Bélgica
El rey Felipe visita República Democrática del Congo y comunica su “profunda lamentación” por el legado colonial
Los críticos congoleños lamentan a su vez que el monarca belga no haya sido más explícito en sus disculpas, a la vez que reclaman una compensación económica
El rey Felipe de Bélgica ha protagonizado esta semana una visita histórica a República Democrática del Congo (RDC). Hace dos años que el monarca expresó en una carta dirigida al presidente congoleño, Félix Tshisekedi, su “profundo pesar” a causa de “las heridas del pasado”, refiriéndose al genocidio de cerca de diez millones de congoleños (una cifra aproximada, pues nunca se sabrá el número real) perpetrado durante la etapa colonialista. Recordamos que el Congo fue propiedad del rey Leopoldo II entre 1885 y 1906, que utilizó sus ricos bosques para la extracción de cauchoy la creación de una fabulosa fortuna que le posicionó como uno de los hombres más ricos del planeta. Cuando la comunidad internacional conoció las atrocidades cometidas, desde las cacerías con seres humanos como presas hasta las amputaciones de dedos y extremidades como forma de castigo, el monarca tuvo que ceder el Congo a la Administración belga, que sencillamente prosiguió con los métodos anteriores hasta que llegó el turno de la independencia congoleña en 1960.
En un acto celebrado este miércoles en Kinsasa, el rey Felipe declaró que “el régimen colonial se basó en la explotación y la dominación. Fue un régimen de relaciones desiguales e injustificablesmarcadas por el paternalismo, la discriminación y el racismo, que condujo a actos violentos y humillaciones. En mi primer viaje al Congo, frente al pueblo congoleño y a quienes aún hoy sufren [por lo sucedido], deseo reafirmar mi más profunda lamentación por esas heridas del pasado”.
A falta de un “perdón”
Esta es la primera visita a que realiza el monarca belga a RDC desde su coronación en 2013. Como era de esperar, los congoleños se han posicionado en dos posturas opuestas a la hora de considerar la visita de Felipe de Bélgica: unos abrazan esta oportunidad como el inicio de una nueva etapa de cooperación entre ambos países, mientras que otros señalan que solo se trata de una estrategia para blanquear el colonialismo y evitar pagar las justas indemnizaciones por los “saqueos” proferidos por la monarquía y administración belga. Los periódicos congoleños incluso recriminan al monarca no haber “pedido perdón” de forma explícita en su discurso, y resultan especialmente reveladoras las declaraciones del cabo Albert Kunyuku. Kunyuku es el último integrante congoleño vivo de la “Fuerza Pública Belga” que combatió contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Tras ser condecorado por el rey Felipe en un emotivo acto, comentó ante la prensa que “el rey acaba de hacerme promesas. Está muy bien. Ahora hay que materializarlas”.
Las heridas generadas por Bélgica en la sociedad congoleña son muy profundas y sangran todavía hoy. Por esta razón se levantan tantas cejas en un gesto de incredulidad ante la visita del monarca belga. Nadie ha olvidado aún que el primer presidente de República Democrática del Congo, Patrice Lumumba, fue asesinado por mercenarios belgas y separatistas de Katanga con la colaboración de la CIA. El cuerpo de Lumumba, un hombre que estaba destinado a dirigir al país hacia aguas prósperas durante los difíciles años posteriores al colonialismo, fue disuelto en ácido tras ser ejecutado en la selva. Uno de los belgas partícipes del asesinato se llevó a casa un diente de Lumumba que le sirviera de recuerdo, y ahora Felipe ha prometido devolver a los congoleños el último resto de su héroe más añorado, este diente.
La participación del Congo en la riqueza belga
Jean Malanda, un trabajador social de Kinsasa, ha hablado por teléfono con LA RAZÓN para expresar el sentimiento de enfado que persiste en su país: “imagínate que los franceses o los estadounidenses asesinan a tu presidente, lo disuelven en ácido... y sesenta años después te devuelven de él un único diente y sin pedirte perdón ni pagarte compensaciones”. Asegura que todo “parece una broma de mal gusto”. Acusa a Bélgica, como tantos otros congoleños, de haber colaborado en el pasado con Estados Unidos para mantener en el poder al dictador Mobutu Sese Seko, de establecer unas líneas fronterizas que han propiciado el interminable conflicto de Katanga (región separatista donde se encuentran la mayoría de los recursos naturales de RDC) y una retahíla de crímenes más, aunque cada vez son crímenes más ancianos. Reconoce que “el rey Felipe no tiene la culpa de todo esto” pero lamenta “que no haya sido más firme en su postura”.
El dilema no trata tanto de pedir o no pedir perdón, que también, sino que radica en las compensaciones económicas que los congoleños piensan que es justicia que reciban. La diputada congoleña Geneviève Inagosi expresó su desilusión ante la tibieza mostrada durante la visita del rey Felipe y recordó que “el dinero del Congo también construyó Bélgica”. En cuanto a esto, se calcula que el rey Leopoldo hizo una fortuna de 220 millones de francos belgas (1.100 millones de euros en moneda actual) gracias a la venta de caucho y marfil congoleño, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de su época. Como dato añadido, cabe a destacar que cerca de 40.000 congoleños combatieron con el ejército belga durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que el 85% de la financiación del gobierno belga en el exilio procedió del Congo a lo largo del conflicto. Incluso se ha reconocido que la creación de la primera bomba atómica no habría sido posible sin el uranio exportado por el Congo belga a los Estados Unidos.
En el libro titulado Colonialismo e imperialismo, el historiador Gustau Nerín recuerda que “el sistema paternalista belga consideraba que la educación de los negros era una cuestión que tardaría generaciones, por lo que solo se les preparó para tareas rudimentarias. Cuando se concedió la independencia, en el país casi no había licenciados, ni gente capaz de manejar el Estado y la economía”.
Inglaterra, Alemania e Italia sí que han pedido disculpas por su pasado colonial y han ofrecido compensaciones económicas, mientras que otros países como España, Francia y Bélgica todavía no han llegado a este punto.
En recuerdo a Henry Stanley
Un recordatorio de la infamia. El explorador y periodista británico Henry Morton Stanley alcanzó la fama por encabezar la expedición encargada de buscar al doctor Livingstone en la actual Tanzania, y por pronunciar la famosa frase al encontrarlo: “¿El doctor Livingstone, supongo?”. Pero menos conocida es su asociación con el rey Leopoldo para el establecimiento de un sistema brutal con que manejar el Congo. Este hombre, que fue acusado por sus propios compañeros de “disparar a los negros como si fueran monos”, fue contratado por el rey Leopoldo con unas instrucciones que especificaban que no se le concediera ninguna forma de poder político al negro. Stanley fue el encargado de negociar las concesiones de terrenos con los jefes tribales antes de borrarlos a ellos, de construir una serie de carreteras a lo largo del río Congo que facilitasen la exportación de productos del país y de construir, en definitiva, el complejo entramado de miserias y penas que permitió a Bélgica asfixiar a los congoleños durante casi ocho décadas.
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