Pseudociencia
Perfumes de feromonas: ¿secreto para ligar o patraña pseudocientífica?
Los perfumes de feromonas están muy extendidos en el mercado y basan sus explicaciones en términos científicos. ¿Funcionan realmente?
Al comprar en la perfumería local, quizá hayas visto la amplia selección de perfumes de feromonas que proliferan por los estantes y te hayas planteado si realmente funcionan. Prometen despertar desde la atracción sexual hasta la libido, y basan sus explicaciones en términos científicos como “la conexión del olfato con el hipotálamo del cerebro”, “señal de respuesta sexual” u “órgano vomeronasal”.
Efectivamente, muchos animales segregan sustancias químicas a través de fluidos como la orina o el sudor, sustancias que envían señales entre individuos de la misma especie. Estas señales constituyen una forma de comunicación ya que pueden inducir determinados comportamientos o cambios hormonales en el individuo que las recibe.
Se han identificado feromonas a lo largo y ancho del reino animal con una cierta sutileza en sus efectos. En cabras, moscas o polillas, las feromonas son un vehículo de atracción sexual, pero algunas especies no responden a ellas hasta pasado un tiempo después de aparearse. Otras feromonas sirven para marcar el territorio, guían las interacciones entre madres y crías, aceleran la pubertad o bloquean la gestación.
Algunos ambientadores y collares de perro incluso han puesto en práctica el conocimiento disponible acerca de las feromonas en estos animales e incluyen sustancias que segregan los perros lactantes con objeto de calmar a otros perros.
Los primeros estudios
Ante tal variedad de efectos disponibles en animales, muchas personas se han preguntado si los seres humanos también podemos segregar feromonas y experimentar reacciones ante ellas. Ya en los años 1970 se publicaron algunos estudios que identificaban sustancias presentes en el sudor de las mujeres y concluían que eran responsables de la sincronización entre los periodos menstruales de aquellas que viven o pasan mucho tiempo juntas. Desde entonces, el interés por las feromonas humanas no hizo más que crecer.
Un ingrediente fundamental para que las feromonas sean eficaces es el órgano vomeronasal, un tipo de tejido que tienen reptiles y los anfibios y que detecta las feromonas. Muchos mamíferos también cuentan con este órgano, incluidos los humanos. Sin embargo, el órgano vomeronasal humano parece más bien vestigial, ya que contiene muy pocas neuronas, las células no expresan los marcadores olfativos que serían necesarios para desempeñar su función, y no se han encontrado nervios que conecten este órgano con otros.
A pesar de todo, un estudio de 2005 se propuso analizar el efecto de la androstadienona, que se encuentra en el sudor y semen masculinos, y el estratetranol, que se encuentra en la orina femenina, sobre el cerebro. En él, se empleó la tomografía por emisión de positrones, o PET, para estudiar el flujo sanguíneo hacia diversas partes del cerebro mientras las personas participantes inhalaban una de las dos sustancias a analizar.
Efectivamente, se encontraron patrones de actividad cerebral diferentes según el sexo de la persona y de la sustancia inhalada. El hipotálamo de los hombres se activaba al oler el estratetranol pero no la androstadienona, mientras que en las mujeres sucedía al contrario. Sin embargo, estas diferencias no tienen por qué apuntar a una diferencia de comportamiento, de modo que este estudio no es suficiente para concluir que las sustancias analizadas son feromonas.
El sexo opuesto
Un trabajo posterior se propuso remediar este defecto exponiendo a participantes heterosexuales a estas sustancias y pidiéndoles que evaluaran una serie de caras del sexo opuesto y también que decidieran si un conjunto de caras de género ambiguo eran de hombre o de mujer.
La hipótesis era que, si estas sustancias efectivamente eran feromonas, las mujeres expuestas a la androstadienona tendrían una mayor tendencia a pensar que las caras supuestamente neutras eran masculinas, con el efecto contrario para los hombres expuestos al estratetranol. Además, se pensaba que la sustancia correspondiente al sexo contrario causarían que las caras del sexo contrario se clasificaran como más atractivas. Sin embargo, el experimento no validó la hipótesis: en los resultados no se percibió ningún efecto de estas sustancias en el comportamiento de los participantes.
