Italia se convierte en el laboratorio político europeo

Giorgia Meloni se ha convertido en una de las principales protagonistas de las elecciones europeas. Soberanista en Italia y europeísta en Bruselas, todos la cortejan: desde la ultraderecha de Marine Le Pen a los conservadores que aspiran a la reelección de Ursula von der Leyen. Pero las esperanzas de la primera ministra italiana no solo están puestas en Estrasburgo.

El más que probable triunfo en las urnas que pronostican las encuestas permitirá a la líder de Hermanos de Italia reforzar el mandato que los italianos le otorgaron hace casi dos años y acelerar así un ambicioso programa de reformas en casa, que incluye introducir la elección directa del primer ministro en la Constitución y limitar los poderes del jefe del Estado y de la magistratura. No es casualidad que Meloni sea la única jefa de un Ejecutivo europeo que se presenta como candidata, pero tampoco es un caso aislado.

La mayor parte de los líderes de partidos italianos encabezan las listas de sus respectivos partidos ya que, según los analistas, impulsan la afluencia de los electores en unos comicios que históricamente tienen una elevada abstención. Se trata de «candidaturas ficticias» porque ninguno de ellos –excepto el ex primer ministro Matteo Renzi– dejarán su escaño en el Parlamento italiano en caso de victoria. «Los votantes lo saben, pero si quieren confirmar su aprobación, eso también es democracia», reconoció Meloni. «Si quieres decirme que todavía confías en mí, me gustaría que lo hicieras escribiendo simplemente ‘Giorgia’ en la papeleta», lanzó desde un mitin.

La apuesta es arriesgada: transformar unas elecciones europeas en un plebiscito sobre su gestión al frente del Gobierno. Las últimas encuestas, sin embargo, confirman que la estrategia parece estar funcionando. Hermanos de Italia se mantiene a la cabeza en intención de voto con el 27%, superando a sus principales rivales, el Partido Democrático y el Movimiento Cinco Estrellas. La líder progresista, Elly Schlein, también se presenta como cabeza de lista por el PD, lo que convierte estos comicios en el primer cara a cara entre las dos mujeres más influyentes de la política italiana, ya que Schlein fue elegida secretaria después de las elecciones generales de 2022.

La personalización de la batalla política no es una novedad. En Italia las elecciones europeas siempre han sido vistas como una guerra interna con consecuencias inmediatas sobre el Ejecutivo. Ocurrió en 2019. El histórico triunfo de la Liga de Matteo Salvini, vicepresidente de un Gobierno de coalición con el M5E, aceleró la caída del primer Ejecutivo de Giuseppe Conte. Y antes que él, Renzi también pasó de alcanzar el 40% en 2014 a dimitir como primer ministro en cuestión de meses, tras convocar un referéndum constitucional convencido que el consenso alcanzado en los comicios europeos legitimaba su propuesta de acabar con el Senado.

Meloni no parece temer por la estabilidad de su Ejecutivo ni por el futuro de su agenda. Y eso que no solo se medirá con la oposición en las urnas, también lo hará con sus socios de coalición: la Liga y Forza Italia del desaparecido Silvio Berlusconi, ahora en manos de Antonio Tajani, que aspira a completar el «sorpasso» a un Salvini en sus horas más bajas.

El líder de la Liga es el único de los tres socios que no será candidato. Salvini ha elegido a Roberto Vannaci, un general machista, homófobo y racista que el verano pasado se convirtió en líder de ventas con un libro autopublicado. El objetivo es evitar una hemorragia de votos hacia Hermanos de Italia, pero la estrategia podría acabar por acelerar la batalla interna por el liderazgo del partido, ya que la candidatura del militar ha provocado un cisma entre la cúpula y los barones «leguistas».