Salud

Un nuevo verano anómalo deja al menos 1.800 muertes por calor extremo

Según un nuevo sistema para calcular las defunciones por calor, la mortalidad se dispara a partir de los 26,9 grados

Varias personas caminan por las calles de Toledo durante un día caluroso
Varias personas caminan por las calles de Toledo durante un día calurosoAngeles VisdomineAgencia EFE

Sin llegar a la mortalidad "tan brutal" del de 2022, el calor extremo de este nuevo verano anómalo ha causado más de 1.800 defunciones, aunque algunas estimaciones casi duplican esa cifra. "El impacto del calor no es solo un golpe de calor, que son los menos. El calor en sí es un estrés para el cuerpo". Lo dice a EFE Dominic Royé, jefe de Ciencia de Datos de la Fundación para la Investigación de Clima (FIC), y uno de los autores de la aplicación Mortalidad Atribuible en verano por Calor en España (MACE) que acaba de lanzar con Aurelio Tobías, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Carmen Íñiguez, de la Universidad de Valencia.

El Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III cuantifica 95.904 defunciones desde el 1 de junio, de las que 1.834 se pueden atribuir a las altas temperaturas. Los datos reflejan el máximo el pasado 12 de agosto, con 79 fallecimientos; los últimos disponibles son del día 22, cuando las muertes atribuibles al calor fueron 68, pero hay que tener en cuenta que van con cierto retraso y se actualizan continuamente.

Según Royé, MACE realiza una estimación estadística "mucho más moderna" que el MoMo, que sigue usando una metodología de los años 90 que ellos han tratado de actualizar. Aunque cuenta con una limitación -ya la están trabajando de solventar-, y es que calcula la mortalidad a nivel nacional sin tener en cuenta las diferencias geográficas, los grupos de sexo y la edad, lo cual podría estar dejando fuera muchos más fallecimientos.

MACE se nutre de los datos de muertes observadas del MoMo y de las temperatura promedio de España calculada por la Aemet; con ellos, estima que desde el 1 de junio y hasta el 22 de agosto se han producido 8.821 muertes achacables al calor. De ellas, 3.034 se han producido en los días de calor extremo, del que hasta ahora se han contabilizado 15.

Por meses, agosto acapara 10 de esos días y 1.883 defunciones, frente a las 1.151 de julio, cuando se registraron 5 días de temperaturas excesivas. En junio no hubo ninguno de los dos. Hay un punto a partir de la cual la curva de la mortalidad se dispara: los 26,9 ºC, explica Royé. La temperatura media este verano ha sido de 24,5º, aunque en agosto es de momento de 26,2º y en julio fue de 25,3º.

Vuelve así a tratarse de un verano "extremo" que ahora atraviesa una cuarta ola de calor demasiado tardía para lo que es habitual, pero no será "tan brutal" como lo fue 2022, cuando se sucedieron 28 días de calor extremo y 8.815 muertes por esta causa. De hecho, con datos ya oficiales del INE, la mortalidad se disparó un 20 % entre los meses de mayo y agosto de 2022 y las defunciones por golpe de calor y deshidratación se duplicaron respecto a tres años antes.

Royé recuerda en este punto que los golpes de calor apenas representan entre el 2 y el 3 % de las causas de muerte imputables a las altas temperaturas, que lo que hacen sobre todo es agravar patologías previas, sobre todo cardiovasculares y respiratorias. El calor somete al cuerpo a un estrés térmico que se agrava de noche, de modo que el exceso de temperatura nocturno aumenta el riesgo de mortalidad; así lo puso de manifiesto un estudio de 2021 sobre los "Efectos de las noches calurosas en la mortalidad en el sur de Europa", del que este climatólogo es coautor.

De acuerdo con el artículo, la mortalidad diaria está asociada con temperaturas que superan los 20 ºC de noche, independientemente de las diurnas. Con el problema añadido, avisa, de que el cambio climático está trayendo consigo un aumento de las máximas, pero sobre todo de las mínimas.

Si el calor extremo tiene consecuencias para la salud, dormir mal también, de modo que las noches tropicales o tórridas suponen un doble riesgo, apunta a EFE Ana Teijeira, neurofisióloga de la Sociedad Española del Sueño (SES). La temperatura óptima para conciliar un sueño de calidad está entre los 18 y los 21 ºC y se hace casi imposible a partir de 24º; esta cuarta ola de calor ha dejado varias mínimas sucesivas que han rozado los 30º en varias zonas de España.

A corto plazo las consecuencias son conocidas, "cansancio, somnolencia, irritabilidad, problemas de concentración, de rendimiento laboral", un agotamiento que también puede provocar accidentes laborales o de tráfico. Pero dormir poco y mal también causa estragos a largo plazo, y pasar tantos días e incluso semanas con estas mínimas nocturnas puede "provocar alteraciones hormonales, en el sistema inmune, en la tensión arterial, lo cual puede favorecer los eventos cardiovasculares y cerebrovasculares, los infartos al corazón, los ictus...". Además, "el sueño que hemos perdido estos días de calor tan intenso por las noches es irrecuperable" y su falta no podrá compensarse cuando las temperaturas dejen descansar.