga a pasar unos días con su tita del alma, Anabel Pantoja, recién casada y más centrada en su marido, Omar, que en el resto de la familia.

Algunos califican como un “puñalada trapera” el aviso de la nuera de la tonadillera, Irene Rosales, al confirmar, rotunda, que ni su esposo Kiko, ni ella, ni los hijos de ambos, acudirán a Cantora estas navidades. No se les ha perdido nada por allí. Son mayores los rencores y las discrepancias que la intención de llegar a una reconciliación.

Isabel siempre ha mantenido que Irene es una mala influencia para su hijo en todo lo que se refiere en las relaciones materno filiales. Nunca hubo feeling entre ellas ni parece que lo habrá.

Omar Montes, Isabel Pantoja y Kiko Rivera juntos en el día de Navidad
Omar Montes, Isabel Pantoja y Kiko Rivera juntos en el día de NavidadlarazonIsabel Pantoja / TWITTER

Aparte de a su madre, a quien mas echará de menos la cantante estas fiestas en su casa es a su nietos. Los tres hijos de Kiko no verán a su abuela, y ya veremos si, finalmente, el vástago de Isa estará con ella. Dura papeleta para quien, a pesar de los pesares, siempre se comportó como una abuela inmejorable.

Agustín es su hermano, pero también el chico de los recados, el que suele hacer la compra y el filtro con el que se encuentra cualquiera que quiere ver a Isabel.

Tiene fama de arisco y desagradable. Se relaciona con muy poca gente y es el guardián de los mayores secretos de su hermana. Ni concede entrevistas ni se va de la lengua. Secretismo total, ni una sola palabra sale de su boca. Incondicional y fiel en lo bueno y en lo malo.

Y es que a Isabel se le acumulan los problemas dinerarios. A sus otras deudas, se unen ahora los sesenta mil euros de las costas del proceso judicial que acaba de perder contra Las Mellis, y otros setenta y tantos mil de un nuevo embargo de Hacienda.

Es tal su desbarajuste económico que no le salen las cuentas. No hay ingresos y son demasiados los gastos.

Fiestas tristes, problemas sin resolver, cisma familiar, que lejos quedan aquellas Navidades en las que Cantora se llenaba de risas y alegrías, en las que todos cantaban y comían juntos, en las que la propia Isabel entonaba villancicos que le recordaban a su infancia. Puro humo que disipa el tiempo y se queda en el olvido.