Bielorrusia

Los retos de Lukashenko: rescatar una economía en apuros y buscar el relevo

El presidente de Bielorrusia se enfrenta a las protestas interiores consciente de que una revolución a la ucraniana podría ser imparable

Qué pensamiento pasaría por la cabeza del presidente Aleksander Lukashenko en el momento de depositar su voto. En qué estaría pensando mientras su papeleta caía ligera en el interior de la urna de las elecciones presidenciales de Bielorrusia. Posiblemente, la idea de estar pasando un rubicón insospechado hace varios meses, cuando todo parecía un mero trámite para conseguir su sexto mandato como presidente.

Más de un cuarto de siglo después de llegar al poder y tras cinco victorias ganadas por goleada, el incuestionable líder bielorruso empezó a ser cuestionado cuando los focos de medio mundo se fijaron en esta ex república soviética situada en la democrática Europa. Esta vez, sus contendientes políticos, huidos o encarcelados, han tenido cabida en los medios de comunicación extranjeros, esta vez las redes sociales han unido a una población que por primera vez desde hace mucho tiempo ha empezado a preocuparse por la política.

Lukashenko siempre sostuvo que su país había sufrido tres catástrofes. La primera, la Segunda Guerra Mundial, la segunda, el accidente de Chernobil y la tercera, la caída de la Unión Soviética. Seguramente para él, una cuarta catástrofe sería su salida de la presidencia antes de lo previsto, por eso su gran temor y mayor reto empieza ahora.

Una revolución a la ucraniana podría ser implacable, ya que no podría usar métodos desproporcionados pasa sofocar a una muchedumbre que difícilmente se rinda a las primeras de cambio. Por eso, los servicios secretos se han empleado a fondo para evitar cualquier atisbo de revuelta, viendo supuestos apoyos de potencias extranjeras para financiarlos y sin saber a ciencia cierta el alcance de un levantamiento popular.

Durante la campaña electoral, Lukashenko ha prometido más que en ocasiones anteriores con el fin de conseguir votos, como duplicar el salario medio de sus habitantes y un mayor acercamiento a Europa, consciente de que Rusia es y será su principal fuente de ingresos, cliente y proveedor de petróleo barato con el que se lucra revendiéndolo a otros países ya a precio de mercado.

La relación con Moscú se ha ido deteriorando durante los últimos años ante el recelo de Lukashenko de una excesiva dependencia que pudiera convertir a Bielorrusia en una parte de Rusia, pero lo cierto es que alejarle de su vecino sólo conllevaría nefastas repercusiones económicas y sociales. Sabe que renegando de Moscú se acercaría a Occidente a quien poco puede ofrecer, empezando por una democracia transparente.

Parece difícil que con Lukashenko cambie el rol interpretado por Bielorrusia de contrapeso entre Occidente y Rusia, obteniendo beneficios de uno y de otro dependiendo del viento que corra. Si su mayor reto es el intentar mantener la frágil economía del país, el segundo y no menos importante sería el político, empezando por preparar su relevo en el poder con alguien de su confianza y llevando a cabo una reforma de la Constitución que ya ha propuesto, una constitución más a su medida, planeada para dentro de un par de años, ya que la Carta Magna bielorrusa se aprobó antes de su llegada al poder en 1994.