Historias del mundo

Cuando el arte corre por tus venas

«Ciruelas, tomates, flores, sangre... Los colores del artista filipino Elito V. Circa»

Elito V. Circa creció en una familia humilde de Pantabangan, Nueva Ecija, en Filipinas. Al carecer de recursos, se adentró en el mundo artístico con lo que ocurría en su entorno. «Como vivíamos en una zona remota y no teníamos dinero para comprar materiales de pintura, utilizaba lo que había en casa: semillas de frutas, verduras y flores. El carbón de nuestra cocina...». En su búsqueda del color, el primer material que usó «fueron ciruelas porque manchan la tela y son difíciles de quitar», me cuenta. «También utilicé zumo de tomate porque una vez que la ropa se mancha, no se quita». Asimismo, si se raspaba en este proceso de búsqueda de pigmentos, usaba su propia sangre.

Poco a poco, su arte ha ido evolucionando hacia lo indigenista y sostenible. Circa recuerda que su padre le cortaba el pelo y luego él lo usaba como pincel. Ahora, lo hace por principios. «Decidí seguir utilizando materiales autóctonos para ayudar a reducir la contaminación. El arte indigenista es en realidad mi campaña de defensa contra el calentamiento global».

Pero centrémonos en el asunto de la sangre. «Cuando empecé la gente pensaba que estaba loco». Circa narra cómo en 1992 pintó su primer gran retrato de sangre. «Pedí en la enfermería que me extrajeran sangre. Se negaron. Así que intenté extraerla yo mismo y me mareé mucho haciéndolo mientras pintaba durante seis horas». Sin embargo, el artista lo tiene claro. «Mi filosofía es que la vida es circular y que todo va en ciclos. Mi sangre es una herramienta que me sirve para recordar de dónde vengo. Pintar utilizando mi sangre sobre lienzo crea piezas mías que simbolizan la vida, el amor y el sacrificio».

Para los hematófobos, entre los que me encuentro, su arte nos serviría de terapia choque. «La gente tiene miedo a la sangre y quiero cambiar esa percepción, pues también tendrás miedo de ayudar durante un accidente o a donar sangre».

Circa confiesa que no vende sus cuadros de su propia sangre. Y que tampoco puede complacer a todo el mundo. «Simplemente me encojo de hombros ante todos los comentarios negativos y sigo haciendo lo que se me da bien». En consecuencia, Circa ha dejado su trabajo como informático y ya solo se dedica a su verdadera pasión: pintar.