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“430 gramos” contra la teocracia iraní: el pitido final de Amir Nasr-Azadani

Los artistas contemporáneos Omar Jerez y Julia Martínez protagonizan una performances frente a la Embajada de Irán en Madrid para protestar por la condena a muerte del joven jugador de fútbol que protestó a favor de los derechos de las mujeres en su país de origen
Julia MartínezJulia Martínez
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Frente al mutismo estratégico de la FIFA y el indecoroso manto de silencio practicado por los jugadores que disputaron la final del que ya está oficialmente considerado como el “Mundial de la vergüenza”, ha tenido que ser el sonido del cuero de un balón de fútbol chocando estruendoso contra la puerta de la Embajada de Irán en Madrid el que reactive el ruido contra la injusticia días después de la victoria de la selección albiceleste, el que inflame nuevamente la llama de la indignación, el que empuje las bocanadas de viento encargadas –con permiso de Ken Loach– de agitar la cebada. Resulta fácil caer en el olvido involuntario de las cosas importantes cuando las oleadas de información diaria que recibimos sepultan cuerpos, fechas, lugares, sucesos y nombres que dejamos de retener en cuanto alcanzamos a cambiar de canal.
Sin embargo, el de Amir Nasr-Azadani, futbolista de origen iraní de tan solo 26 años condenado a muerte por sumarse a las protestas públicas a favor de la libertad de las mujeres en su país que se produjeron tras la detención y el aberrante asesinato de la joven Mahsa Amini a manos de la “policía de la moral” por no llevar el velo de manera correcta, que en estos momentos se encuentra a la espera de saber qué día exacto su cuello será estrechado por la soga que acabará de forma definitiva con su vida en la plaza Shahid Alikhani, parece estar llamado a quedarse almacenado en un rincón del hipotálamo por más tiempo del reglamentario tal y como pone de manifiesto la nueva performance realizada por los artistas contemporáneos Omar Jerez y Julia Martínez.
Cómodos en el papel de agitadores de la conciencia social, ambos utilizan como herramienta expresiva esta disciplina artística regida por acciones en vivo y grandes cantidades de improvisación lúdica, llegando incluso a jugar de manera consciente con su integridad física como ya demostró el recorrido que hizo Jerez con el cuerpo ensangrentado por las calles de San Sebastián con un cadáver en los brazos emulando un atentado terrorista de ETA ante la mirada atónita de los viandantes, experimentado el encierro de Ortega Lara, criticando en el propio corazón napolitano a la Camorra o viviendo en sus propias carnes el drama del tren de inmigrantes “La Bestia” que va de México a EE.UU.
Hablamos de acciones transgresoras que Jerez ejecuta y Martínez documenta a través de su cámara aunque en este caso, el ejercicio realizado delante de la Embajada remita más a una actividad de carácter reflexivo y no tanto al impacto de lo expositivamente radical. El nombre de la performance, “450 gramos”, alude al peso estipulado de los balones de fútbol y subraya la diferencia contextual entre un tiro producido en el marco de un partido y el lanzamiento del esférico por parte de Omar Jerez contra las puertas del Consulado: aquí no hay fiesta, ni efusividad, ni jolgorio, ni grito, ni celebración. Tan solo el sonido hueco de una pelota con los nombres negros de Amir Nars Azadani y Mahsa Amini, este último apenas legible, tatuado a golpe del mismo alfiler que se utiliza para confeccionar el hiyab, sobre el cuero que la reviste. 450 gramos propulsados hacia un horizonte absurdamente despótico cuyo partido no ha terminado. Que pite ya el árbitro. Y que esta vez ganen los buenos.