Lo mismo ha ocurrido con otros estudios similares, y los que sí encuentran algún efecto en las supuestas feromonas humanas suelen adolecer de varios problemas. O bien los experimentos se realizan en grupos muy pequeños de individuos (con lo que los efectos podrían ser producto de la casualidad), o bien se sobreestima el efecto observado, o los resultados son muy difíciles de replicar.
Además, existe un sesgo en las publicaciones científicas que empuja a publicar solo los resultados positivos, ya que los negativos no suelen tener buena acogida en las revistas académicas. El estudio de la androstadienona y el estratetranol constituye una rara y bienvenida excepción a esta regla.
Un nuevo mamífero llamado ser humano
Para saber realmente si los humanos tenemos feromonas, tenemos que tratarnos como trataríamos a cualquier otro mamífero recién descubierto, dejando las presuposiciones a un lado y empleando los métodos rigurosos que tan bien han funcionado para investigar las feromonas en otras especies.
Es más, incluso si los humanos segregamos feromonas, no tendrían por qué tener el mismo efecto que en otros animales. Nuestro comportamiento sexual es mucho más complejo que el mero el instinto, y es muy difícil aislar el efecto de las feromonas de la multitud de factores adicionales que entran en juego.
A día de hoy, no hay pruebas claras que avalen la existencia de feromonas humanas y su papel en nuestro comportamiento sexual. En este sentido, la base de los perfumes que dicen contenerlas es más que dudosa, al igual que los consejos que animan a hacer ejercicio en pareja o a ingerir suplementos que aumenten los niveles de testosterona con objeto de incrementar el atractivo sexual.
Citando una revisión bibliográfica que analizó exhaustivamente la investigación en feromonas humanas: “Revelar los misterios de los olores y la manera en que se perciben requiere más tiempo y esfuerzo [del que se ha dedicado hasta ahora], ya que los humanos no son sistemas que instintivamente caen en un comportamiento en respuesta a un olor. Son individuos que piensan y tienen criterio, sujetos a diferentes motivaciones”.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Que no haya pruebas claras de que existan las feromonas humanas no quiere decir que no existan. Aunque la evidencia científica disponible no avala la eficacia de los perfumes de feromonas, en el futuro podrían descubrirse otras sustancias que segreguemos los humanos y que sí induzcan un determinado comportamiento sexual u otras conductas. Pero, para validar el papel de estas sustancias como auténticas feromonas, hará falta una mayor claridad en los resultados experimentales de la que se ha conseguido hasta ahora.
REFERENCIAS (MLA):
- Hare, Robin M., et al. “Putative Sex-Specific Human Pheromones Do Not Affect Gender Perception, Attractiveness Ratings or Unfaithfulness Judgements of Opposite Sex Faces.” Royal Society Open Science, vol. 4, no. 3, 2017, p. 160831.,https://doi.org/10.1098/rsos.160831.
- Mostafa, Taymour, et al. “Pheromones in Sex and Reproduction: Do They Have a Role in Humans?” Journal of Advanced Research, vol. 3, no. 1, 2012, pp. 1–9.,https://doi.org/10.1016/j.jare.2011.03.003.
- Savic, Ivanka, et al. “Smelling of Odorous Sex Hormone-like Compounds Causes Sex-Differentiated Hypothalamic Activations in Humans.” Neuron, vol. 31, no. 4, 2001, pp. 661–668., https://doi.org/10.1016/s0896-6273(01)00390-7.
- Schank, Jeffrey C. “Do Human Menstrual-Cycle Pheromones Exist?” Human Nature, vol. 17, no. 4, 2006, pp. 448–470., https://doi.org/10.1007/s12110-006-1006-y.
- Wyatt, Tristram D. “The Search for Human Pheromones: The Lost Decades and the Necessity of Returning to First Principles.” Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 282, no. 1804, 2015, p. 20142994., https://doi.org/10.1098/rspb.2014.2994.
✕
Accede a tu cuenta para comentar