Coronavirus

Anticuerpos de amor contra el coronavirus

Una pareja sevillana aplaza su boda por la pandemia: “Queremos dar besos y abrazos a todos ese día"

Bruna Sancho y Eduardo Aguilera, que han aplazado su boda por el coronavirus
Bruna Sancho y Eduardo Aguilera, que han aplazado su boda por el coronavirusLa Razón

La crisis del coronavirus nos obliga a hacer un paréntesis en nuestras vidas, a aplazar planes y a alterar nuestra rutina, centrada más en tareas dentro de casa. También está generando pequeñas frustraciones y sentimientos encontrados, pero solo momentáneamente. Eduardo Aguilera y Bruna Sancho tenían previsto casarse el próximo 16 de mayo en la capilla de Montserrat de Sevilla. El avance del Covid-19, y las consecuencias en la población cuando se levante el estado de alarma, han sido dos razones de peso para posponer el enlace, ansiado por esta pareja desde hace tiempo.

Acaban de recibir la caja con las invitaciones y no quieren ni abrirla. “Lo teníamos todo cerrado: la iglesia, la hacienda, el vídeo, las fotografías, el fotomatón, todas las sorpresas que habíamos pensando para la celebración y el coche”, asegura Bruna, quien detalla que faltaba el traje del novio, “aunque ya lo había visto, pero no estaba encargado”. La decisión del aplazamiento cayó por su propio peso. La pandemia se iba extendiendo y los temores asolaban a la pareja. Eduardo asegura que no barajaban la idea de la cancelación, pero “vimos que la cosa se estaba yendo de madre y empezamos a pensar que tendríamos que posponer la boda”. Bruna reconoce que estaban “en plan positivo” y confiaban en que todo esto -los contagios y las medidas restrictivas- no iban a tardar tanto en terminar. “Pensábamos que no iba a ser tan grave y que, como mucho, en un mes esto se pasaba”. Ya barajaban los posibles escenarios. “La gente iba a estar con el miedo, muchos habrían decidido no venir, gente que podría estar contagiada y no lo sabe, gente contagiada y que sí lo sabe”. Y un argumento de peso: “Casarte y no poder dar besos ni abrazos con nadie... Yo quiero disfrutar ese día con mi gente y quiero poder darles besos y abrazos y que pueda venir todo el mundo. Hemos pensado en la gente y en nosotros. Mi abuela tiene 97 años y no quiero que venga y se exponga a nada”.

Los invitados se ha mostrado “bastante prudentes” en todo el proceso. Eduardo recuerda que “mandamos un mensaje grupal a todos anunciando la nueva fecha. La gente empezó a decir que llevaba varios días pensando que la boda era en mayo y que estaban preocupados”. Todo comenzó a acelerarse cuando el Gobierno decretó el estado de alarma. Las cuentas no cuadraban. “Los casos de coronavirus crecían. Además, después de curarte tienes que estar dos semanas aislado porque sigue siendo contagioso. El repunte llegaba dentro de tres semanas y, si estás enfermo una o dos semanas y encima tienes que estar dos más de reposo o aislado para no infectar a la gente, las cuentas no salían”.

Ya convencidos, llegaba el momento de avisar a los que componen el complejo rompecabezas de un enlace. Eduardo asegura que en la iglesia “no saben nada todavía. Nos casamos en un templo pequeño y no tiene una afluencia de bodas importante. Es la única adjudicada en 2020, por ahora”. El asunto de la hacienda fue un poco más complejo, sobre todo para fijar una nueva fecha. “Al principio, el dueño nos dijo que quedaba tiempo, pero fue antes del confinamiento. Nos dijo que todavía quedaban dos meses y a ver cómo evolucionaba la cosa”, detalla Bruna. Sin embargo, cuando llamaron para comunicarle que cambiaban la fecha “el discurso fue diferente”. “Nos dijo que teníamos razón, que esto no va a durar dos días y era conveniente cambiarla”. Barajaron el mes de octubre, pero la agenda estaba completa. “El miedo que me daba es que muchísimas bodas se están aplazando. Había que espabilarse porque quedaban pocas fechas libres”, asegura Bruna. Noviembre, el mes de los difuntos, no es de su agrado y finalmente optaron por el 12 de diciembre.

"Teníamos la incertidumbre de que el resto de los proveedores no tuvieran libre la fecha que eligiésemos, pero finalmente no hemos tenido problemas", señala Eduardo.

Cuando terminaron las gestiones -el novio incluso alquiló un piso cerca de la iglesia para vestirse y salir desde allí- pensaron: “ya quedan otros nueve meses para la boda”. Eso sí, Bruna reconoce que le dio una “llorera” porque “ya estaba tocando la boda con los dedos”. Ahora ven aspectos positivos de la nueva fecha, como que “no va hacer tanto calor”, y los invitados fueron comprensivos con la decisión a tenor de la situación que se está viviendo en todo el mundo. “Saben que es un panorama extremo”.