Entrevista

Nieves Guillén, superviviente de cáncer de mama: "Mis hijas fueron mi motor, me necesitaban y yo no hubiera querido quedarme sin mi madre tan joven"

Esta madrileña recuerda cómo hace trece años, un bulto en el pecho cambió su vida y le obligó a sacar una fuerza que no sabía que tenía

Nieves Guillén, superviviente de cáncer de mama: " Si yo he podido, todas podemos. La vida es demasiado bonita para rendirse"
Nieves Guillén, superviviente de cáncer de mama: " Si yo he podido, todas podemos. La vida es demasiado bonita para rendirse" Cedida, Nieves Guillén

Nieves Guillén tenía 45 años cuando un bulto en la mama derecha cambió su vida por completo. Con dos hijas, Lidia, de seis años, y Laura, de 16, tuvo que enfrentarse al cáncer de mama mientras buscaba fuerzas para seguir adelante por ellas. Trece años después, y en conmemoración del Día Mundial del Cáncer de Mama, comparte su historia de miedo, lucha y superación, recordando cómo la detección precoz y el apoyo de la familia y los amigos fueron claves para afrontarlo.

Entrevista a Nieves Guillén:

Con 59 años y comercial, continúa con su vida laboral y personal mientras recuerda su experiencia como superviviente de cáncer de mama.

Pregunta: ¿Cómo comenzó todo? ¿Qué fue lo primero que te hizo pensar que algo no estaba bien?

Respuesta: Fue al darme la crema hidratante. Salía de la ducha y, al aplicármela, me noté un bulto en la mama derecha. Yo tengo las mamas muy densas; de hecho, tuve un fibroadenoma en ese mismo pecho en 2008, pero era benigno. Así que suelo tener algún bulto, ya estoy acostumbrada y sé dónde están. Este no. Este era nuevo, o al menos eso me pareció.

Una compañera de trabajo, que compartía ginecólogo conmigo, tenía revisión ese día y la acompañé. Me palpó el ginecólogo y enseguida me mandó una ecografía. Yo le dije que lo haría otro día, porque tenía que recoger a mi hija, que entonces tenía seis años. Pero su cara me dijo todo: “Si tienes quien te la recoja, sube ahora y hazte la eco. Estas cosas es mejor cogerlas cuanto antes”.

Nieves Guillén con su marido, Herminio, y sus dos hijas Laura y Lidia
Nieves Guillén con su marido, Herminio, y sus dos hijas Laura y LidiaCedida: Nieves Guillén

En ese momento supe que algo no iba bien. Cuatro días después me estaban haciendo una biopsia. Cuando me preguntas cuándo me di cuenta de que algo iba mal, fue ahí. Por las prisas, por la urgencia. Luego esperé los resultados, diez días interminables, hasta recoger el informe.

P: ¿Qué sentiste cuando te confirmaron el diagnóstico de cáncer de mama?

R: Recogí el informe sola. No quería preocupar antes de tiempo a nadie. Y aunque todo había ido muy rápido, no pensaba que tuviera cáncer. Me encontraba perfectamente, tenía 45 años y ningún síntoma. Abrí el sobre y allí estaba, carcinoma infiltrante. Recuerdo que se lo leí a mi marido en el coche y me dijo: “Bueno, tienes un carcinoma, pero eso no es cáncer”. Me río al recordarlo, pero ninguno de los dos sabíamos lo que significaba realmente. Yo sí sabía que carcinoma era cáncer. Fue un momento de silencio, de no saber a qué nos enfrentábamos.

A partir de ahí empezó todo, pruebas, resonancias, TAC, PET-TAC… Entras en un bucle de hospitales y médicos. Es como si no fueras consciente de lo que pasa, como si tu cabeza se protegiera del golpe. No es solo el sufrimiento físico, sino el psicológico, el miedo a lo desconocido, ese salto al vacío sin saber qué te vas a encontrar.

P: ¿Qué tipo de tratamiento seguiste y cómo fue adaptarte a él?

R: Primero me operaron. Me quitaron el tumor y tuve suerte, no tenía los ganglios afectados. Luego vino la quimioterapia, la radioterapia y una técnica llamada braquiterapia, que da radiación justo donde estaba el tumor para evitar que se extienda.

No quieres oír esas palabras, ni “quimio” ni “radio”. Pero al final llega el momento. Lo que más miedo da son los efectos secundarios. En las mujeres es más duro por los cambios físicos el pelo, las cejas, las pestañas… Yo pensaba más en eso que en el cansancio o las defensas.

