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“Al descubierto”: Hollywood contra Harvey Weinstein

La primera gran película sobre el #MeToo llega este viernes a las carteleras españolas como un drama periodístico al más puro estilo «Spotlight» y en busca del Oscar
UNIVERSAL PICTURES / EFE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Es extraño. El ejercicio del periodismo, como parafina de la ficción más exquisita y literatura refinada desde la realidad, le ha dado al cine algunos de sus incendios más vivos. El de «Ciudadano Kane» (1941), el de «Todos los hombres del presidente» (1976) o, más recientemente, el de «Spotlight» (2015). Pero sigue siendo extraño. Porque pese a implicarse, dejar su vida en la tinta impresa y apartarse de cualquier hábito saludable, los juntaletras dignos del celuloide nunca tienen familia, menos responsabilidades filiales y, claro está, no están pendientes de la colada o de contar cuántas tote bags son demasiadas tote bags. Con la investigación periodística como gran estructura de fondo, la nueva «Al descubierto», dirigida por Maria Schrader, pretende reparar esa deuda histórica del séptimo arte con el cuarto poder y, de paso, convertirse en un rescoldo del #MeToo capaz de fundirse en el oro del Premio Oscar.
Basándose en el exhaustivo reporte de dos periodistas del «The New York Times», Jodi Kantor y Megan Twohey —aquí interpretadas por Zoe Kazan y Carey Mulligan, respectivamente—, la película aspira a ser extintor de las cenizas mediáticas de los abusos del productor Harvey Weinstein y, además, convertirse en un modelo de tratamiento del acoso sexual en el nuevo Hollywood, una especie de manual de buenas conductas, delante y detrás de las pantallas, para terminar de quemar el sistema que permitió años de vidas rotas, carreras truncadas y traumas allí donde hubiera un Macho Alfa al cargo de los pirómanos y los bomberos.
«Cuando yo rodé mi primera escena, en 1985, era la única mujer en el rodaje. Y desde 2017, cuando comenzaron a salir las denuncias, la situación ha cambiado mucho. Es imposible concebir un rodaje en el que no haya por lo menos un cuarto de mujeres. Ese creo que es el gran legado de toda esta tragedia pública, el de permitir más y mejores espacios para las mujeres», explica Patricia Clarkson a LA RAZÓN. La tres veces nominada al Oscar da vida en «Al descubierto» a Rebecca Corbett, quien junto a Dean Baquet (Andre Braugher), era la encargada de coordinar al equipo de investigación del célebre diario cuando saltó el escándalo Weinstein: «Es una labor titánica. Saber que lo que vas a publicar va a cambiar el mundo y mantener la calma. Ser capaz de dirigir a estas dos mujeres, de darles un lugar seguro para que hagan periodismo es algo que jamás podría hacer en la vida real», completa la actriz.
Pero, ¿cómo es que la misma industria que ya tiene un par de películas estrenadas sobre el juicio entre Johnny Depp y Amber Heard haya tardado casi cinco años en llevar la hoguera del #MeToo al cine? «Creo que responde a una cuestión legal e industrial. Al final, una película de este calibre, con estos estándares de calidad no puede llevarte menos de tres años. Súmale lo que ya había pasado entre la confirmación de los hechos y la publicación del libro, y la subasta por los derechos para la película. En todo caso, ha salido demasiado pronto», responde Bruegher, aquí alejado del perfil cómico que le ha dado fama por su papel en la serie «Brooklyn 99» y, aún así, jefe inflexible y patrón oro del gremio.
Moviendo el foco
Clarkson, que decidió no reunirse con ningún protagonista real de la historia para no contagiarse de sus manierismos —y porque conocía a varias de las actrices denunciantes y sentía «pudor» por no haberlas podido ayudar en su momento—, explica su decisión: «Me negué. Porque no creo que puedas interpretar a alguien que existe y respira, conociéndole, sin caer en una especie de reverencia. Y tabién porque Maria (Schrader), la directora, quería que todos los periodistas fueran humanos, no entidades morales inalcanzables», concreta. Y así, el foco de relevancia de «Al descubierto» se traslada, en reparación histórica, hacia las víctimas. Vemos, por ejemplo, como Ashley Judd, una de las primeras denunciantes de Weinstein, se interpreta a sí misma, pero también cómo sigue siendo un proceso doloroso para las que no aparecen, actrices como Rose McGowan o Gwyneth Paltrow, que ni siquiera quiso que su nombre apareciera ligado a la investigación en un primer momento pero que fue clave para desvelar los patrones de conducta del productor.
El mérito del filme, eso sí, reside en guiar a sus intrépidas protagonistas desde el interés morboso y mediático a la tragedia personal, contando aquellas historias que se pierden entre las víctimas de alfombra roja. Y es justo ahí donde Laura Madden, superviviente y aprendiz de Weinstein en su juventud a la que da vida Jennifer Ehle, se vuelve candela central: «Esta es mi manera de ganarme la vida y siempre elegiré los papeles en términos de interés y relevancia, pero jamás podría formar parte de un proyecto que no case con mis ideas políticas. Ella fue una de las primeras que habló y, además, dio su nombre», explica con vehemencia Ehle por videoconferencia a este diario.

