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Aniversario

400 años de Molière: un marido celoso, soñador y enfermo crónico

Se celebra el cuarto centenario del nacimiento del autor teatral que marcó un hito en la escena francesa, y del que se está llevando a escena una de sus obras cumbre en Madrid. Fue el favorito del Rey Sol y un dramaturgo antisistema

El peso del dramaturgo en Francia es tan grande que la Comédie-Française también se conoce comúnmente como la Maison de Molière
El peso del dramaturgo en Francia es tan grande que la Comédie-Française también se conoce comúnmente como la Maison de MolièreMignard, Nicolas [d.1668-03-20]

Para celebrar los cuatrocientos años de Molière, o sea, de Jean-Baptiste Poquelin (pues con este nombre nació, en París, el 15 de enero de 1622, ciudad en la que murió en 1673), nada mejor que conocer o volver a sus textos. Y es que hace unos meses, la editorial Cátedra ofrecía la gran biografía Molière, de Georges Forestier, que trataba de presentar al Molière que conocieron sus contemporáneos más allá del mito edificado sobre diversas leyendas (marido celoso y malhumorado, soñador y melancólico, actor dotado solo para la comedia, enfermo crónico), que todavía hoy componen su retrato.

No en vano, como dice este profesor universitario, para poder conocer la figura del hombre, del actor itinerante, del audaz director de teatro, del creador ingenioso, hace falta bucear en testimonios desconocidos, documentos olvidados que ayuden a reconstruir la figura del hombre, de su familia, de una compañía de teatro excepcional, de un artista que llegó a ser favorito de Luis XIV, que nos puedan aclarar las luces y las sombras del gran autor cómico.

Asimismo, también en este año, aparecieron dos volúmenes en Debolsillo, el primero de ellos Teatro I. Aparecía así uno de los mayores dramaturgos europeos en una gran edición, pues este volumen reúne cinco de las obras más destacadas de Molière, piezas tan fundamentales para la historia del teatro europeo como Don Juan o El Tartufo, junto con El avaro, Anfitrión y La escuela de las mujeres. La introducción de Mauro Armiño ofrecía las claves para profundizar en la vida y obra del padre de la Comédie Française y uno de los dramaturgos más representados de hoy. Los lectores podían apreciar con lujo de detalles su Don Juan, famosa tragicomedia sobre un noble libertino y vividor inspirada en El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, o revivir la representación original de El Tartufo, que despertó la ira de la Iglesia y se prohibió durante años al verse en su crítica a la hipocresía un ataque frontal a la religión. Completaban ese volumen tres comedias que fueron recibidas con gran entusiasmo en su época y siguen siendo de gran relevancia en la actual.

Por otro lado, el segundo tomo de las obras esenciales de Molière, también a cargo del traductor Mauro Armiño, completaba la selección del teatro de Molière, reuniendo cinco de sus grandes comedias, estrenadas entre 1668 y 1673, durante el último lustro de vida del autor. Jorge Dandín castiga los sueños de ascenso social; El avaro ataca la codicia de la burguesía en el siglo XVII; El burgués gentilhombre satiriza los códigos huecos de la aristocracia; Las mujeres sabias pone el punto de mira en la pedantería; y El enfermo imaginario ironiza sobre los límites subjetivos de la salud. En estas piezas tardías, el inigualable comediógrafo amplía su registro hasta alcanzar por momentos el sentimiento trágico de la vida. Cada uno de los volúmenes, cabe decir, se completaba con notas explicativas y cuidadas noticias sobre el contexto histórico-literario de las comedias.

Esto es lo más importante: tener al alcance las obras de un autor que cambió las formas convencionales del teatro francés, unificando música, danza y texto, y luchando a la vez contra las hipocresías de su tiempo mediante el sarcasmo; un autor de vida igualmente apasionante: la de un hombre enfrentado al sistema social y por ello incómodo para el Gobierno, la Realeza y la Iglesia. Nacido en una familia de la rica burguesía comerciante, su padre era tapicero real.