Pero luego te das cuenta de que el pelo vuelve a crecer. Es lo de menos. Lo importante son las defensas. A veces ni siquiera podían darme la quimio porque las tenía bajas. Aun así, lo llevé bien, porque estuve muy arropada. Mi familia y mis amigos se volcaron conmigo. Me sacaban a pasear, a hacer planes, a disfrutar del sol.

A veces necesitaba estar sola, llorar, desahogarme, pero también sé que sin ellos no lo habría llevado igual. Me salvaron psicológicamente.

P: Tus hijas eran muy jóvenes en ese momento. ¿Cómo vivieron ellas el proceso y cómo lo gestionaste como madre?

R: Mis hijas fueron mi motor. Es un tópico, pero es verdad. Quieres estar bien para que ellas no sufran, y aunque no lo estés, te lo inventas. Esa fuerza sale de dentro. Laura tenía 16 años y Lidia, solo 6, era muy pequeña entonces. Lo gestioné de forma distinta con cada una. De hecho, Lidia, hablando con ella posteriormente, tiene algunas lagunas, como si de su cabeza hubiera borrado algunas cosas. No me recuerda, sin pelo. Ella no tiene ese recuerdo mío.

Nieves Guillén con sus dos hijas: Lidia y Laura
Nieves Guillén con sus dos hijas: Lidia y LauraCedida: Nieves Guillén

En casa intenté normalizar mucho la enfermedad. Estaba sin peluca y totalmente calva. Quería que me vieran tal como estaba, ellas y mi marido, quería que entendieran que no pasaba nada. Les expliqué que mamá estaba malita, pero que se iba a curar, que el pelo volvería a crecer.

Por ellas hacía todo. Eran pequeñas, pero me daban una razón para levantarme cada día. Hacíamos planes, paseos, barcas en el Retiro… Me reconfortaban. Mi mundo se paró por completo, pero ellas me empujaron a seguir con fuerza, por lo menos intentarlo.

P: Han pasado muchos años desde aquel diagnóstico. ¿Cómo ha sido tu camino desde entonces?

R: Han pasado trece años desde aquel primer mazazo. El miedo nunca se va del todo. Al principio las revisiones te angustian más, pero con el tiempo se normaliza. Después del tratamiento pasé por una menopausia forzada con 45 años. Es durísimo, sofocos, cambios hormonales, decaimiento físico… Pero aprendes a convivir con ello. Con el tiempo recuperas cierta calma, aunque la espada de Damocles siempre está ahí.

P: Hace poco te han detectado un nuevo bulto y estás en proceso de pruebas. ¿Cómo lo estás viviendo?

R: Sí. En la última revisión me detectaron un nódulo sospechoso en la otra mama. Estamos esperando esos resultados. Ojalá sea benigno y toda siga su cauce. Si no pues bueno, ya me estoy mentalizando un poco, y otra vez me dejaré guiar por los médicos y todo lo que conlleve. Pero ahora mismo tengo un estado bastante bajo de moral.

Después de 13 años ahora otra vez. Mi mente no lo quiere aceptar, pero bueno ahí está. Afortunadamente, el tumor que me han encontrado es muy pequeño y espero que no sea muy malo y el tratamiento que me den sea lo menos invasivo posible. Espero que todo vaya bien y si no es así, pues volver a tener esa fuerza que tuve la otra vez, y sigo teniendo a mis motores, amigos, familia y sobre todo a estas dos que ahora son más mayores y están más pendientes la verdad.

P: ¿Crees que hoy la sociedad está más concienciada sobre el cáncer de mama que hace trece años?

R: Sí, mucho más. Aun así, insisto en la importancia de conocerse y revisarse. Palparse, hacerse las mamografías, no dejar pasar los años. Cuanto antes se detecte, mejor. Hay que ganarle la partida y llegar antes.

P: Si pudieras hablar con una mujer que acaba de recibir el diagnóstico, ¿qué le dirías?

R: Le diría que es un proceso duro, no la voy a engañar. Es una putada. Pero si yo he podido, ella puede. Todas podemos. Hay que intentarlo, hay que luchar. La vida es preciosa, y solo por la gente que te quiere y te hace feliz, merece la pena seguir.

Afortunadamente, hoy el cáncer de mama está muy avanzado y los tratamientos son cada vez más personalizados. Hay que confiar en los médicos, en las enfermeras, en los amigos. Esto es un pack. Y aunque sea duro, lo volvería a hacer, porque amo la vida y a los que me rodean.