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Centenares de testimonios

El gran proyecto de Iñaki Arteta contra ETA: el Archivo de las Víctimas del Terrorismo

El director vasco se fija en la propuesta de Steven Spielberg con el Holocausto para dejar testimonio del terror en España; eso sí, lanza un aviso: necesita fondos

Iñaki Arteta @Gonzalo Pérez Mata
El director de cine Iñaki Arteta, en MadridGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Iñaki Arteta (Bilbao, 1959) se pone detrás de la cámara y da la señal. «Ahora». Comienza una entrevista más. Se hace un silencio significativo en la sala y Almudena Blanco Martín toma la palabra: «Soy hija del teniente coronel Pedro Blanco García, asesinado por ETA el 21 de enero del año 2000». Ella tenía «quince añitos», dice, «a punto de cumplir 16».

«¿Cómo era tu vida?», pregunta Arteta. «La normal para una familia de clase media de Madrid», responde. «Una vida rutinaria, sencilla». Colegio de lunes a viernes y «deporte los fines de semana». Vivían en una zona de casas militares «y habíamos tenido una condición un poquito diferente al resto». Conocían el sonido de las bombas; incluso alguna les reventaron los cristales de casa. «Habíamos escuchado varias explosiones, un par de atentados antes, seguro».

"La única dependencia que desean con España es la que tiene que ver con el dinero. Tontos no son"

Iñaki Arteta

La precaución era una norma innegociable e impuesta por su padre. «Nunca nos dejaban ir con él al garaje. Siempre bajaba primero y se quedaba unos diez o quince minutos. A mí ahora me hace gracia porque de pequeña nos decía que “el coche tenía frío”. Yo me lo creí durante muchos años, demasiados, quizá porque..., no sé, a lo mejor te lo querías creer. En realidad, el hombre lo hacía por seguridad». Almudena imagina el pensamiento de su padre: «Más vale que, si pasa algo, esté yo solo».

Las rutinas también eran la obligación que Conchita Martín, como madre, seguía al dedillo. No se perdían las costumbres cuando le tocaba llevar el coche hasta el colegio. «Se arrodillaba y miraba debajo del vehículo con una linterna grande que había en el maletero. Mi padre le había enseñado cómo eran los bajos sin nada extraño». Las amigas de Almudena Blanco la «miraban horrorizadas», recuerda; ella, por su parte, «lo decía tan natural». Era una «normalidad innecesaria, pero creo que mis padres lo hicieron bien porque yo nunca sentí ni angustia ni miedo». Tampoco pensó que él pudiera ser un objetivo, pues «no era ni un periodista famoso ni un político».

La hija del teniente coronel Blanco reconoce que tampoco se sintió amenazada. «Tuvimos una infancia superfeliz y supernormal»... hasta el 21 de enero de 2000: Pedro Antonio Blanco García, de 47 años y natural de Madrid, se convertía pasadas las 8:00 horas en otra víctima de un coche-bomba colocado por ETA. Explotó cuando el militar pasaba por la calle Pizarra, esquina con Virgen del Puerto. Dejaba, así, dos huérfanos y una viuda.

Atentado de ETA en la Plaza de la República Dominicana, en Madrid, 1986
Atentado de ETA en la Plaza de la República Dominicana, en Madrid, 1986Europa PressEuropa Press

La tragedia se abría paso en casa de los Blanco Martín, y, a su vez, se iniciaba, y sin que ellos lo supieran por entonces, un compromiso con «la historia de nuestro país», recuerda hoy su hija Almudena, quien no dudó en sumarse al Archivo Audiovisual de las Víctimas del Terrorismo de España que está preparando Arteta. Un proyecto que para ella es fundamental, «una manera de no olvidar el pasado y para que las nuevas generaciones lo conozcan». Ha participado en multitud de charlas sobre el terrorismo, sobre el asesinato de su padre, y cada cita la «remueve» por dentro. Sin embargo, «ese pellizquito en el corazón merece la pena», aunque «solo sea para dar fe de mi testimonio».

