
Nobel de la Paz
María Corina Machado: la vida íntima de la Nobel venezolana que convirtió la resistencia en una forma de amor
Detrás de la férrea líder opositora que desafió al régimen chavista y conquistó el Nobel de la Paz 2025, se esconde una mujer marcada por la pérdida, la maternidad a distancia y un discreto refugio sentimental junto al abogado Gerardo Fernández Villegas

María Corina Machado siempre ha parecido inquebrantable. Su discurso firme, su tono sereno y su presencia calculada han forjado la imagen de la dama de hierro venezolana, una líder que ha desafiado durante más de dos décadas las estructuras del poder en su país. Pero detrás de esa coraza política -reconocida este año con el Premio Nobel de la Paz 2025 por su "papel en defensa de la democracia"- hay una historia de silencios, sacrificios familiares y una intimidad que pocas veces ha permitido asomarse a la opinión pública.
El Comité Noruego del Nobel destacó su "incansable labor por una transición pacífica hacia la democracia en Venezuela", subrayando su rol como símbolo de resistencia y esperanza en medio de la represión política. El galardón llega en un momento decisivo, con el país aún inmerso en la tensión social y económica que ella ha denunciado incansablemente. Machado, que ya había sido distinguida en 2024 con el Premio Sájarov y el Václav Havel, consolida así su figura como una de las voces más influyentes de América Latina.
Rigor y disciplina
Nacida en Caracas en 1967, en el seno de una familia de la élite industrial venezolana, Machado creció entre el rigor y la disciplina. Su padre, Henrique Machado Zuloaga, presidió durante años el Comité Ejecutivo de Sivensa, el mayor productor de acero privado del país, mientras su madre, Corina Parisca de Machado, ejercía la psicología con la misma serenidad con la que educó a sus cuatro hijas. El patriarca falleció en 2023, a los 92 años, dejando en ella una profunda huella. "Familia, trabajo y vida" era su lema, una frase que la política ha repetido como mantra incluso en los momentos más duros.

Antes de convertirse en figura política, María fue cofundadora de Súmate, una organización civil clave en la defensa del voto y la transparencia electoral. En 2011, su popularidad alcanzó un récord histórico cuando fue elegida diputada por el estado Miranda, con el mayor número de votos en la historia legislativa venezolana. Tres años después, el gobierno interrumpió su mandato, sellando así el inicio de su persecución política y su paso al exilio intermitente.
Pero la dimensión más desconocida de Machado es la personal. Estuvo casada con el empresario Ricardo Sosa Branger, con quien tuvo tres hijos: Ana Corina, Ricardo y Henrique. Tras su divorcio en 2001, asumió en solitario la crianza de los tres, en medio de amenazas, allanamientos y una vigilancia constante. En entrevistas pasadas, relató que sus hijos debieron abandonar el país "por seguridad" y que vivieron un tiempo con sus abuelos. Hoy, los tres residen fuera de Venezuela, un precio emocional que la Nobel ha reconocido como el más alto de su carrera pública.
A pesar de todo, el amor volvió a encontrarla. Desde hace una década comparte su vida con Gerardo Fernández Villegas, abogado y profesor de derecho constitucional y administrativo, con quien mantiene una relación discreta, alejada de las cámaras. En él, dicen quienes los conocen, ha hallado la calma que la política nunca le concedió.
Entre la lucha y la ternura, la voz de María Corina Machado sigue resonando más allá de los discursos. Su historia demuestra que la fortaleza, a veces, también se escribe con la misma tinta que la vulnerabilidad.
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