El término baturro, utilizado para referirse a las personas de 'campo' de Aragón, posee un origen etimológico que resulta notablemente despectivo. Esta palabra se compone de dos elementos que, al unirse, forman un significado poco halagador para quienes la reciben: 'bato', que en aragonés significa 'idiota', y el sufijo 'urro', que se emplea como intensificador y despectivo. De esta manera, al examinar su composición, se podría interpretar que a los aragoneses se les conoció inicialmente como 'idiotazos' o 'grandes idiotas'. Pero, ¿cómo y por qué se asoció este término tan ofensivo y peculiar a la gente de Aragón? El fenómeno surgió de una costumbre social de escarnio. De forma similar a cómo en los 90 se recurría al tópico de "esto es uno de Lepe que...", en el siglo XIX se popularizó la mofa hacia los aragoneses, principalmente a través del teatro. La fama nace en las tablas Todo comenzó con la representación de una serie de obras teatrales que se estrenaron en Aragón y que jugaban con el arquetipo rural. Dos títulos clave fueron 'El pelo de la dehesa de Bretón de los Herreros' y' El novio aragonés de Luis San Juan y Alcocer'. En estas representaciones, se creó y popularizó un estereotipo muy concreto: el personaje 'baturro'. Este 'baturro' teatral era una figura caricaturesca que se mostraba garrula, paleta y grosera. Vestido con las ropas típicas de la región, el personaje estaba obsesionado con las jotas, mostraba un habla tosca y tenía una marcada afición por el vino y la comida. El éxito de estas representaciones y la difusión del arquetipo fueron inmediatos. La consagración nacional del tópico El triunfo de estas obras fue tal que el personaje saltó las fronteras de Aragón. En 1876 se estrenó en Madrid la obra ¡El corazón de un baturro' de Pedro Marquina. En ella, aparecía nuevamente el arquetipo de baturro que tanto atraía y divertía al público. La obra triunfó tanto en la capital como en el resto del país, logrando que el tópico se extendiera de forma definitiva. Este éxito teatral consolidó la idea errónea de que todos los habitantes de Aragón eran como se les representaba en las tablas. La gente de toda España asoció indisolublemente el término baturro, con todas sus connotaciones despectivas y rústicas, a la identidad aragonesa. De la mofa a la reivindicación romántica Cuando el término ya estaba firmemente asociado a la región por el éxito teatral, surgió un nuevo factor cultural que cambió su percepción: el movimiento del Romanticismo. Esta corriente de pensamiento se caracterizó por enaltecía lo popular, lo tradicional, el campo y el pueblo. La confluencia del triunfo de las obras de teatro y el auge del Romanticismo tuvo una consecuencia inesperada: la propia gente de Aragón adoptó el término para sí. De esta manera, lo que comenzó siendo un apodo despectivo y una mofa teatral, se convirtió, dentro de la comunidad, en una forma de referirse a sus gentes rústicas, reivindicando un sentido de pertenencia y tradición que trascendía su significado etimológico original.