Historia

La pagoda brutalista desaparecida

Una obra espectacular del manchego Fisac que provocó una ola de protestas cuando fue derribada por la especulación

Pagoda de Fisac
Pagoda de FisacLR

Madrid es una capital cambiante. Ha tenido revoluciones urbanísticas, como la Gran Vía, para cuya construcción, además, fue obligado destruir más de 300 casas y hacer «desaparecer» unas 50 calles. Un conjunto uniforme, y en cierto sentido, con armonía que choca con otras corrientes que le sucedieron, como la que nos ocupa, a caballo entre la modernidad y la ruptura violenta con el pasado. Sí, también con ese pasado que antes recordamos. El brutalismo, de moda estos días por los ecos de Hollywood, es un estilo, digamos, «contundente», que rechaza toda decoración y hace uso del hormigón o ladrillo vistos, sin lucir ni pintar, además de recurrir a formas geométricas angulares y a una paleta de colores predominantemente monocromática. Todo aupado por la película «The brutalist» que narra 30 años de la vida de László Tóth, un arquitecto judío nacido en Hungría que sobrevivió al Holocausto. Un hombre que se reinventó tras el final de la Segunda Guerra Mundial, emigró a los Estados Unidos y buscó otras formas de expresión y modernidad que se abrían paso en otros países de Europa y Sudamérica.

Un brutalismo que en Madrid dejó buen número de huellas. Como el templo de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, con su sorprendente y rotunda fachada de hormigón, que contrasta poderosamente con otros inmuebles e iglesias que pueblan la calle del Conde de Peñalver. También en el Barrio de Salamanca, en la confluencia de las calles José Ortega y Gasset y Velázquez, se encuentra el Edificio Beatriz. O el edificio llamado Corona de Espinas, en la Ciudad Universitaria, o el complejo Torres Blancas, en Avenida de América o la espectacular Torre de Valencia.

Obras todas ellas que forman parte del perfil de la capital. Al igual que otras, ahora desaparecidas, son añoradas por generaciones de madrileños. Hablamos de la sede de los Laboratorios Jorba, denominada popularmente como «La Pagoda». Este edificio, ejemplo de arquitectura brutalista estaba situado en las cercanías de Avenida de América, ante la carretera N-II. Fue diseñado por el arquitecto español Miguel Fisac.

La denominación popular del edificio como Pagoda hace referencia a la estructura visible de la torre. El edificio contenía los almacenes, la producción y las dependencias administrativas de los laboratorios Jorba. En 1999 se procedió a su polémica demolición, privando a Madrid de una obra arquitectónica de referencia universal.

El edificio no estaba incorporado en el catálogo de edificios protegidos del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1997. Una situación administrativa que, unida a la especulación del suelo acabó con este edificio, precisamente, por los suelos.

La estructura original del edificio consistía en una torre de oficinas en la que cada planta se representaba girada 45° respecto a la anterior, característica que le hacía aparecer como una pagoda. Las transiciones entre las plantas se resolvían con una superficie reglada en forma de hiperboloide.

La «Pagoda», como era popularmente conocida, pertenece -o mejor dicho, pertenecía- a aquella generación de edificios modernos, o que buscaban la modernidad, y que marcaron tendencia y, en nuestro país. Unos creadores de estilo que rompieron con la tendencia historicista neoherreriana que querían ser «modernos».

El arquitecto, el manchego Miguel Fisac, aceptó la obra de la sede de la farmacéutica Jorba con entusiasmo. No en vano era hijo de farmacéutico. Por algo hizo también las sedes de Alter y Farmabión. Además de esta sede de Jorba, hoy añorada por muchos amantes del brutalismo. Y del mejor Madrid.