Entrevista
Beatriz Trapote nos habla de su vida de empresaria: "He sufrido mucho. Dejé la tele porque no compensaba"
La periodista desvela a LA RAZÓN que lucha contra viento y marea para mantener sus negocios y reponerse de una situación que “no es tan boyante” como le gustaría
Beatriz Trapote y Víctor Janeiro no se lo pensaron dos veces a la hora de apagar el motor del vehículo y unirse a las protestas de los agricultores cuando la "tractorada" les sorprendió mientras conducían por una de las autovías que pasan por Cádiz. "Íbamos de camino a la sierra y nos encontramos con la tractorada, así que nos bajamos del coche e hice mi labor periodística. Estuve hablando con ellos, y aunque nos fastidie si nos pilla en la carretera, creo que están en su perfecto derecho y todos deberíamos apoyarlos", expone a LA RAZÓN.
Ni ella ni su marido pasaron desapercibidos entre los agricultores, y más de uno se acercó para fotografiarse con ellos. La sorpresa de Trapote fue mayúscula cuando su cuñado, Jesulín de Ubrique, le hizo llegar la misma imagen que minutos antes se había tomado con uno de los protestantes. "No sé ni cómo ni por qué llegó a sus manos. Me la mandó como diciendo: '¿Qué haces tú allí?'", recuerda divertida, recalcando el apoyo que el clan Janeiro brinda a la lucha de los trabajadores del campo: "Nuestra familia está muy ligada al sector y a la ganadería. Jesús tiene tractores y, de hecho, quería ir a Villamartín a apoyar a los agricultores, porque piensa que no es justo, como todos nosotros, ni el dinero que se va en intermediarios ni la competencia desleal que hay".
Además, Trapote se siente especialmente "implicada" en la causa por su faceta de empresaria. Polifacética como ella sola, la periodista e influencer también posee un centro de estética en el Puerto de Santa María y una cafetería, y como autónoma considera que "tenemos demasiados impuestos e intermediarios y el dinero se va en el camino". Lamenta su situación y la de otros compañeros emprendedores que "no podemos más" porque "nos están exprimiendo a impuestos y tasas".
Una situación de ahogo que la obliga a subir el precio de sus productos y que la sitúa en desventaja frente a "la competencia desleal" que impunemente se produce en su sector: "Parece que no se nos mide a todos con el mismo baremo. Yo tengo un centro de manicura y mis trabajadoras cobran según convenio, haciendo las horas estipuladas y todo acorde a la ley, pero otros centros, muchos orientales, no cumplen estas condiciones y se pueden permitir bajar los precios. No se rigen por el convenio ni respetan el límite de 40 horas semanales. Eso también les pasa a los agricultores, que se encuentran con que las fresas de Marruecos están mucho más baratas porque no se les exigen las mismas condiciones".
Consciente de las críticas que pueden provocar sus palabras, Beatriz Trapote recalca e insite en que "no soy racista, al contrario, estoy super a favor de abrir las puertas para enriquecernos como sociedad plural, pero que se nos mida a todos con los mismos baremos".
"No se me caen los anillos"
Beatriz Trapote sueña con el día en que sus negocios alcancen un nivel de beneficio que le permita alejarse de la primera línea de fuego, pero hasta que llegue ese momento, no le pesa unirse a sus trabajadoras y ser una más del equipo: "Soy la primera que me remango y voy los sábados con el mandil. La gente me dice que me parezco mucho a una que salía en la tele, y yo les sigo el rollo para no dar explicaciones".
La periodista fue un rostro habitual en las tertulias rosas de Telecinco, pero se mantiene alejada de la pequeña pantalla desde hace tiempo porque las cuentas dejaron de ser rentables. "La gente piensa que por el hecho de ser una persona conocida o haber salido en la tele ya tienes la vida resuelta, y para nada. De hecho, en la televisión ya no se paga lo que se pagaba antes, y tuve que dejar la televisión porque hice balance y me di cuenta de que no me compensaba. Yo vivo en Jerez, y cuando tenía plató salía de mi casa a las 7 de la mañana y llegaba a la 1 de la madrugada, por un dinero que no compensa teniendo tres hijos", cuenta a quien esto escribe desde el otro lado del teléfono.
Desde entonces, vive centrada en sus negocios y su vida familiar, una vida que a veces le cuesta compaginar por el alto grado de "ajetreo" que conlleva ser madre en el siglo XXI. "Mi suegra (Carmen Bazán) tiene cuatro hijos y se criaban solos, porque se los dejaba a la vecina o se los llevaba con ella a la tienda. Ella fue de las primeras mujeres emprendedoras que creó su propio negocio, pero hoy no te puedes llevar al niño y tenerlo todo el día en la tienda. Además, los niños ya no van solo al colegio, después tienen extraescolares, idiomas, deporte… Conciliar es imposible, no damos abasto. ¡Necesitamos ayuda!", clama Trapote.
Sin esa ayuda que no llega, a Beatriz le resultó imposible mantener a flote el entramado que construyó, situando en la pandemia de coronavirus el punto de inflexión que a punto estuvo de hundirla por completo: "Yo he sufrido mucho a raíz de la pandemia, sobre todo por culpa de la competencia desleal. Yo tenía cinco centros de manicura, y a día de hoy solo tengo uno. No hemos podido batallar más en esta guerra tan potente y desigual, pero seguimos luchando. Evidentemente, si las cosas fueran superboyantes, yo no me pondría el mandil ni me pondría a trabajar en la barra de la cafetería o en el centro de estética, pero no se me caen los anillos. Además, me lo paso muy bien con mis compañeros".
Un matrimonio "equilibrado"
Ante su asfixiante situación, que sufren otros miles de autónomos y emprendedores en España, Beatriz Trapote apela al Gobierno para que les ayude y ponga en marcha un sistema tributario más justo y equitativo: "Se nos tiene que escuchar. Nos están friendo a impuestos basados en la facturación, pero muchas veces el beneficio es negativo. Sí, hay autónomos que facturan X, pero luego tienen que restar salarios, alquileres, facturas, impuestos… y al final no les queda nada o casi nada para ellos".
La empresaria se define a sí misma como "apolítica y una persona que lucha por la Justicia", y aboga por "un sistema justo ni de derechas ni de izquierdas, ni para lo más ricos ni para los más pobres".
Pese a todo, Trapote se mantiene positiva porque "siempre intento ser feliz y hacer feliz a los demás". Se adapta a la situación y disfruta de la vida que tiene, mientras que su marido, Víctor Janeiro, "se ahoga en un vaso de agua, él es más negativo". Aun así, presume de matrimonio equilibrado en el que su esposo "también tira de mí en otros aspectos. Nos complementamos, como el yin y el yang".
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