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Joan Didion, símbolo de las letras americanas

Su editorial, Penguin Random House, ha anunciado que ha fallecido por complicaciones de la enfermedad de Parkinson
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La escritora estadounidense Joan Didion ha fallecido a los 87 años en Nueva York, según ha anunciado la editorial de Didion, Penguin Random House. La autora ha fallecido por complicaciones de la enfermedad de parkinson que padecía desde hacía años. Ella era todo un símbolo de las letras americanas. Una persona que con sus libros, su compromiso y su personalidad había desbordado los cauces normales por los que discurre la vida de un autor hasta convertirse en toda una referencia indiscutible, en alguien cuya fama se había extendido más allá de las fronteras de los Estados Unidos. Pertenece a esos escasos autores que son considerados de culto, pero que al mismo tiempo gozan de una enorme popularidad y respeto, y son de extendida lectura. El libro que más la representa, aquel por el que todos la nombran o la conocen, es “El año del pensamiento mágico”, es más que un título; es casi una obra ineludible para todos los autores que deseen hablar del luto, de la literatura de la pérdida, y que ahora, que ella también se ha ido, quizá sea inevitable regresar a su lectura.
“John estaba hablando y de pronto se calló. En un momento dado de los segundos previos o del minuto previo a callarse me había preguntado si el segundo whisky que le había servido era puro de malta. Yo le dije que no, que le había puesto el mismo whisky que la primera vez”. Estas líneas pertenecen al célebre inicio de esas páginas memorialísticas, donde cuenta cómo su marido deja de hablar y tiene que llevárselo con urgencia a un hospital. Cuando vuelve ya no está con él. Ha muerto. Es una mujer sola, una viuda, alguien a quien se le acaba de amputar una parte esencial de ella misma y que tiene que enfrentarse al abismo de seguir respirando, de continuar viviendo.
En el centro
Las reflexiones y las ideas y la narración que encadena a continuación es todo un hito. Junto a John Dunne, su marido, su compañero, había compartido un largo matrimonio que alcanzaba las cuatro décadas. Lo habían compartido todo. Casa, jornadas de trabajo, dudas literarias, preocupaciones intelectuales, incluso la enfermedad de su hija, Quintana, que estaba muy grave cuando sobrevino el fallecimiento de él. La pareja, de hecho, era todo un referente para los cenáculos culturales. Docenas de intelectuales y artistas pasaban por su casa (el actor Harrison Ford, cuando era carpintero, ayudó a construirla), celebraban fiestas en su domicilio, conversaban y discutían de los temas de mayor relieve y actualidad. Eran apreciados, eran queridos, eran indispensables. Y de todo esto da acertada cuenta el documental “Joan Didion: El centro cederá” de Netflix. El retrato de unas vidas magníficas.
Joan Didion, con una prosa trabada con hondura, paciencia, una cortante sensibilidad, contaba cómo fue para ella, de repente, vivir sin él, sin John Dunne, y, a la vez, vivir con todo eso que habían tenido y que en menos de una hora habían pasado a formar parte de los recuerdos de una existencia común pasada. “La vida cambia en un instante. Te sientas a comer y la vida que conocías se acaba de repente”, escribe. Una frase que, casi, lo resume todo. La escritora retrasó el funeral de su esposo por un mes para que su hija pudiera restablecerse de su enfermedad y acudiera para despedirlo. Así fue. Y parecía que todo iría mejor. Pero la suerte, cuando retira su favor, lo hace del todo. Quintana fallecería dos años más tarde que John Dunne, en 2005. Didion se quedaba sola. Al drama se sumaba esta tragedia.
Crítica y lúcida
Enjuta y de atractiva juventud, con un aspecto menudo, ojos de mirada profunda y de una vivísima y clarividente inteligencia, pero que, en una extraña paradoja, conjugaba y se articulaba con enorme perfección con la imagen de inquietante y clara fragilidad que desprendía (algo que parecía resaltar la ropa que usaba), Didion sobresalió muy pronto con una escritura fresca, directa, bien soldada y con el ímpetu de las personas que saben discernir lo fundamental en lo noticioso, en las aguas confusas de la actualidad. Fue una firma frecuente en revistas de enorme prestigio y grandes tiradas, como “Vogue”, “Vainity Fair”, “Life”, “Squire” o “The New York Times Review of Books”, donde, con sus artículos, reportajes, críticas y opiniones se labró un enorme prestigio y se abrió un claro camino en la literatura americana. Lo abordó todo. Desde aspectos esencialmente culturales hasta políticos. Nada escapaba a su mirada escrutadora minuciosa, que con una enorme puntualidad y una enorme capacidad para la exégesis desafiaba cualquier tema. Algo que se puede comprobar si uno lee “Lo que quiero decir”.
Nació en los años treinta con una vocación por la lectura que la animó a convencer a su madre para que la autorizara entrar en las bibliotecas públicas para seguir leyendo grandes obras. Mujer de enorme personalidad, que con frecuencia faltó a la escuela, pero que portaba una impedimenta literaria indiscutible, sin embargo, tuvo dudas sobre su talento literario. No importa que ganara premios en la universidad, que despuntara enseguida. Tuvo que superar esa vergüenza inicial que supone el descubrimiento de su propio pulso y don.
Estuvo vinculada, al igual que Gornick, con el feminismo, sus reivindicaciones, sus luchas y su empeñada decisión por denunciar el machismo y las injusticias que sufrían las mujeres. Pero no se ciñó solo a las escuadras de esas tesis y discusiones, y se convirtió en la década de los ochenta en una voz impertinente para el poder político que emanaba de la Casa Blanca. Sus críticas a las intervenciones en América Latina por parte de Estados Unidos, sacó a relucir su lado más crítico, como demuestran dos títulos de esos años: “Salvador” y “Democracia”. Dos obras a las que habría que sumar: “Miami”, acerca de todos los inmigrantes y expatriados que se han visto obligados a residir en esta ciudad. Joan Didion fue una autora inquieta, que sobresalió en la ficción con títulos como “El río en la noche” (1963) 1963; ”Según venga el juego” (1970) o “Una liturgia común” (1977). Sus reportajes, escritos memorialísticos y obra periodística la fueron recogiendo a lo largo de diversos volúmenes y obras.