Opinión

Armar a Kiev no es entrar en guerra con Putin

Los ucranianos ruegan armas pesadas y sistemas antiaéreos. Todavía estamos a tiempo

Me sorprende la facilidad con la que algunos académicos o líderes de opinión occidentales compran los argumentos del Kremlin sobre la guerra de Ucrania. Desde echar la culpa a EE UU y la UE del conflicto armado por haber roto el Pacto de Varsovia y haber aceptado la ampliación de la OTAN hacia el Este (un argumento que olvida interesadamente que esas decisiones las tomaron Estados independientes y que en la alianza militar rige un principio de «puertas abiertas») hasta el más reciente que asegura que armar a Kiev es entrar en guerra con Putin. Desde la lógica del jefe del Kremlin puede entenderse este planteamiento para tratar de disuadir a las potencias occidentales de que sigan suministrando armamento al astuto Ejército ucraniano y, en consecuencia, provocar el debilitamiento de las fuerzas enemigas. Pero me cuesta que se defienda este argumento desde una perspectiva occidental. Ucrania está librando una guerra ilegal, no provocada y en contra de su voluntad para defender su integridad territorial y su soberanía nacional. Frente a esta violación flagrante del derecho internacional y de la inviolabilidad de las fronteras de un Estado con el que la Unión Europea tiene un Acuerdo de Asociación, no se puede mirar para otro lado. Existe, a mi juicio, un deber moral de asistir con todos los medios a nuestro alcance a un país agredido, pero, también, debemos hacerlo por una cuestión estratégica. A la UE le interesa que Ucrania resista al embiste de las tropas rusas tanto como a la Unión Soviética le interesó que los vietnamitas expulsaran a los soldados estadounidenses del país asiático en 1975. En la década de los 60, Nikita Kruschev apostó por una política de no intervención para tratar de evitar otra crisis de los misiles como la de Cuba en 1962, pero sus sucesores Alexei Kosygin y Leónidas Breznev siguieron la línea dura del Ejército soviético que pedían un aumento de la ayuda militar a Vietnam del Norte. A finales de los 60, tres cuartas partes del equipo militar utilizado por los soldados vietnamitas era de fabricación soviética. El suministro de armas pesadas por parte de la Unión Soviética transformó la naturaleza del conflicto e inclinó la balanza a favor de Vietnam del Norte. La elevada moral de los vietnamitas, su patriotismo y la confianza de que estaban librando una guerra justa fueron fundamentales para consagrar la victoria sobre una superpotencia militarmente superior, pero nada de esto se podría haber conseguido sin el flujo incesante de armas soviéticas. Con ellas, infligieron numerosas bajas entre las tropas estadounidenses que alimentaron a una opinión pública contraria a la guerra. El Gobierno estadounidense reculó y lo demás es historia. Lo que nos enseña este episodio es que la URSS intervino en la contienda (con una participación que resultó ser determinante en el desenlace de la guerra) sin que se desencadenase una confrontación directa con EE UU. La misma lógica debe aplicarse ahora.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció ayer en Kiev un envío de 200 toneladas de municiones y de material militar a Ucrania que doblan lo enviado en estos casi 60 días de conflicto. Me congratulo, pero los ucranianos ruegan armas pesadas y sistemas antiaéreos para quebrar la superioridad de las fuerzas rusas en el aire. Todavía estamos a tiempo.