
Reality
Las Berrocal rompen el silencio con verdad, coraje y mucho arte
Tres generaciones de mujeres marcadas por un progenitor con una doble vida, un docurreality que se estrena el próximo 20 de mayo en Movistar+

Convertir lo íntimo en relato colectivo es un acto de valentía, y Vicky Martín Berrocal lo sabe. Cuando decidió poner cámara y foco sobre su universo familiar, no lo hizo para gustar ni para justificar. Lo hizo, como casi todo en su vida, por convicción. «Me daba miedo», reconoce. «Pero estar rodeada de mujeres tan valientes me dio el impulso para seguir, como siempre he hecho yo y como han hecho ellas». En su voz no hay artificio, solo certeza. Lo que empezó como una idea terminó siendo un regalo, un acto de amor y de verdad compartida.
Vicky habla con la franqueza de quien nunca ha temido exponerse, ni siquiera en su versión más vulnerable. No siente que esta serie documental sea un ajuste de cuentas, aunque sí le ha dado algo que llevaba años buscando: escuchar a su hermana Rocío decir, por primera vez en 42 años, una frase que parece simple, pero que encierra una vida de lucha silenciosa: «Hoy soy feliz». «Nada más importa después de eso», destaca.
El proyecto, que une tres generaciones de mujeres –ella, su madre Victoria, su hija Alba y su hermana Rocío–, ha sido también una forma de reconstrucción. No desde el resentimiento, sino desde la aceptación, la ternura y la necesidad de contar(se) tal como son. Saben que el patriarca de la saga Jose Luis Martín Berrocal, que mantuvo durante décadas dos familias en paralelo, va a ser protagonista, ya lo contó Vicky en El Hormiguero en 2023: «Mi padre tenía una familia en Huelva y otra en Madrid. Hasta los diez años no tuve una casa en la que mi padre entrase (...) Una vez me estaba bañando en una piscina y vi un niño igualito a mí. Mi madre se dio cuenta y me dijo: «¡vámonos!».

Y es que las cuatro están aquí para quedarse y para hablar en esta serie alto y claro de como un hombre, el difunto Jose Luis Berrocal, pudo querer a dos familias a la vez y no enloquecer todos. Esa dolorosa verdad, precisamente, se ha dicho siempre sin anestesia. Pero aunque este es el plato fuerte, hay otros. Rocío, con su dulzura reservada, lo reafirma: «Nunca me he sentido la ‘‘hermana de’’’, yo siempre he actuado desde el corazón. Acompañar a Vicky ha sido siempre un orgullo».
La madre, Victoria, observa todo desde una perspectiva distinta, la de quien ha vivido otra España, con otras reglas y otra moral. Para ella, esta exposición mediática ha sido una especie de epílogo inesperado. «Nunca me imaginé algo así. Me parece maravilloso porque así, cuando me muera, me van a tener presente», dice con una honestidad que desarma. En su relato aparece la emoción de ver cómo su historia se cuenta ahora a través de su hija y de su nieta: tres generaciones de mujeres que han aprendido a amar, a sufrir y a brillar de maneras muy distintas.
Cuando se le pregunta qué consejo le daría a la joven que fue, responde sin dudar: «Libertad para elegir. Eso fue lo que siempre me di a mí misma y lo que les he dado a mis hijas». Victoria encuentra en cada una de ellas un reflejo distinto de su carácter: la constancia en Vicky, la sensibilidad profunda en Rocío, y en Alba, una mezcla más cercana a los Benítez que a las Berrocal.

Alba Díaz, la más joven del clan, es también la que ha vivido este proceso como una travesía interna, ya que ha tenido que enfrentarse a situaciones complejas con sus dos abuelos. «El mayor reto ha sido enfrentarme a una evolución personal que me pilló en tránsito», admite. El momento decisivo fue cuando, tras una profunda introspección, descubrió quién era y lo que podía aportar. «Gracias a estas mujeres tan valientes, yo puedo elegir y vivir mi historia», dice con esa serenidad que solo da la claridad.
El Cordobés y el reencuentro
Cuando se les pregunta qué tienen las Berrocal que no tengan las Kardashian, la respuesta es coral y contundente: «Arte». Después, como en una partitura perfectamente ensayada, añaden: «Poderío, tripa, pasión del Sur... y una forma de pelear sin miedo».
Las verdades familiares no han sido maquilladas. No lo fueron nunca. Se dicen como se sienten, con intensidad y sin filtros. «Nos pasan muchas cosas, buenas y malas», dice Vicky. «Pero peor que todo eso es que no te pase nada». En medio de ese vértigo emocional, han aprendido a agradecer el lugar en el que están.
Y si algo se ha quedado fuera, como suele ocurrir en toda historia contada en episodios, ha sido porque –según ellas mismas reconocen– harían falta diez temporadas más para escuchar toda la verdad de Victoria. Ella, la matriarca, es la que lanza las «bombas» cuando nadie se lo espera. Al recordar momentos compartidos, las cuatro coinciden: el viaje de Madrid a Córdoba para conocer a Manuel Benítez. «Nos lo pasamos estupendamente», dice Victoria. Fue un reencuentro con el pasado, pero también un cierre.
Rocío, más introspectiva, ve a su hermana cambiar con la edad. «Tiene más paz, más seguridad. Sigue siendo muy constante y pasional, pero ahora con más calma», dice. El mayor gesto de amor que han compartido ha sido reciente: un podcast íntimo en el que lloraron tanto que pensaron que no podrían seguir. En este retrato familiar no hay postureo. Hay heridas, sí, pero también orgullo y un profundo sentido de pertenencia. La historia de las Berrocal no está escrita antes de pasar. Está viva y en movimiento.
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