Pedro Sánchez
El desgobierno de la desgobernanza
El Covid y sus sucesivas oleadas han puesto en evidencia lo que para muchos no estaba claro en un primer momento, como es que estamos embarcados en un proyecto de desguace y descomposición
El gobierno de Sánchez se postula como gran adalid y ejemplo de la democracia, pero nunca ha hecho el menor esfuerzo por construir una mayoría social capaz de sostener un proyecto político sólido. Por eso Sánchez renunció desde antes de llegar al poder a tener una mayoría propia, o al menos suficiente, y buena parte de su esfuerzo y su tiempo se la lleva la perpetua negociación, siempre abierta, con los grupos parlamentarios que le apoyan en las Cortes y con las oligarquías locales que lo sostienen desde fuera. Se entiende que un gobierno así concebido sea incapaz de elaborar políticas nacionales, de conjunto, ni tampoco de impulsar grandes consensos. Está, de hecho, imposibilitado para hacerlo porque sus socios lo considerarían una agresión, cuando no una traición.
Aparte de otras consideraciones de incompetencia e ignorancia, bien compartidas por los miembros de los varios gobiernos de Sánchez, este hecho es el que explica su errática política desde el momento en que fue imposible negar la presencia del virus del Covid en nuestro país, así como su peligrosidad. La misma incapacidad vuelve a manifestarse estos días con esa reunión convocada de urgencia, en plena sexta ola de la pandemia, sin haber presentado antes una propuesta que sirva por lo menos para establecer el marco del debate.
La gobernanza era esto, por tanto: retraerse ante cualquier problema nacional serio, para lanzar las campanas al vuelo en cuanto mejora la situación. El guion se ha repetido tantas veces que a estas alturas el crédito del Gobierno es ya inexistente. Lo es tanto, que sus propios aliados decidieron no sólo actuar por su cuenta, que es como las Comunidades vienen actuando desde que empezó esta pesadilla, sino presionando al Gobierno central para que aplique al resto de España sus propias medidas. Es lo que ha intentado hacer la Generalidad de Cataluña, reflejando así el hecho de que la «gobernanza» es en realidad el gobierno de las oligarquías nacionalistas y secesionistas para España. El órdago es demasiado fuerte como para que Sánchez lo acepte tal cual y pone en evidencia, una vez más, la incapacidad de la Generalidad de Cataluña para el autogobierno, siendo como es la maniobra un intento de disimular los flagrantes fallos de gestión que se están produciendo en aquella Comunidad. Para esquivarlo, Sánchez, nunca muy gallardo, habrá tenido que refugiarse detrás de aquellos que discrepan del plan nacionalista, en particular la Comunidad de Madrid.
La gobernanza –es decir, la desgobernanza, como la bautizó nuestro editorial de ayer– ha revelado así su verdadera cara. No es el relativo desorden propio de un Estado descentralizado como el nuestro. Es la renuncia, por parte de quien ocupa el poder central, a la menor tarea de coordinación y, en paralelo, el avance de los nacionalismos para gobernar aquello con lo que quieren acabar. El Covid y sus sucesivas oleadas han tenido este efecto: poner en evidencia aquello que para muchos no estaba claro en un primer momento, como es que estamos embarcados en un proyecto de desguace y descomposición. También conocemos los eslóganes de triunfo, siempre pedestres, con los que Sánchez celebrará la superación de esta ola, a la espera de la siguiente. Ya hemos visto esta película, la secuela, la precuela e incluso el tráiler.
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