
Maldición
El escándalo: La tormentosa vida de Ernest Hemingway y familia
Se suicidó con el cañón de su escopeta en 1961. Así fue el terrible adiós del gran escritor y reportero

Tenía sesenta y un años y un bagaje vital cargado de experiencias bélicas y éxitos literarios. Ernest Hemingway no se libró de la maldición que arrastraba su familia, en la que el suicidio causó la muerte de varios de sus miembros.
La madrugada del 2 de julio de 1961, el icónico escritor y periodista bajó al sótano de su casa, ubicada en la localidad de Ketchum, en Idaho, cogió su arma favorita, una escopeta Boss calibre doce, subió los escalones que conducían al porche, cargó el arma con dos balas, apoyó la culata en el suelo y el cañón dentro de su boca y disparó. Se iba de este mundo uno de los reporteros de guerra y escritor más importantes del siglo XX.
Soldado en la Primera Guerra Mundial y reportero en la guerra civil española y en la segunda contienda que asoló a medio mundo. Su cuerpo marcado por las heridas, una de ellas producida por una explosión de un proyectil de mortero y otra víctima de la metralla que le afectó a ambas piernas, superviviente de mil batallas, seductor empedernido, mujeriego hasta el fin de sus días, bebedor sin límites, con una personalidad arrolladora… se codeó con grandes personalidades, como fue el caso de Picasso, Juan Gris, Joan Miro, Ezra Pound o James Joyce. Su aumento de peso, sus constantes problemas de ánimo, su presión alta y una diabetes galopante se sumaron a los tremendos dolores que le provocaban las secuelas de sus heridas de guerra y de los accidentes sufridos. Vivir dentro de su cuerpo era insoportable. Esto despertaba en Ernest accesos de ira y graves depresiones. El alcohol se convirtió, desgraciadamente, en un compañero de vida.
Durante sus últimos años caía en bajos estados de ánimo que le llevaban a aislarse en si mismo y alejarse de los demás. Algunos sostuvieron que sufría un trastorno bipolar, y otros que sus problemas se originaban por sus recurrentes traumatismos y conmociones cerebrales. La mente no le funcionaba como antaño, se le olvidaban las palabras y era incapaz de escribir con una cierta coherencia. Estaba harto de la vida y buscó voluntariamente la muerte, como lo había hecho también su propio padre. La maldición siguió su curso y su nieta Margaux fue encontrada muerta el uno de julio de 1996. ¿La causa? Una sobredosis de fenobarbital, una droga que se utiliza para combatir los ataques de epilepsia. Se tomó suficientes pastillas como para dormirse para siempre.
Años antes también se suicidaron dos hermanos del premio Nobel. Su hijo pequeño Gregory se transformó en Gloria a los 63 años, llegó a tener siete hijos de tres mujeres distintas y creció rodeado de conflictos y adicciones.
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