Historia
La trucha que motivó un motín en Zamora
El convento de Santa María de las Dueñas conserva las santas e incorruptas formas procedentes de este conocido episodio
Más parece una leyenda. Pero todo zamorano que se precie conoce esta curioso episodio de la historia donde se aúnan leyenda y fe. Trece años después, el obispo Gregorio Martínez Sacristán, volvía a abrir el copón de las Sagradas Formas del conocido "Motín de la Trucha", que se conservan en el convento de monjas de Cabañales de Santa María de las Dueñas, después de 800 años.
Hay que remontarse a mediados del siglo XII, más o menos sobre el año 1168, según aparece en el frontal del Sagrario del Convento de las Dueñas. Un zapatero quería comprar la última trucha que quedaba en el mercado, pero se topó con que un criado de uno de los nobles de la villa, Gómez Álvarez, también la reclamó, señalando que la clase alta gozaban de un privilegio de prioridad a la hora de comprar. Tanto el zapatero como el pescadero le informaron que el producto ya estaba vendido, negándose a entregarlo. Una discusión que fue subiendo de tono, pero finalmente el pescadero se hizo con la trucha.
A los nobles de la ciudad no les gustó este desafío y mandaron detener al zapatero, al pescadero y a aquellos que los habían apoyado y para evitar que se repitieran episodios de este calibre, mantuvieron un encuentro en la iglesia de Santa María para decidir nuevos castigos.
Pero un ciudadano, de nombre Benito, llamó a la muchedumbre, para cerrar la iglesia, incendiarla y matar de esta manera a todos los que se hallaban en su interior. Y así fue. Pero inesperadamente, las Sagradas Formas abandonaron el sagrario volando y encontrando una fisura por donde salir del templo en llamas para trasladarse al convento de Santa María de las Dueñas, en aquel momento junto a la iglesia, pero hoy ubicado en la otra margen del Duero, donde se preservan a día de hoy.
El rey de León, Fernando II, enterado del suceso, enviaba sus tropas para solventar el altercado, pero los amotinados se exiliaron en Portugal, desde donde escribieron al monarca y al Papa, relatándoles el episodio milagrosos y pidiendo clemencia. Si no fuera así, pasarían a ser súbditos del rey Afonso Enriques. Fernando II acepta este trato pero con la condición de que se reconstruya la iglesia de Santa María, como así sería. Hoy este convento custodia estas sagradas formas, y en un envidiable estado de conservación.
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