La de los Blanco Martín es una gota más en un océano que trata de componer el director bilbaíno en un proyecto que pretende «rendir tributo a los valores que atesoran las víctimas y ser una contribución a la historia de España». En los más de veinte años que lleva con la idea ya ha superado las 400 grabaciones de familiares de asesinados, heridos, perseguidos... de varios grupos terroristas (Grapo, Terra Lliure, también del 11M...), especialmente de ETA, «que ha sido quien más daño ha hecho. Es la que tiene una bolsa más grande de víctimas».

"ETA no me amenazó, pero he tenido otro tipo de persecución: he pagado profesionalmente"

Iñaki Arteta

Arteta lo llama su «gran proyecto», y el objetivo es que los materiales del Archivo Audiovisual se cuelguen en la red («ojalá antes de final de año», sueña en alto) y «se utilicen gratuitamente para desarrollar programas educativos y para que estén disponibles entre los investigadores, periodistas e historiadores, pero especialmente para el conocimiento de la juventud»; y para que los efectos del terrorismo se entiendan en su dimensión humana e histórica.

Pero advierte que no es un camino fácil. El dinero es una parte importante y no esconde su búsqueda de fondos que ayuden para «grabar, cuanto antes, a las familias de todas las víctimas mortales de ETA en España. De las más conocidas hasta las que nunca han ocupado espacio alguno en la Prensa». El tiempo juega en su contra: pasa «y los supervivientes van muriendo... Corre prisa porque es un archivo que estará abierto a nuevas entradas hasta que se vaya la última persona que pueda dejar testimonio. Ahora mismo no tiene fin». Quiere que con su difusión «se sume la participación ciudadana a este proyecto. No tienen que ser las víctimas las que abanderen la memoria, sino la sociedad civil».

La inspiración viene de las 55.000 voces individuales del Archivo de Historia Visual de Spielberg

La inspiración del Archivo la encontró Arteta en Steven Spielberg, hace ya 24 años, mientras trabajaba en su primer documental (Sin libertad). Quiere emular la Shoah Foundation, donde, desde 1994, se han recogido en el Archivo de Historia Visual más de 55.000 voces individuales y «15.000 voluntarios de todo el mundo», añade sorprendido. Gracias a aquella ambición de Spielberg conoció al que fuera su delegado en España, Alejandro Baer, con el que compartió varios momentos para saber de primera mano cómo se desarrolló el proyecto. Así llegó a un ensayo del propio Baer, El testimonio audiovisual. Imagen y memoria del Holocausto, donde el autor y doctor en Sociología por la UCM apuntalaba cómo llevar a cabo un proceso de ese tipo, cómo tratar la memoria y recogerla audiovisualmente. La propia experiencia de Arteta ya le situaba en el camino «del sentido común», pero la obra le sirvió para afianzar conceptos: preguntar todo lo que se necesite saber, no cortar a la persona, actuar con naturalidad, no dejar de grabar cuando alguien se emocione «porque eso también es parte de la historia», ser amable... «Tenemos delante un material potente y el audiovisual es una herramienta inmejorable, casi notarial. Lo que sabemos del Holocausto y de la Segunda Guerra Mundial está en los libros, claro, pero sobre todo se nos ha quedado por películas y documentales. Ya durante mi primera cinta me di cuenta del valor que tenía el testimonio personal de alguien que ha sufrido el terrorismo».

Iñaki Arteta solo tenía un «inconveniente» respecto a la que ha sido su inspiración: cuando Spielberg comenzó su obra, el nazismo estaba desaparecido; por el contrario, este proyecto se cimentaba al tiempo que ETA mataba en la calle a punta de pistola. «Tenía ganas de jugar», ríe hoy. «La gente se sorprendía y yo les contestaba que solo hacía entrevistas».

Iñaki Arteta (centro) charla con Carlos Ruiz Cortadi (dcha.), cuyo hermano Eloy sobrevivió a un ataque de la banda terrorista con metralleta
Iñaki Arteta (centro) charla con Carlos Ruiz Cortadi (dcha.), cuyo hermano Eloy sobrevivió a un ataque de la banda terrorista con metralletaGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Pasaron los años y volvieron los agoreros: «Déjalo, si ETA va a acabar en un año», le reprochaban ante la insistencia de Arteta de que el final no borraba las décadas pasadas. «Entrevistar a toda esta gente puede aportar muchas cosas».

