
Pareja
La fotografía del amor: Mario Conde, feliz y de espaldas al rumor
LA RAZÓN capta al empresario paseando con su nueva pareja por las calles de Madrid, tan relajados como enamorados

Madrid no perdona un secreto a plena luz del día, y mucho menos si se revela entre los adoquines distinguidos del barrio de Salamanca. En la calle Juan Bravo, a eso de las siete y media y bajo el cielo limpio de primavera, una escena logró captar la atención de quienes saben leer entre gestos y silencios. Mario Conde ‑figura icónica, polémica y fascinante del paisaje español‑ caminaba abrazado a su nueva pareja, María José de Castellví hacia la calle Lagasca, en una imagen que destilaba serenidad, cercanía y un aire de intimidad elegante.
Él, con su clásica americana azul marino perfectamente entallada, el rostro sereno tras unas gafas de sol atemporales, se muestra relajado, sin artificios. Ella, con un abrigo marrón de paño que cae con sobriedad sobre unos mocasines italianos, melena rubia impecable, y ese aura de distinción tranquila que no se improvisa, camina como quien no necesita aprobación. A sus 56 años, María José de Castellví encarna el tipo de elegancia que no necesita titulares: sobria, segura, distinguida.
Los gestos son suaves. Él le roza el brazo, ella le sonríe. Caminan abrazados como quienes ya han vivido bastante, pero aún se permiten el lujo de disfrutar lo simple: una conversación sin testigos, un paseo sin destino. No hay móviles en mano, no hay poses. Solo el ritmo lento de dos personas que se entienden.
Este paseo confirma lo que en ciertos círculos se rumoreaba desde hace meses: tras su ruptura con la marquesa de Casa Mendaro Adriana Torres ‑su anterior pareja, mujer espiritual, discreta donde las haya, siempre elegante, siempre en un segundo plano‑, Conde vuelve a dejarse ver acompañado. Y aunque ella, Adriana, ha optado por no pronunciarse (como era de esperar), fuentes cercanas aseguran que no ha encajado con entusiasmo esta nueva exposición pública. Aun así, fiel a su estilo, ha preferido el silencio a cualquier gesto de desaire. La dignidad, al parecer, es la mejor respuesta.

María José de Castellví, acaudalada empresaria catalana vinculada al mundo del arte y la comunicación, aporta a esta nueva etapa del exbanquero un aire sereno. Juntos, proyectan una imagen de madurez sentimental poco frecuente. A pesar de llevar poco tiempo, disfrutan de gran complicidad por mar y tierra, ya que ella tiene barco en Mallorca.
Madrid lo ve todo, y a veces lo susurra. Esta vez, lo ha hecho con elegancia: la historia de dos vidas que confluyen en una calle cualquiera, una tarde cualquiera, para recordarnos que el amor ‑aunque maduro y vivido en voz baja‑ sigue siendo noticia.
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