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José Sacristán: vida, obra y la muerte de su madre

El actor madrileño ha transformado en arte las pérdidas familiares que lo marcaron profundamente

José Sacristán: vida, obra y la muerte de su madre
José Sacristán: vida, obra y la muerte de su madreAcademia de cine

La vida de José Sacristán, uno de los grandes nombres del cine y el teatro español, no puede entenderse sin asomarse al pozo de sus pérdidas más íntimas. Detrás del actor que llenó las pantallas en los años 70 y que continúa deslumbrando sobre las tablas, se esconde un hombre atravesado por el duelo, por la memoria familiar y por un amor filial tan profundo como desgarrador. Hoy, a sus 88 años, Sacristán sigue reconociendo que la muerte de su madre fue el golpe más duro que ha soportado.

Nacido en Chinchón en 1937, José Sacristán creció en una España herida y contradictoria. Su infancia estuvo marcada por la ausencia: la de su padre, encarcelado por motivos políticos, y la de la estabilidad que nunca llegó. El traslado forzoso de la familia a Madrid fue un inicio lleno de precariedades y de habitaciones compartidas. En sus recuerdos, el miedo y el ruido de los tranvías se mezclan con la fragilidad de aquellos días en los que visitar a su padre en prisión era una rutina tan dolorosa como inevitable.

Ese contexto forjó un carácter recio, observador, hecho de disciplina y resistencia. Pero ni la dureza de la posguerra ni las penurias restaron ternura a su vínculo con 'la Nati', su madre, la mujer que fue testigo y cómplice de sus primeros sueños artísticos. Ella lo escuchaba cantar coplas y fandanguillos con la devoción de quien presiente que su hijo está llamado a algo más. "Fue mi cómplice", ha dicho Sacristán en más de una ocasión, recordando cómo aquella mujer sencilla y firme lo animó a seguir un camino incierto.

La relación entre ambos se describiría mejor como una lealtad mutua. Por eso, cuando la vida le obligó a despedirla, el actor sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Nati murió a los 77 años, víctima de un cáncer y su hijo no pudo soportarlo. En una entrevista, Sacristán confesó que tuvieron que impedirle lanzarse al foso cuando daban sepultura a su madre. "No me cabía en la cabeza que hubiera muerto", afirmó.

Poco después, otro mazazo lo dejó sin aliento: la muerte de su hermana Teresa, también a causa del cáncer y con apenas 46 años. De ella guarda el recuerdo de la bondad y la cercanía, el eco de una ternura que el tiempo no logra borrar. Fueron, como él mismo define, "las dos collejas más duras" que le dio la vida. Y aunque los escenarios le han otorgado prestigio, premios y la admiración del público, nada de eso ha tenido el poder de aliviar del todo esas ausencias.

Hoy, Sacristán continúa trabajando, con nuevas obras como 'El hijo de la cómica', donde el arte sirve una vez más como refugio y espejo de su alma. En sus palabras, la memoria sigue pesando, pero ya no como una losa, sino como materia viva de su interpretación.

Quizá ahí resida la grandeza de José Sacristán: en su capacidad para transformar el dolor en materia artística, para dar voz a la pérdida sin victimismo y para recordar, con dignidad, que detrás del actor hay un hijo que nunca dejó de amar.