Catolicismo
¿Ha muerto Dios en España?
Manifestarse católico te expone a quedar arrumbado en la derecha o en la extrema derecha. Así que hoy la verdadera heroicidad, la auténtica rebeldía intelectual consiste en ir a misa y no ocultarlo
Nadie diría contemplando el espectáculo de las procesiones de Semana Santa que España ha dejado de ser católica, como adelantó Manuel Azaña en las Cortes el día 13 de octubre de 1931 y repiten, casi un siglo después, con entusiasmo los partidarios de que esto suceda. Pero parece claro que en lo que va de siglo ha habido un preocupante descenso de las prácticas religiosas y un notable avance de la increencia. Según diversos sondeos recientes, el número de los españoles que se declaran ateos, no creyentes o agnósticos es ya similar al de los que se confiesan católicos. Esto es especialmente acusado en Cataluña y en el País Vasco, coincidiendo con la tendencia separatista, lo que parece indicar que sigue considerándose al catolicismo componente esencial de la identidad de España.
En general descienden los bautismos, la educación religiosa de los niños, las bodas en la iglesia, las vocaciones sacerdotales, la presencia de los católicos en la vida pública y la influencia social de la Conferencia Episcopal, que parece una convidada de piedra ante lo que sucede. La moral dominante, basada en la ideología de género, impuesta por los poderes públicos, choca frontalmente con la moral tradicional católica, que, sin embargo, sigue oficialmente vigente. En el ámbito cultural es casi una heroicidad manifestarse católico o simplemente creyente. Está de moda la apostasía. Cualquier artista, escritor, músico, comediante o simplemente famoso, con seguidores en las redes, no pierde ocasión, en sus manifestaciones públicas, de exhibir su increencia, consciente de que así será admitido en la república de los progresistas. Es una impúdica y oportunista exhibición que da vergüenza ajena y que, eso es lo malo, arrastra a los incautos y desprevenidos. Manifestarse católico te expone a quedar arrumbado en la derecha o en la extrema derecha. Así que hoy la verdadera heroicidad, la auténtica rebeldía intelectual consiste en ir a misa y no ocultarlo.
Impresiona, y más en estas fechas, la afirmación de Hegel, que recogió y explayó Nietzsche, de que Dios ha muerto. «Dios ha muerto –dice Nietzsche en un texto impresionante–. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los más asesinos de todos los asesinos? El más santo, el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará en nosotros esta sangre?». La cosa es seria. Todos nosotros seríamos responsables de esta muerte, pero especialmente los que parecen disfrutar estos días con esa idiotez de la muerte de Dios en España. Se van a llevar una sorpresa. No han contado con un dato esencial del cristianismo: la resurrección.
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