
Salud
La ciencia avisa: el esfuerzo que haces para dormir es la verdadera causa de tu insomnio
Esa frustrante batalla nocturna contra el insomnio no se gana forzando el descanso, sino entendiendo por qué la mente se acelera al apagar la luz y aplicando soluciones que, a menudo, desafían nuestra primera intuición

Querer dormir y no poder. Pocas batallas son tan frustrantes como la que se libra contra el propio insomnio, sobre todo cuando el esfuerzo por conciliar el sueño se convierte en el principal obstáculo para lograrlo. La paradoja es absoluta: intentar forzar el descanso genera un estrés completamente contraproducente, provocando que el cuerpo libere cortisol y adrenalina. Estas hormonas, diseñadas para la alerta, nos meten de lleno en un estado de vigilia del que es todavía más difícil escapar.
De hecho, esta misma lógica se aplica a los despertares a mitad de la noche. La recomendación de los expertos es abandonar la lucha y cambiar la perspectiva. En lugar de interpretar esa interrupción como un fracaso, lo ideal es asumirla como una simple pausa, un tiempo muerto para uno mismo. La clave para volver a dormirse reside precisamente en aceptar esos momentos de vigilia sin frustración alguna, permitiendo que el cuerpo se relaje de nuevo de forma natural.
Por ello, una de las estrategias más efectivas es anticiparse al problema creando lo que los especialistas llaman una «zona de amortiguamiento». Se trata de establecer una rutina previa a acostarse que, según detalla la revista GQ, funciona como una señal para el cuerpo y la mente de que ha llegado la hora de bajar el ritmo. Este ritual puede incluir gestos tan sencillos como atenuar las luces, darse una ducha caliente o, fundamentalmente, desconectar de las noticias y las pantallas, cuya luz azul interfiere directamente en la producción de melatonina.
Asimismo, existe otra herramienta de gran utilidad para calmar la mente antes de dormir, conocida como el «vaciado de cerebro». La técnica consiste en algo tan simple como coger un cuaderno y un bolígrafo para anotar todas las preocupaciones que nos asaltan. Al trasladar al papel las inquietudes, se consigue externalizarlas, liberando a la mente de esa carga y rompiendo el bucle de pensamientos que impiden el descanso.
Cuando el cerebro se convierte en su propio enemigo
En el fondo, todo este fenómeno tiene una explicación neurológica. Durante la noche, la actividad cerebral cambia y la parte emocional se vuelve más dominante que la racional. Este desequilibrio provoca que las preocupaciones de la jornada, que durante el día parecían manejables, adquieran una dimensión desproporcionada en la oscuridad, dando vía libre a la ansiedad y a los pensamientos intrusivos.
En este sentido, las técnicas mencionadas no son más que mecanismos para gestionar esta realidad cerebral. No se trata de forzar el sueño, sino de crear las condiciones idóneas para que llegue por sí solo. Al calmar el sistema nervioso con una rutina relajante y sacar los problemas de la cabeza para ponerlos sobre el papel, se logra acallar el ruido interior que sabotea el descanso.
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