Arte tribal

Hay cada día más gente que piensa que el arte contemporáneo es un insulto a la inteligencia diseñado para tomarnos el pelo, reírse de la escasa preparación del público y especular con propaganda para ganar grandes cantidades de dinero. Yo tengo una visión diferente. Opino que la anterior descripción retrata mucho mejor al mundo de la política, pero que lo que el arte moderno pretende es algo más sencillo y comprensible.

Los artistas contemporáneos lo que desean hacer, en la época post-socialista, es compensar a las culturas primitivas y las tradiciones aborígenes de todo el mundo que últimamente se han puesto tan de moda. Todas ellas juntas, en cinco mil años, no han sido capaces de legarnos ni mucha historia, ni muchos registros, escasos edificios y aún menos ficciones complejas o tratados jurídicos de sentido crítico debatido.

Así que los artistas actuales, caracterizados por su bien conocida generosidad, y viviendo en aquella época que más presume de perseguir la igualdad, lo que pretenden hacer es cubrir ese vacío y darles un patrimonio. Algo así como un legado retrospectivo que puedan hacer suyo los descendientes de tanto digno caníbal, con obras lo bastante rudimentarias, torpes y primitivas capaces de encajar en esa ausencia de logros y crear toda una herencia.

Me inclino ante la nobleza de todo ese esfuerzo, pero me sabría mal que lo estuvieran haciendo en vano. Por eso les propongo que, en lugar de crear un pasado cultural a posteriori, busquen, desentierren y cataloguen hasta el último vestigio real de esos antiguos movimientos tribales. Ya saben: escupitajos en las paredes de cuevas, manchas de posible origen repugnante o cabezas reducidas con expresiones fieras en el semblante (como las de nuestros políticos). Y que estudien a fondo esas obras. Si consiguen explicárnoslas, eso ayudará a que entendamos mejor al PSOE-PSC, a Vox, Junts y, en general, a todos nuestros partidos políticos.