−¿Usted ha vivido el terrorismo en primera persona?

−Llegué a pensar que he sido víctima. Lo que está claro es que nadie quiere serlo, nadie quiere sufrir. Lo que quieres es ser feliz.

−¿Le llegaron a amenazar?

−No, pero sí he tenido otro tipo de persecución: he pagado profesionalmente. Estuve fuera del circuito. Ni productora ni publicidad, como le ha pasado a mucha gente que no era nacionalista. No puedes promocionar, por decirlo de alguna manera, en ningún sitio que esté controlado por el nacionalismo, que suele ser casi todo.

Arteta hizo pública su disidencia con el nacionalismo tras su primera película. Ya allí dejó su posición clara «como activista de los derechos humanos». Se iniciaron las zancadillas: «Mi posición es estar con las víctimas y con los perseguidos. Eso tenía un precio». En algún momento pensó en irse, afirma, pero se quedó en el País Vasco. Celebra que «no me han hecho grandes cosas», y que, por ello, continúa viviendo en su tierra, aunque sea «un territorio un poco hostil».

−¿Todavía hoy?

−Claro. No temes por tu vida, pero aquello sigue controlado absolutamente por los mismos que cuando mataba ETA. Incluso los que apoyaron el terrorismo continúan allí con cargos públicos. Se afeitan más y tienen mejor chaquetita. Una apariencia más pulcra, pero llevan el mismo proyecto en la cabeza: sobramos los no nacionalistas, como sobran en Cataluña o allí donde hay nacionalismo.

Sabe que esa «hostilidad» a la que se refiere no está a simple vista, pero que «la discrepancia política se paga»: «No con el asesinato, pero el ecosistema es exactamente igual que hace diez años. No ha pasado el tiempo suficiente para que no haya testigos. Cuando nos muramos todos, las cosas serán distintas, pero los que hemos visto lo que ha pasado allí sabemos que eso no se arregla con dejar las armas». También denuncia que «lo políticamente correcto es lo culturalmente nacionalista, que nos lo han ido metiendo a base de muertos».

"El ecosistema [del País Vasco] es exactamente igual que hace diez años"

Iñaki Arteta

El director no tiembla al hablar de si la banda terrorista continúa (o no) presente: «Su aparato político está ahí, es evidente. El único proyecto político de corte totalitario independentista fue el de ETA y sigue ahora sin ETA. Eso crea la naturalidad con la que se expresa ese mundo. El desprecio que tienen contra los que no son nacionalistas o independentistas lo hace una sociedad en la que se mantienen unos niveles de enfermedad casi patológica».

Con todo ello, la palabra «reconciliación» no inspira demasiada confianza a Arteta. «Es maravillosa, aunque...». «Se me nota, ¿no?», comenta sobre su ausencia de optimismo. Para el director, «no hay que aspirar a la perfección». Hay grupos sociales con los que no iría ni a la vuelta de la esquina: «Maltratadores, ladrones, camellos...», enumera. «No me tengo que reconciliar con la gente que me parece que tiene aspiraciones sociales contrarias a las mías y a lo que considero una sociedad sana. Muchos de los que votan a Bildu consideran que matar no estuvo mal... ¿Ellos se quieren reconciliar conmigo, que no he llevado nunca un arma? He descartado en mi vida tener un contacto mínimo con alguien que no fue sensible en su momento con el terrorismo. No quiero saber nada de esa gente ni aquí ni en China».

"He descartado en mi vida tener un contacto mínimo con alguien que no fue sensible en su momento con el terrorismo"

Iñaki Arteta

No oculta Arteta tampoco su rechazo al ver a Bildu con las riendas de España: «Habría que pensar que aquellos que van contra la ordenación del país y que tienen unas políticas tan severas con los disidentes debían ser ilegales. Me parece aberrante que no se haga una derrota efectiva al terrorismo. Se vende que los han derrotado, pero son socios del Gobierno».

−¿Y si Bildu gana las elecciones autonómicas?

−Apretarán más, pero no va a cambiar gran cosa. El nivel de autogobierno ya es altísimo. La única dependencia que desean con España es la que tiene que ver con el dinero. Tontos no son.

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