Opinión
Prepárese para un choque China- EE UU
La guerra de Ucrania puede servir más como un acelerador que como un freno para los planes de Xi
En el verano de 2007 previo a los Juegos Olímpicos de China 2008 viajé a Pekín para asistir a un curso de verano de la PKU (Universidad de Pekín) y el LSE (London School of Economics). Estuve cuatro semanas en el campus conocido como Yan Yuan («los jardines de Yan», en chino) que incluye varios edificios de la arquitectura tradicional china, algunos de ellos utilizados por la China imperial. Recuerdo que nuestro profesor principal, ex asesor del Partido Comunista Chino, nos contó un chascarrillo de la visita de la ex secretaria de Estado, Madeleine Albright, a China en 1998. El viaje se producía poco después de la muerte de Deng Xiaoping. Mientras contemplaba la ampliación de Pekín, la jefa de la Diplomacia estadounidense bromeó con la destrucción del nuevo paisaje urbano en un futurible enfrentamiento armado entre las dos potencias. El presidente Bill Clinton había apostado por estrechar los lazos políticos y económicos entre los dos países, pero hasta en los momentos más dulces de las relaciones sinoamericanas la idea del conflicto directo ha flotado en el ambiente.
La China de 2007 capitaneada por el presidente Hu Jintao adoptó el lema del «crecimiento pacífico» para disipar el miedo a un expansionismo chino entre los adversarios regionales y globales del gigante asiático. La China de Xi Jinping es otra muy distinta. Más asertiva y más ambiciosa. Y es aquí donde aparece Taiwán. Xi ha dejado claro que quiere resolver el estatus de la isla durante su mandato, después de haber sofocado las protestas pro democráticas de Hong Kong y desmontado el sistema de libertades de la ciudad autónoma. El «príncipe rojo» no quiere que nada le distraiga de su tercera coronación en el Congreso del Partido Comunista chino previsto para octubre con la que permanecerá hasta 2032. El escenario de máxima tensión pasaría a 2023. No obstante, en un clima geopolítico volátil con la Guerra de Ucrania de fondo nadie puede descartar una escalada de tensión en el Estrecho de Formosa.
La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán podría ser la chispa que encendiera la mecha. Pelosi tenía previsto viajar a la isla en abril, pero tuvo que cancelar el viaje tras contagiarse de covid. Lo pospusieron a agosto. A tres días de terminar el mes de julio no hay fecha oficial. La Casa Blanca y el Pentágono no han ocultado su preocupación. Pekín ya ha advertido que el viaje es un ataque a la política de «una sola China» y ha advertido con «graves consecuencias». El editorialista del «Global Times» pidió que cazas del Ejército Popular de Liberación «escoltaran» al avión de la presidenta del Congreso.
La invasión rusa de Ucrania puede ser más un acelerador que un freno para los planes del presidente chino pues la guerra está sirviendo a Estados Unidos para dotar de más capacidades defensivas a Taiwán. Ucrania también es un ejemplo de la disociación entre las palabras y las acciones de Biden. A pesar de que el presidente de EE UU se ha comprometido con la seguridad de la isla, rompiendo la política de la ambigüedad estratégica, sus acciones demuestran el nulo apetito de Washington por entrar en un enfrentamiento directo con una potencia militar como Rusia. Biden y Xi conversaron ayer para romper la desconfianza mutua. Pronto veremos si ha sido útil.
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