La caída en desgracia del monstruo que lo fue todo

Antes de que este diario acepte entrevistar a las protagonistas de «Al descubierto», la cláusula es explícita: «Los intérpretes no pueden hacer comentarios acerca de la situación legal del Sr. Weinstein por encontrarse todavía causas abiertas». Y es que el estreno de la primera gran película sobre el #MeToo en Estados Unidos viene acompañado de una condena en firme para el hombre detrás de «Pulp Fiction» o «Shakespeare in Love». En uno de sus juicios en Los Angeles, Weinstein ha sido declarado culpable de violación a una modelo rusa en el año 2013, en un hotel de Beverly Hills. Esto se suma a la gran demanda colectiva que el productor perdió en 2020 y que le condenó, en Nueva York, a 23 años de cárcel. A sus 70 años, con tres causas abiertas y tras dejarse ver con un andador en sus últimas apariciones y juicios, es altamente improbable que Weinstein vuelva a ser hombre libre en lo que le queda de vida.
Y sigue, sobre su propia experiencia con ese monstruo que recorre la película como una presencia fantasmagórica, al que oímos babear, gruñir, amenazar e insultar, pero nunca vemos el rostro, ya prohibido para siempre, borrado de la memoria colectiva de ese mismo Hollywood al que dio forma y para el que Ehle trabajó en «El discurso del Rey» (2010): «Fue un momento extraordinario, uno de esos en los que recuerdas exactamente donde estabas», dice la actriz, justo antes de detenerse reflexiva, sentida, y continuar: «Enterarse, después de haber trabajado con él, de todo aquello, fue terrible. Por suerte, ahora vivimos en un clima en el que esas relaciones de poder están en continua revisión. Ni mucho menos hemos desterrado el abuso de Hollywood, pero creo que vivimos en un clima más propicio para que las supervivientes puedan denunciarlo. El camino a seguir, por ejemplo, es el de los coordinadores de intimidad en los rodajes», añade compungida.
Como hoguera rítmica que baila según los designios de la nueva agenda política de la Meca del cine, «Al descubierto» es, más allá de la narración milimétrica y feminista del imperio de lo obsceno de Weinstein, una especie de recordatorio, de acicate a la vigilancia democrática: «Me gustaría pensar que no, que los derechos que hemos adquirido en estos cinco años no desaparecerán, pero sería inocente pensar que no habrá quien nos los quiera arrebatar, quien nos quiera silenciosas de nuevo», explica sincera Ehle. Porque, al final, la primera gran película sobre el #MeToo no deja de ser una especie de contradicción de sí misma. Con toda la dignidad que ese ejercicio de autoconsciencia implica. No es casualidad, por ejemplo, que se haga hincapié en el judaísmo que practica una de las periodistas, casi contraatacando en directo a quien llegó a afirmar que la investigación a Weinstein era antisemita; no es casualidad que la película comience hablando de las denunciantes de Donald Trump, quien supuestamente firmó varios acuerdos de silencio millonarios; y no es casualidad, ni mucho menos, que la película sea protagonizada por una brillante Zoe Kazan, nieta de uno de los chivatos macartistas más célebres de la historia del cine (el director Elia Kazan) y cuyo legado, abiertamente fascista y racista, sigue siendo otro de esos capítulos negros de infamia a los que el gran Hollywood, por las razones que ustedes prefieran, sigue sin querer mirar.