Andreu Nin, el marxista incómodo al que mató Stalin
Andreu Navarra firma la biografía más completa del dirigente del POUM, asesinado por los soviéticos en 1937
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El mito del líder del POUM Andreu Nin, especialmente por su terrible asesinato, ha desdibujado la grandeza del hombre que soñaba con una revolución parecida a la de 1917. Más allá de las leyendas, de los rumores y de las absurdas preguntas con respuesta en Salamanca o en Berlín, el hombre y el político hace tiempo que reclamaba una biografía siguiendo los esquemas anglosajones, es decir, sin apasionamientos ideológicos. Eso es lo que ha hecho Andreu Navarra en «La revolución imposible. Vida y muerte de Andreu Nin», publicado por Tusquets. Navarra, que tiene experiencia de tratar biográficamente con personajes nada fáciles, como fue el caso de Eugeni d’Ors en «La escritura y el poder».
El autor, en conversación con este diario, asegura que si ha querido acercarse a Nin es porque «faltaba el relato de una persona. Yo quería que tuviera una biografía biográfica como las que hace Anthony Beevor, es decir, más anglosajona. Pienso, aunque pueda sonar absurdo, que se debía despolitizar una figura como la de Nin para enseñar su política, no la nuestra. Había que limpiarlo de presentismo, algo que pasaba con algunos de los libros que han salido hasta la fecha».
El libro se inicia en la primavera de 1937 cuando a la mesa de Stalin llega un artículo aparecido en el periódico «Adelante», órgano propagandístico del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Allí, el 3 de febrero de 1937, Juan Ventura, uno de los redactores de la publicación, apuntaba que «todos los dirigentes del PSUC en Cataluña, al igual que los del PCE en España, no piensan, no discurren, no pueden tener ni una idea propia. Para comentar cualquier suceso, por insignificante que sean tienen que esperar que el ‘’padrecito Stalin’' les ordene cómo tienen que hablar». Al «padrecito» no le gustó nada aquello y no iba a consentirlo. Navarra no cree que ese artículo fuera la condena a muerte de Nin porque «ya había recibido avisos de que iban a por él. Antes cayeron otros, como José Robles, aunque quizá debió pensar que aquí, en Cataluña les sería más difícil operar. Nin sabía que iban a por él, como también lo sabían Trotski y los trotskistas». Nin esperaba, en palabras de su biógrafo, «poder declarar de frente, como pudieron hacer otros, por ejemplo, Julián Gorkin, en unos procesos que eran una farsa».
Sangre fría
Andreu Nin esperó con tranquilidad su destino final porque «era un hombre valiente. Había recibido disparos. Justo antes de marcharse a Rusia, en junio de 1921, recibe un disparo en la ingle mientras que su compañero es asesinado en un atentado por pistoleros del Sindicato Libre, de la patronal. Es como murieron otros líderes obreros, como pasó con Layret o Seguí». En ese contexto, en el que los tiroteos y las muertes estaban a la orden del día, Nin sabía que alguna vez se vería tocado por todo esto, aunque, como señala Navarra, «sorprende su sangre fría. Él debía saber que la revolución no iba a tener continuidad. Así que ¿qué es lo que le quedaba? Su proyecto estaba en ruinas. Era inteligente y no iba a fabular con la república obrera de la retaguardia. En el momento de su detención ya no tenía el mismo ánimo que en 1936».
Mientras todo esto ocurre, cuando se están preparando las balas con las que se disparará a Andreu Nin, Stalin manda armas a la República, aunque cobrándose una muy alta factura por lo que parece en un primer momento una generosa ayuda. Por todo ello, Andreu Navarra afirma que «Stalin le tomó el pelo a todo el mundo». Pese a todo, Nin nunca perdió su esperanza en la Unión Soviética. «Lo que hace el POUM es denunciar los asesinatos de bolcheviques, pero no el totalitarismo soviético. Nunca habla de los crímenes de Lenin. Nin conocía los archivos soviéticos, por lo que debía saber de las cosas que hizo Lenin, como hundir un barco con gente dentro; la represión de la huelga de Kronstadt, algo que explica Victor Serge en el periódico del POUM y que ve cómo el camino de no retorno del totalitarismo soviético, y eso que Stalin todavía no está allí... Nin denuncia el estalinismo, pero cree que el experimento soviético todavía puede ser reconducido en un sentido liberador. Él es antiestalinista, pero prosoviético, como lo eran aquellos a los que ejecutó Beria», reflexiona el autor de «La revolución imposible».
En Barcelona, como en 1917
Sobre el paso de Andreu Nin por la Unión Soviética durante los años veinte hay un testimonio fundamental y es el de Josep Pla. El ampurdanés dedicó no pocas páginas a Nin, un tema al que vuelve el escritor al final de su vida. «Es que Andreu Nin era un político importante que iba a fundar una especie de protestantismo comunista en Cataluña, algo que hubiera sido un proyecto mundial de revolución en Barcelona, que abortaron porque no pasó de embrión. Se quería fundar en 1939 una Internacional desligada de Stalin y Trotski, liderada por unos nuevos mártires o redentores que hubieran sido Nin y Gorkin. Eso es lo que estaba sobre la mesa: convertir la revolución española en un segundo 1917, aunque más audaz. Entonces Pla, de alguna manera, admira a este nietzscheano siendo tan distintos. El escritor siente admiración por el hombre austero y revolucionario, pese a que Pla era todo lo contrario. Es que Nin era un personaje fascinante que podía haber liderado una nueva era, algo que incluso reconoció Albert Camus, quien dice que con la represión del POUM muere un concepto de Europa y es imposible escapar de un totalitarismo». El autor de «La peste» diría el 25 de julio de 1954 en una nota enviada a los poumistas exiliados en París que «la muerte de Andreu Nin representa un giro en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada».
En el libro se rescata el poco tiempo que Nin fue «conseller» de Justicia de la Generalitat, cargo que ocupó hasta diciembre de 1936. Andreu Navarra ha podido documentar que el político salvó varias vidas aprovechando su responsabilidad en el Govern. «Nin es una figura parecida a Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo de Paracuellos, teniendo más que ver con él que con Serrano Poncela o Carrillo. Andreu Nin comentó que si había algún fascista probado que hubiera disparado, sí tenía que ser ejecutado. Lo que no quería es que hubiera ejecuciones por rabia o linchamiento. Así que inventó un sistema de justicia para que todo aquello fuera racionalizado. Incluso, en la Prensa del POUM se persigue a los incontrolados, denuncia que he leído en las publicaciones de la época. El PCE también dijo que era deshonrar la revolución ir por ahí disparando a la gente por la espalda», reflexiona Andreu Navarra.
En junio de 1937, el POUM tenía entonces su sede en el Palau de la Virreina, en el corazón de las Ramblas de Barcelona. Fue ahí, en esa popular avenida por la que tanto le gustaba pasear, donde fueron a detener a Andreu Nin. Allí se perdió su rastro para siempre. Lo demás fue el inicio de una leyenda que nos lleva hasta Madrid, donde Nin fue severamente interrogado y torturado por los hombres de Stalin en España. Cuando ya no pudieron sonsacarle más, los esbirros del todopoderoso líder soviético se lo llevaron hasta Alcalá de Henares donde fue asesinado. Nunca se ha recuperado su cuerpo ni tampoco se ha sabido en qué lugar preciso fue enterrado. Es otro de esos cadáveres incómodos de la historia de nuestro país que nadie se ha preocupado en recuperar. Afortunadamente todavía nos queda su memoria y su obra, la misma que necesitaba una biografía. Eso es lo que aporta, por fin, la biografía «La revolución imposible».