Referéndum

Adiós a cámara lenta al sueño democrático en Túnez

Los tunecinos votan este lunes la nueva Carta Magna diseñada a su medida por el presidente Kais Saied tras su autogolpe de Estado de julio de 2021

Seguidores del presidente Kais Saied en Túnez
Seguidores del presidente Kais Saied en TúnezZOUBEIR SOUISSIREUTERS

Sin sorpresa en relación al guion concebido hace un año, los tunecinos votarán hoy lunes la nueva Constitución diseñada a la medida de su promotor, el presidente de la República Kais Saied. La fecha, el 25 de julio, no es casual: hace exactamente un año el mandatario relevaba al primer ministro, suspendía el Parlamento y se arrogaba todos los poderes del Estado alegando la necesidad de “desbloquear” la situación política y “salvar Túnez. Ello en nombre de la democracia. Y hasta hoy.

Un militar vigila las urnas del referéndum de este lunes
Un militar vigila las urnas del referéndum de este lunesDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Todo apunta a que el boicot al proceso que culminará en el referéndum por parte de los detractores de Saied dejará el camino expedito a sus partidarios y a la victoria del ‘sí’, aunque los niveles de participación serán clave para la supervivencia del régimen pergeñado por el hermético profesor de Derecho Constitucional, que llegó al poder tras las presidenciales de octubre de 2019.

Túnez es un país dividido y exhausto, en el que una parte importante de quienes celebraron la caída del régimen de Ben Ali y la posibilidad de constituir un sistema democrático al comenzar 2011 hoy apoyan al presidente convertido en autócrata convencidos de que es la única persona de enderezar el rumbo general del país. Con todo, Saied tiene cada vez a más ciudadanos y sectores sociales enfrente.

La principal oposición al proceso la constituye el llamado Frente de Salvación Nacional, en el que se integran desde los islamistas de Ennahda –el partido presidido por Rachid Ghannouchi, primera fuerza en la disuelta Asamblea de Representantes, es la bestia negra del presidente- hasta Corazón de Túnez –segundo partido del Parlamento- pasando por entidades como Coalición de la Dignidad, el Partido del Movimiento Amal, Harak al Irada y la Iniciativa Ciudadana contra el Golpe.

Ya en febrero pasado, una encuesta de la firma tunecina Insights TN arrojaba el dato de que el porcentaje de ciudadanos que saludaron el golpe del 25 de julio de 2021había caído desde entonces del 60% al 35%.

Deriva autocrática

La nueva Constitución, que enterrará la Carta Magna de 2014 –elaborada tras más de tres años de debate, lo que contrasta con la rapidez del actual proceso-, consagra, poca es la sorpresa, un régimen republicano presidencialista frente al actual semiparlamentario. El jefe del Estado se garantiza amplios poderes y limita los mecanismos de control a su autoridad. En su artículo 5, la nueva Constitución tunecina asevera que corresponde explícitamente al Estado “trabajar por alcanzar los objetivos del islam”, lo que los expertos relacionan con el indisimulado deseo del mandatario de expulsar a las formaciones islamistas del sistema político.

En la nueva Constitución el presidente dispone de inmunidad total en el ejercicio de sus funciones y nombra al primer ministro y a los ministros propuestos por el jefe del Gobierno, Además, el jefe del Estado tiene autoridad para adoptar “medidas excepcionales” en caso de “peligro inminente”.

Escaso ha sido el entusiasmo de los tunecinos por el proceso abierto tras el golpe de mano de julio de 2021. Menos de 450.000 ciudadanos de los 12 millones de tunecinos participaron en el proceso abierto para la elaboración de la nueva Carta Magna, que concluyó el pasado mes de marzo.

Tras un año gobernando a golpe de decreto y haciendo y deshaciendo a su antojo pocas dudas hay de las aspiraciones y forma de proceder del veterano profesor de Derecho Constitucional. En febrero, el mandatario desmantelaba el Consejo Superior de la Magistratura, un órgano creado en 2016 –e integrado por 45 magistrados- con la función de garantizar la independencia del Poder Judicial. A finales de marzo cerraba definitivamente, después de ocho meses suspendida, la Asamblea de Representantes.

Más recientemente, a comienzos del pasado mes de junio, el jefe del Estado tunecino expulsaba de la carrera a 57 jueces acusados de “corrupción” y de “proteger a los terroristas”, lo que le valió una importante huelga. La semana pasada los magistrados tunecinos denunciaban la llamada ‘justicia del teléfono’: el propio presidente dicta sentencias y ordena la apertura de casos.

A pesar de que el milimétrico plan diseñado por ‘Robocop’ avanza sin demasiada resistencia –el siguiente hito serán las elecciones parlamentarias de diciembre-, el país norteafricano afronta un escenario incierto. Un triunfo en el referéndum del “sí” con poca participación –tal vez el resultado más probable- significará “paradójicamente una pérdida cierta de legitimidad cierta para Saied”, asegura el consultor tunecino Zied Boussen en un artículo para el proyecto Arab Reform Initiative.

“La retórica populista perderá todo crédito porque ‘el pueblo’ del que el presidente habla en el mejor de los casos se habrá quedado callado y en el peor habrá ignorado su llamada”, concluye.

Entretanto, la comunidad internacional observa con preocupación la deriva tunecina. Desde Washington se instaba recientemente al mandatario a iniciar un “proceso de reformas transparente e inclusivo a partir de la sociedad civil y la diversidad de voces políticas”.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se refirió a la disolución del Parlamento como “un golpe contra la Constitución y a la voluntad de los tunecinos”. Más cauta ha sido la posición europea; en enero pasado el presidente francés Emmanuel Macron apenas llamaba a Saied a “llevar a cabo una transición inclusiva”.

Colectivos defensores de los derechos civiles como Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras y la Liga Tunecina de Derechos Humanos han manifestado su rechazo al proceso político impulsado por un presidente cada vez más convencido de su misión providencial. Entretanto, el Estado y el FMI negocian la concesión de un nuevo paquete financiero de ayuda para salvar al país de la bancarrota.

Al menos formalmente, salvo sorpresa Túnez respaldará este lunes la nueva autocracia del presidente Saied. Protagonista de la revolución de los jazmines, el grito colectivo de dignidad y libertad que abrió el camino a la Primavera Árabe, la otrora esperanza democrática del norte de África y Oriente Próximo por su modélico proceso de transición se marchita sin aparente remedio.