Molière perdió a su madre a la edad de diez años y fue alumno del colegio jesuita de Clermont hasta 1639; más adelante, se licenció en la facultad de Derecho de Orleans en 1642. Por entonces, estaba vinculado al círculo del filósofo epicúreo Pierre Gassendi y de otros intelectuales liberales como Chapelle, Cyrano de Bargerac y D’Assoucy. Fue en 1643 cuando empezó a ser conocido como Molière, y fundó L’Illustre Théâtre junto con la comediante Madeleine Béjart; dirigida por ella, primero, y luego por el mismo Molière, esta compañía teatral intentó establecerse en París, pero al cabo de dos años, sin financiación, tuvo que cerrarse y Molière permaneció unos días arrestado por deudas.

En ese momento, empezó a recorrer las regiones del sur de Francia, durante trece años, con el grupo encabezado por el actor Charles Dufresne, al que sustituyó como director a partir de 1650, y con él representó tragedias de autores contemporáneos y algunas farsas propias, con mucho elemento de improvisación. Al final, esta compañía se estableció en París con el nombre de Troupe de Monsieur en 1658, alcanzando notoriedad con la sátira Las preciosas ridículas, un año después, del mismo Molière. Sin embargo, este autor que tanto admiraba a dramaturgos trágicos como Corneille y Racine, no triunfó en este género, como le ocurrió con la obra «Don García de Navarra», que fracasó por completo.

El punto de inflexión vino con La escuela de las mujeres (1662), con la que se ganaría el favor de Luis XIV, meses después de casarse con Armande Béjart, veinte años más joven que él. El rey apadrinó a su primer hijo, que murió poco después de su nacimiento, en 1664. En 1663, mientras llevaba las tragedias de Racine al escenario y organizaba festivales en el palacio de Versalles, presentó los tres primeros actos de Tartufo, obra tan irreverente que terminó por prohibirse, lo cual sucedería también con Don Juan o El festín de piedra, tras sólo quince representaciones, especialmente criticadas desde la Iglesia.

Vivió así una etapa llena de deudas y falta de apoyos, con algún éxito aislado, como El médico a palos, pero al final tantos problemas dificultaron tanto seguir con la compañía como mantener la salud. Aun así, en estos años se estrenaron algunas de sus mejores obras: El misántropo, El avaro o El enfermo imaginario. Una obra esta que se representará en el Teatro Fernán Gómez, en Madrid, hasta el domingo, llevando a la escena, con la dirección de Eva del Palacio, la historia de Argán, que se cree muy enfermo y no puede vivir sin estar rodeado de médicos; así las cosas, para conseguir tener uno en la familia que le haga ahorrar el dinero que gasta para sus curas y medicamentos, se le ocurre concertar un matrimonio de conveniencia entre su hija Angélica con Tomás, el hijo de su médico preferido, el señor Diafoirus.

Entretanto, su segunda esposa, Belinda, hace una perfecta actuación como madrastra perfecta, con el objetivo de aparentar bondad y presionar a su marido para que haga testamento y ella salga beneficiada. Sin embargo, su criada Toñita, con la complicidad de la hermana de Argán, harán lo imposible por ayudar a Angélica a llevar a cabo una unión amorosa con otro joven y echar al traste esos retorcidos planes. En 1673, durante la cuarta representación de esta obra, Molière sintió un gran dolor y, tras ser trasladado a su casa, murió a las pocas horas. Es probable que, frente a este hecho, y por temor a que la Iglesia lo marginara a la hora de su funeral, el rey interviniera para que se le concediera el derecho a tierra santa, aunque al parecer fue enterrado de noche y prácticamente sin ceremonia.

UN MUERTO QUE HACE MUY BIEN DE MUERTO

Su epitafio fue escrito por él mismo, y dice así: «Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien». Esta ironía fue la seña de identidad de un autor que regaló al mundo otras muchas frases brillantes, como las siguientes: «La hermosura sin gracia es un anzuelo sin cebo», «Vivo de buena sopa, no de buenas palabras», «El celoso ama más, pero el que no lo es, ama mejor», «Jamás se penetra por la fuerza en un corazón», «Las cosas no valen sino lo que les hacemos valer», «La felicidad ininterrumpida aburre, debe tener alternativas», «Casi todos los hombres mueren a causa de sus remedios, no de sus enfermedades», «Vivir sin amar no es realmente vivir», «No solo somos responsables de lo que hacemos, sino también de lo que dejamos de hacer». ¡Solo se muere una vez, pero ¡por tan largo tiempo!