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“Jurassic World: Dominion”, o muchos dilemas y pocos dinosaurios

Colin Trevorrow vuelve a tomar los mandos de la franquicia jurásica y recupera a Laura Dern, Sam Neill y Jeff Goldblum para cerrar la nueva trilogía
UNIVERSAL PICTURES
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Un perro, un pingüino, un tigre y un cocodrilo. Según Gary Rydstrom, el ingeniero de sonido al que contrató Steven Spielberg por consejo de George Lucas, esos eran los ingredientes del rugido original del mítico Tiranosaurio Rex en «Parque Jurásico» (1993). Sin embargo, tal y como se cuenta en el libro «Jurassic Park: una historia contada a través de 65 millones de años», a aquella composición primitiva le faltaban tonos agudos. El secreto de la fórmula, tras estudiar durante varios días los fósiles de los que disponía Rydstrom le vino viendo un documental: en la escena más icónica de la película, cuando el rey de los saurios se levanta imponente en pantalla, además de la extraordinaria música de John Williams, podemos escuchar el llanto de un pequeño bebé de elefante.
Esa especie de juego genético, tan propio de la saga prehistórica como las huellas de Velocirraptor, alcanza ahora cotas anabólicas. Siete años después de la vuelta a la vida de la franquicia, en «Jurassic World» (2015) y alguna que otra polémica concerniente a la homofobia de Chris Pratt, el director Colin Trevorrow vuelve a ponerse a los mandos de la saga en su sexta entrega —tercera de la nueva trilogía—, en «Jurassic World: Dominion», que se estrena hoy. Para ello, además de a Pratt y Bryce Dallas Howard, recupera al trío original formado por Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, que atendió a LA RAZÓN desde Londres.
Ética científica
«La experiencia en sí no ha cambiado mucho en estos treinta años. El rodaje sigue siendo una oportunidad perfecta para ponerme a fingir, el camino que elegí para ganarme la vida, delante de un titán. Antes Steven Spielberg y ahora Colin Trevorrow», cuenta sobre su vuelta a la saga el actor de «La mosca» (1986) o «Independence Day» (1996). Y sigue, sobre la importancia de la ciencia y su ética en la nueva película, protagonista principal por encima de los propios dinosaurios, y coyunturalmente clave tras la ola negacionista que acompañó a la pandemia: «Tengo un médico de cabecera buenísimo, así que si él me dice que hay que hacer algo, suelo hacerle caso. Mi padre era médico, y por alguna extraña razón suelo fiarme de quien lleva años estudiando una materia», bromea el intérprete.
En «Jurassic World: Dominion», Goldblum retoma el personaje del Dr. Ian Malcolm, ahora al servicio filosófico de un gurú de la tecnología —al más puro estilo de Jeff Bezos o Elon Musk— que ha creado un santuario para dinosaurios en los Alpes con extrañas y secretas intenciones: «Creo que la gente está ya harta de ese tipo de tíos. Espero que solo en la vida real y no en las historias, porque si no vamos mal para la película. Campbell Scott, el actor que hace aquí ese personaje, ha sabido darle más de una dimensión, no hacerlo tan plano. Pero sí opino que se ha generado un tipo de tío al que es fácil odiar, porque se lo ganan. Vienen siempre de determinadas familias, de determinados campos de trabajo, con unos determinados ceros en la cuenta corriente... Tú sabes en quién estoy pensando y yo sé en quién estoy pensando. Están consumidos por la codicia y eso me vuelve absolutamente loco, me pone de los nervios», confiesa vehemente Goldblum.
Así, la historia de la nueva película del universo jurásico (por supuesto, la película cierra la trilogía solo para dar pie a nuevas series o producciones satélite en el futuro) retoma los asuntos fósiles justo donde se dejaron en la última entrega, dirigida por el español J.A. Bayona: con Maisie Lockwood, la niña clonada, en paradero desconocido, los dinosaurios campan a sus anchas por nuestro mundo, causando estragos de todo tipo. Ante una misteriosa plaga de langostas que tiene las huellas de Lewis Dogson (el mencionado gurú de Scott), la doctora Sattler a la que encarna Laura Dern se encargará de reunir al viejo equipo una vez más. Es justo ahí donde «Jurassic World: Dominion» se encuentra a sí misma y a su tono, dejando que el trío original vuelva orgánicos los diálogos y se pueda permitir ahogar al espectador en un viscoso ámbar de nostalgia.
Los botones de la camisa
Irregular y torpe por momentos, aunque brillante cuando se entrega del todo a la acción en las calles de Malta, la película de Trevorrow se preocupa más por el alma de la franquicia que por sus fauces, apenas dejando espacio para los saurios en pantalla y amortizando cada dólar de diálogo de su estelar elenco: «Si me viera en un mundo lleno de dinosaurios no sabría qué demonios hacer. Una vez tuve una novia a la que dejé por su gato. Cada vez que entraba en casa se erizaba y me atacaba. Lo siento, no pienso sangrar hasta la muerte en mi propia casa», explica siempre cómico y auténtico Goldblum, que en el guion de Trevorrow, Derek Connolly y Emily Carmichael es mucho más deslenguado y se convierte en el alivio cómico principal de la película, botón de la camisa desabrochado mediante.
Y todo ello pese al mal recibimiento de la película por parte de una crítica estadounidense a la que no amedrentan las previsiones de taquilla, que podrían reportarle a Universal hasta unos 125 millones de dólares en su primer fin de semana. En tiempos donde el gran estreno en cines se siente el mismo Tiranosaurio Rex de la película, ese que todavía no sabe si descansar como fósil, ámbar o premier en plataformas, «Jurassic World: Dominion» espera rugir de nuevo: «Es curioso que dos tipos que ya estábamos ahí en los ochenta, como David Cronenberg y yo, tengamos película nueva. Me pone un poco nostálgico. De hecho, ahora que tengo hijos, he empezado a apuntar todas las películas que vi en el cine de joven para verlas con ellos. Es una lista imposible, pero es bonita», se despide Goldblum.