Historia de una vida

30 aniversario de Lola Flores: amor y sexo con sus dos "Antonios"

30 años después de su muerte, salen a la luz los amores más intensos y secretos que marcaron la vida de La Faraona

Lola Flores
Lola FloresAgencia EFE

Meses antes de morir tuve la suerte de compartir mesa con Lola Flores en un local de la madrileña calle Ferraz. Esa noche la homenajeaba el transformista Paco España y "La Faraona" le regaló una de sus emblemáticas batas de cola. En nuestra conversación postrera me habló de ese cáncer de pecho que la consumía por dentro. Pero no demostraba el menor miedo, tenía tantas ganas de vivir que hasta se iba a trabajar horas después de recibir el tratamiento médico.

Hoy, cuando se cumplen treinta años de su fallecimiento, me viene a la cabeza una larga entrevista que le hice en su entonces casa de la calle María De Molina. Hablamos de lo divino y de lo humano, de grandes amores y enormes fracasos sentimentales.

El gran amor de su vida

Sin lugar a dudas, me dijo, "Antonio, mi marido, es el gran amor de mi vida", pero en el horizonte se vislumbraba la figura de otro hombre mucho más joven que ella, el bailarín Antonio Carrasco, El Junco, con el que mantuvo un largo romance durante más de veinte años años. Y es que, Lola, era pura pasión dentro y fuera de los escenarios, los que la conocieron bien hablan de que fue una mujer impetuosa en el sexo y muy activa en la cama. Y que lo que le daba su esposo en esta parcela lo encontraba en el otro Antonio.

El veterano periodista Manolo Román desvela que "Lola me confesó que yo quiero a mi Antonio, pero una cosa es el sexo y otra, el cariño. Llevamos dieciséis años casados. Eso no se puede olvidar. Nuestros hijos nos dijeron que teníamos que vivir siempre bajo el mismo techo. Y Antonio ya no llevó a cabo lo que había pensado: irse de casa. No dormimos en la misma cama; él hace su vida, se encarga de nuestro negocio, el restaurante "Caripén", nos vemos todos los días… Yo soy desde luego "el tío" de la casa. Bastantes personas viven gracias a lo que yo gano. Porque los pantalones, los llevo bien puestos. Y he amado, sí, a otros hombres. Han sido pocos esos amores; pero intensos..."

Lola Flores
Lola FloresRP©RADIALPRESS

El más intenso el de El Junco. Cuando se conocieron ella había pasado de los cuarenta años y el apenas tenía diecisiete. La artista se prendo rápidamente de ese bailarín de cuerpo juncal y esbelto. Y se lo llevaba a todas partes, tras contratarle en su compañía.

El romance era un secreto a voces, Carrasco nunca habló de la relación hasta años después de la muerte de Lola. Fue en un programa de televisión y reveló que "yo era su amor en la sombra. Sentía que eso estaba mal, que no gustaba entre los míos, pero a ella me la puso Dios, el Divino, en mi camino… Nunca hablamos Antonio González y yo de eso. Y yo no podía salir con ella por la calle para no perjudicarla. Los amigos de Lola sí que me aceptaron. Nuestro amor fue muy difícil. Llorábamos juntos. Quería estar conmigo todo el tiempo posible, pero no tanto como yo deseaba. Y nunca le pedí que dejara a los suyos, su casa, su familia y se viniera a vivir conmigo". Fue una doble relación con los dos "antonios", pausada y oficial con Antonio González "El Pescaílla", apasionada y sexual con El Junco.

Pero también encontramos en su currículum sentimental otros amores, que se podrían definir como ruinosos o malditos. El primero, el que tuvo como protagonista al guitarrista Niño Ricardo, con el que perdió la virginidad. Un embarazo fallido y una despedida.

El siguiente fue un adinerado empresario que la colmaba de regalos, hasta que la pilló desnuda en un camerino al lado del icónico Manolo Caracol. Con este mantuvo un tormentoso idilio durante cinco años. Él estaba casado y, según se llegó a publicar, le daba mala vida a Lola.

Harta de tanto desafuero, La Faraona le abandonó un buen día tras serle infiel con el torero Manolo González.

De gira por América vivió un intenso romance en México con el actor Ricardo Montalban, y con su compañero de profesion, el galán Carlos Thompson, en Buenos Aires.

Pero más profundos fueron sus amores con dos futbolistas, Gustavo Biosca, del Fútbol Club Barcelona, ennoviado y a punto de casarse, por lo que se veían a escondidas en hoteles, y Coque Benavente, del Atlético de Madrid, que estaba casado.

Entre unos y otros encontramos a figuras del celuloide que la pretendieron, como fueron Vittorio de Sica, Maurice Chevalier y Gary Cooper. Y hasta Aristoteles Onassis intentó meterla mano por debajo de la mesa durante un encuentro en Venecia.Todos quedaron en el olvido cuando apareció en su vida Antonio González “El Pescailla”. Desde el primer día que trabajaron juntos prendió la mecha del amor.

"Cuando empecé a actuar con Antonio, intuí que algo grande iba a cambiar en mi vida. Cuando yo lo miraba, él me estaba mirando y en esos segundos, me sentía la mujer más feliz del mundo", explicó Lola Flores años más tarde.

Reveló también que el artista catalán le dijo: "Lola, tengo que hablar contigo muy claro. Yo te conozco muy bien y no te vas a reír de mí como lo has hecho con otros. Te doy 20 días de plazo, o te casas conmigo o esto se ha terminado". "El Pescaílla" estaba casado por el rito gitano con Dolores Amaya y tenía una hija, Antonia. Y también otro hijo con una bailarina de la compañía. Antonio y Lola acabaron casándose a las seis de la mañana en la localidad madrileña de El Escorial el 27 de octubre de 1957, a escondidas, porque temían que se presentara en la boda la familia de una despechada Dolores Amaya. El resto de la historia, marcada por El Junco, ya la hemos contado en este reportaje. El triste destino de Lola Flores fue enamorarse, o encapricharse, de hombres casados o con pareja. Relaciones que, a decir de muchos, resultaron malditas.